Durante la época del apartheid, Sudáfrica sólo se preocupaba de los blancos. Pero ahora algunas de las comunidades blancas se enfrentan a un nivel de pobreza e incluso violencia que amenaza su futuro en el país.

Todos aquí, independientemente del color, aseguran que a los blancos todavía les va bien.

Controlan la economía , tienen un desproporcionado nivel de influencia en la política y los medios de comunicación, y todavía son dueños de las mejores casas y los mejores trabajos.

Todo esto es verdad, pero solo en parte.

Si se mira un poco más se encontrará pobreza y un sentimiento de creciente vulnerabilidad.

La pregunta que he venido a responder a Sudáfrica es si los blancos tienen todavía un futuro en el país.

La respuesta, al igual que ocurre con otras cuestiones similares, es un Sí, pero….

SOBREVIVIRÁN LOS MEJORES Parece que sólo determinadas partes de la comunidad blanca tienen realmente un futuro: aquellas con mejor estatus social, los que mejor se adapten.

Los blancos de clase trabajadora, la mayoría afrikáners, están sufriendo una intensa crisis. Pero es una crisis sobre la que no se lee nada en los periódicos o no se ve nada en la televisión, porque es una situación que parece despertar el pasado, un pasado que todos aquí, blancos o negros, quieren olvidar.

Según el activista político Mandla Nyaqela, esto es consecuencia del terrible nivel de brutalidad con el que se trató a la población negra bajo el apartheid.

Está teniendo sus efectos con los blancos de hoy, aunque todavía poseen una parte totalmente desproporcionada de la riqueza del país, afirma Nyaqela.

Esto puede ser verdad. Pero la gente que está sufriendo ahora son los miembros más débiles y vulnerables del a comunidad blanca.

BLANCOS EN LA MISERIA Ernst Roets, un líder afrikáner miembro de la organización AfriForum, me llevó a un campo de ocupas en las afueras de la capital del país, Pretoria. Un campo de blancos.

El campo se levantó en la propiedad de un solidario granjero blanco que se llama, de forma optimista, Sonskyn Hoekie- Esquina Soleada.

Hay autos destartalados y trozos de muebles en todas partes. Entre las chozas de madera hay pozos de basura, agua estancada donde se multiplican los mosquitos. Hay dos baños en todo el campamento.

Según señala Roets, hay 80 campamentos, muchos más grandes que este, sólo en la zona de Pretoria. Y en todo Sudáfrica podría haber 400.000 blancos en estas condiciones.

Sonskyn Hoekie no tiene ni agua ni electricidad. Sus habitantes viven de dos puñados de gachas de avena al día donada por voluntarios locales. No tienen seguro médico, ni plan de vida – al menos no mejor que el que tenían los que no eran blancos durante el apartheid.

No quiero vivir en un lugar así, dice Frans de Jaeger, que antes trabajaba de obrero y que con su barba y sus pecas parece uno de los pioneros bóer, provenientes de Holanda, Alemania y Francia, que colonizaron estas tierras hace casi 200 años.

Pero no me puedo ir, añade.

Su mujer murió repentinamente de cáncer hace algunos años, lo que le llevó a una espiral de alcohol e indigencia.

El peligro de ser blanco y granjero

Los blancos poco formados tienen pocas oportunidades de conseguir un trabajo con tantos sudafricanos negros desempleados.

Pero hay otro grupo de sudafricanos blancos que ocupa un lugar más alto en la escala social, que están muy amenazados, en este caso, literalmente.

Casi cada semana la prensa local habla de asesinatos de granjeros blancos, aunque no se oye demasiado en los medios de fuera del país.

En Sudáfrica existe el doble de posibilidades de ser asesinado siendo un granjero blanco que un agente de policía, y los policías aquí tienen una vida particularmente peligrosa. Los asesinatos de granjeros son especialmente brutales.

La organización de Ernst Roets ha publicado los nombres de más de 2.000 personas que murieron en las dos últimas décadas. Hasta el momento el gobierno no ha querido convertir en prioridad la resolución y prevención de estos crímenes.

ASESINATOS En mi viaje fui a una pequeña localidad llamada Geluik, felicidad. Hace algunas semanas pistoleros entraron en una tienda y abrieron fuego, matando a un granjero e hiriendo a uno de sus hijos y a un trabajador.

No robaron casi nada. Parece que fue un frío y deliberado asesinato. Poco después el hijo del granjero murió de las heridas.

Belinda van Nord, hija y hermana de ambos, respectivamente, cuenta lo peligroso que se ha hecho para los granjeros blancos vivir en el campo. A la policía, según ella, no le interesó demasiado el caso.

En el pequeño cementerio en el que enterraron a su padre y a su hermano hay otras dos tumbas de granjeros asesinados recientemente. El maravilloso paisaje que las rodea se ha convertido en un campo de muerte.

Hace dos décadas había 60.000 granjeros blancos en Sudáfrica; en 20 años ese número se ha reducido a la mitad.

Antiguamente, el sistema del apartheid sólo se ocupaba de los blancos ahora están solos.

Aquellos que se adapten y tengan éxito, tendrán el futuro asegurado. Para los demás, no hay nada asegurado.