Nuño Domínguez Agencia Materia

Dos arqueólogos españoles creen haber encontrado el primer retrato de la humanidad. Se trata de un grabado hecho hace más de 23.000 años en la pared de una cueva de Almería y que representa un rostro humano de perfil, según sus descubridores.

“Este es el retrato más antiguo de la prehistoria”, asegura Sergio Ripoll, doctor en prehistoria de la UNED y codescubridor del grabado. El investigador ya demostró su buen ojo para detectar trazos prehistóricos en 2005, cuando fue el primero en descubrir caballos y toros pintados hace 14.000 años en Creswell Crags. Las pinturas resultaron ser las más antiguas de Reino Unido.

A simple vista, la pared de la cueva de Ambrosio no presenta más que grietas informes. Pero en su textura Ripoll y su compañero de la UNED Francisco Javier Muñoz han desvelado figuras grabadas sobre la piedra que representan animales y, por primera vez en un yacimiento de esta antigüedad, un rostro humano sin pelo y con la boca entreabierta de 25 centímetros de alto y diez de ancho. Los trazos “están hechos con mano firme” y tienen un espesor de menos de tres milímetros, segun explican ambos investigadores en un estudio sobre el hallazgo aún sin publicar y que se presentó en un congreso sobre arte rupestre en la ciudad española de Almería. A pesar de ser difíciles de diferenciar, los dos investigadores no tienen dudas sobre su descubrimiento.

“Hemos hecho un estudio antropométrico y esta figura cuadra con los rasgos de un caucasiano exactamente igual que nosotros”, apunta Ripoll, que descubrió las nuevas figuras en 2008 durante una “inspección rutinaria”. En un estudio aún no publicado titulado “El primer retrato Solutrense. El primer retrato de la humanidad”, los dos investigadores estiman que se trata de un varón de unos 25 o 30 años.

Conscientes de la incredulidad que puede despertar su hallazgo, los dos investigadores han decidido presentarlo hoy ante decenas de especialistas en arte rupestre. ”Les vamos a poner delante de la pared y a preguntarles qué ven. Estamos dispuestos a aceptar lo que tengan que decir”, asegura Ripoll. El encuentro es parte del Congreso Internacional el Solutrense, dedicado a celebrar el centenario de las excavaciones en la cueva de Ambrosio. Desde 1992, el equipo de Ripoll ha hallado 30 figuras entre grabados y pinturas de caballos, aves y bóvidos en la cueva de Ambrosio, protegida como Bien de Interés Cultural desde 1986.

Las nuevas imágenes se salen de la norma. “No las vimos hasta ahora porque estábamos mirando la roca desde muy cerca y nunca esperas encontrar imágenes tan grandes”, rememora Ripoll. Junto a la cabeza humana, el equipo ha desvelado otra que representa una testa de cabra de más de un metro de largo. Las figuras están superpuestas y el ojo del humano coincide con el ollar del animal, según los investigadores.

DUDAS SOBRE EL HALLAZGO Si se confirma su validez, el retrato sería algo único. “Hasta ahora se habían encontrado figuras que mezclan rasgos humanos y animales y que llamamos antropomorfos [parecidos a personas]“, explica Muñoz. Los retratos más antiguos que se conocían hasta ahora, hallados en la cueva de La Marche, en Francia, se fechaban en 15.000 años y se atribuían a la cultura magdaleniense. Es la misma oleada cultural a la que pertenecen los bisontes de Altamira, que se pintaron en fechas similares, aunque un nuevo estudio asegura que algunas de sus pinturas son mucho más viejas de lo que se pensaba. Los nuevos grabados de Almería corresponderían a una cultura anterior, la solutrense.

“No puedo ver una figura humana clara porque no veo sobre la pared grabados o pinturas que sean evidentes”, reconoce el arqueólgo francés Jean Clottes tras contemplar las fotografías de la pared en la que está el supuesto retrato. Hoy retirado, Clottes es uno de los prehistoriadores del arte más relevantes de Francia y bajo su mando se estudiaron las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet, una de las muestras de arte Paleolítico más famosas del mundo. Aunque Clottes dice apreciar a Ripoll, es implacable con su propuesta. “Me parece que no hay prueba de un trabajo paleolítico ya que el dibujo sobre la foto parece seguir relieves naturales”, opina.

“Es difícil estar seguro cuando los trazos son poco claros”, apunta el experto en arte rupestre del Museo Nacional de Historia Nacional de Francia Denis Vialou, que asiste hoy al congreso de Almería. “La presencia de pigmentos depositados en la pared parece evidente y la lectura de una cabeza es posible”, admite, aunque no quiere emitir un juicio hasta que vea la cueva con sus propios ojos.

CAZADORES Y NÓMADAS Aquel grupo de humanos tenía 25 o 30 integrantes, todos nómadas dedicados a la caza y la recolección. Hace 23.000 años, durante el periodo conocido como solutrense superior, Almería estaba cubierta de pinos, hayas y castaños así como grandes praderas de pastos. Ripoll cree que los humanos la habitaban de “primavera a otoño” y que después se movían a zonas más cercanas a la costa que, tras la subida del nivel del mar, han quedado sumergidas en el Mediterráneo.

Puede ser el retrato del mejor cazador del grupo, dice Ripoll.

En aquellos tiempos, los momentos más agradables del día sucedían en torno al fuego. “Las temperaturas eran hasta de 20 grados menos que ahora en invierno y en verano”, explica Muñoz. Los habitantes de la cueva hacían enormes fogatas de “siete u ocho metros de ancho” para calentarse, cocinar y fabricar armas, sobre todo puntas de flecha. Se trata de piezas “inconfundibles”, segun Ripoll, ya que están hechas con una variedad de “sílex melado” que solo se encuentra en estos valles. “Comían cabras y mucho conejo y pensamos que la caza de este último era cosa de las mujeres y los niños, mientras los adultos se dedicaban a piezas mayores”, apunta Ripoll.

“Cuando una punta se rompía durante la caza, se guardaba. Una vez en la cueva, se desataba la cuerda de tripa que unía la punta al astil y se arrojaba al fuego, en un gesto que podría ser ritual”, detalla Ripoll. Otros miembros del grupo pulían nuevos filos de piedra. Muñoz y Ripoll han encontrado las esquirlas resultantes de aquella industria, más de 300 puntas y “hasta la piedra en la que se sentaban para llevarla a cabo”, asegura el arqueólogo. Un día, mientras el resto del grupo estaba ocupado en sus asuntos, Ripoll cree que alguien cogió una piedra y se puso a hacer dibujos en una pared a la luz de las llamas.

PEPILLO ES UN ENIGMA Más de 23.000 años median entre el grabado y los ojos de los investigadores que lo estudian. Cuando se les pregunta por qué nuestros antepasados dibujaron estas figuras se encogen de hombros. “Es como si hoy sueltas a un hombre de la Edad Media en una calle de Madrid y ve las señales de tráfico. Le sería imposile entenderlas porque carece del código de interpretación”, razona Francisco Javier Muñoz.

Los investigadores no saben quién es el personaje inmortalizado en la cueva de Ambrosio, pero creen que se trata de un retrato. “Entonces no había espejos, el que lo hizo pintó a alguien”, razona Ripoll. “Puede ser el cazador más importante del grupo, el jefe, o el amigo”, añade. Los investigadores le han bautizado como Pepillo, “o mejor pepeíllo, como dicen aquí en Almería”, explica Ripoll, que hace varias décadas tomó las riendas de unas excavaciones que ya había comenzado su padre durante los años 50 y 60.

Ahora, el objetivo es seguir adelante. Ripoll y Muñoz quieren publicar una monografía con los nuevos hallazgos y luego solicitar a la Junta de Andalucía que les dé permiso para retomar las excavaciones.