“Sueño que mis cuatro hijos vivan algún día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter”, sus palabras iluminaban el recinto, daba aire nuevo a la densidad del colectivo.

Fue un día que ha quedado grabado en la memoria de los estadounidenses, pero también en la de todos los ciudadanos del mundo. El 28 de agosto de 1963, hace 50 años, el reverendo Martin Luther King Jr., dio su famoso discurso en los escalones del monumento a Abraham Lincoln, en Washington D.C.

Se eligió ese día para la gran manifestación porque todos querían rememorar el cruel asesinato de Emmett Louis Till, el adolescente afroamericano, de 14 años de edad, cruelmente asesinado en la madrugada del 28 de agosto de 1955, en Misisipi, por el solo hecho de haberle hablado a una mujer blanca en un restaurante.

Ocho años después, su caso era un símbolo para el Movimiento de Derechos Civiles. Con la memoria fresca y dolida, ese jornada del ‘63, que reunió a más de 200 mil personas, se hizo famosa por una frase: “I have a dream” (“Yo tengo un sueño”), la cual resonó como un grito de esperanza en la larga lucha por los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos.

Esa mañana Martin Luther King había encabezado la marcha de Washington por la libertad y el trabajo. Su discurso tenía aires de sermón, citaba pasajes de la Biblia, y convocaba el espíritu de la declaración de independencia de Estados Unidos y su Constitución política.

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