(Foto: AP)
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Virginia Rosas

Ya veremos”, había dicho cuando le preguntaron cuál sería la respuesta de su país al derribo, anunciado por , de un avión de vigilancia no tripulado (dron) que habría ingresado a territorio iraní el jueves pasado. El presidente estadounidense, que está a un paso de hundirse en tierras pantanosas debido a su absoluta falta de prudencia, ordenó un ataque aéreo antes del amanecer contra objetivos militares iraníes.  

Imposible descartar que dos de los halcones que lo rodean, su secretario de Estado, Mike Pompeo, y su consejero de seguridad, John Bolton –que no ocultan sus intenciones de intervenir en el país persa para obligarlo a cambiar de régimen–, no hayan estado tras esta decisión abortada. Era desproporcionado, dijo Trump, pues le dijeron que habría 150 bajas. Un precio muy alto por un dron, reflexionó el presidente tras el prudente anuncio del Estado Mayor. 






El problema es que desde el 2018, cuando Trump decidió unilateralmente borrar de un plumazo el acuerdo firmado en el 2015 sobre el control nuclear –entre Irán, EE.UU., China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania–, Washington no parece tener ninguna estrategia, salvo la intimidación matonesca que consiste en el embargo forzado del petróleo iraní, sanciones económicas draconianas y el despliegue de fuerzas militares en la región.

Cero negociaciones, puras amenazas de aniquilamiento a las que el régimen de Teherán no puede plegarse, sin perder la cara ante una opinión pública que cada día le es más adversa.

Pero con sus actitudes contradictorias, Trump se ha encerrado en su laberinto, porque por un lado amenaza y por el otro afirma que no quiere embarcarse en una confrontación bélica, menos ahora que candidatea para un segundo mandato y que él le prometió a su electorado que su país ya no sería “el gendarme del mundo”.

El principal obstáculo que enfrentaría Washington si pretendiera intervenir en Irán sería su falta de credibilidad. ¿Quiénes serían sus aliados después de las mentiras sobre las armas de destrucción masiva en Iraq que, en el 2003, sirvieron para invadir ese país y que jamás se encontraron?

Estados Unidos dice que no excluye el uso de la fuerza. Eso sería una catástrofe para la región”, deslizó el presidente ruso Vladimir Putin, aliado de Irán en Siria en la lucha contra el Estado Islámico del lado del régimen de Bashar al Asad. Y uno de los mayores socios comerciales de Teherán.

A pesar de que ninguno quiere ir a la guerra, la situación empeora cada día. Teherán anunció que, dado que el tratado de Viena se anuló, activará nuevamente su programa nuclear, pero niega que los ataques a las embarcaciones en el estrecho de Ormuz hayan sido perpetrados por los Guardianes de la Revolución, como afirma Washington.

Sin embargo, nada excluye que sea una advertencia iraní contra el embargo: no venderemos nuestro petróleo, pero podemos armar un enorme caos en una región por la que circula más del 30% del oro negro del mundo.

Ya veremos. Pero si la escalada sigue y no interviene la diplomacia para poner paños fríos, es difícil vislumbrar cómo Trump y Jamenei salvarán la cara ante los suyos tras tantas amenazas y bravuconadas.

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