La peste negra llegó aproximadamente en 1348 al continente europeo y mató a un tercio de la población. (Foto: Wikicommons)
La peste negra llegó aproximadamente en 1348 al continente europeo y mató a un tercio de la población. (Foto: Wikicommons)
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Redacción EC

Las no son nuevas en la historia de la humanidad, pese a todo lo que se pueda pensar el ha llegado en una época con mayores oportunidades para controlar su explosión. Una desgracia diferente fue el brote de en la Europa del siglo XIV. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta enfermedad causó la muerte de aproximadamente 50 millones de personas, un tercio de la población de aquel tiempo.

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También conocida como la muerte negra, el brote de esta enfermedad en la segunda mitad de la edad media es la segunda gran pandemia de peste (después de la plaga de Justiniano, entre 541 y 543). La peste negra se originó en China y llegó a Europa mediante el tránsito y comercio de la época, en naves que llegaron a los puertos de Italia, Francia y España en los años 1347 y 1348.

En tan solo 4 años logró expandirse por todo el continente. La pandemia de peste negra duró hasta 1351, pero sufrió varios rebrotes que se hicieron más fuertes en los años 1361-63, 1369-71, 1374-75, 1390 y 1400. Incluso en nuestros tiempos se dan reapariciones de la temida peste negra, pero a diferencia del medioevo hoy contamos con la medicina necesaria para poder mitigarla.

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Como se sabe, existen tres tipos principales de peste: la bubónica, la neumónica y la septicémica. Las tres sepas atacaron a Europa casi en simultáneo. Según las obras literarias de la época podemos identificar los síntomas de la peste negra. Una de estas es “El Decamerón de Boccaccio, quien sin saberlo describe los síntomas de los tres tipos de peste en un solo párrafo:

Y no era como en Oriente, donde a quien salía sangre de la nariz le era manifiesto signo de muerte inevitable, sino que en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo (…) inmediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarse en manchas negras o lívidas que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo, a unos grandes y raras y a otros menudas y abundantes”.


El Decameron, Giovanni Boccáccio

En este fragmento del inicio de su texto, el escritor italiano describe la plaga que avanzó con una estela de muerte sobre Florencia en 1348. El contagio de la peste se daba mediante la picadura de piojos y pulgas infectados o por la inhalación de gotículas de saliva (u otro fluido) de una persona que ya está enferma.

Médicos y tratamientos: las recomendaciones de Nostradamus

En el siglo XIV los tratamientos para la peste negra eran diversos. Muchos doctores emplearon la sangría, otros optaron por colocar sapos o sanguijuelas sobre los bubos de los pacientes. Los galenos señalaban que hacían estas prácticas para “rebalancear los humores”.

Sin embargo, un famoso doctor que aquellos tiempos trató la peste negra fue Nostradamus, quien perdió a su primera esposa y sus dos hijos por esta enfermedad. El francés vio su vida marcada por la peste negra y a diferencia de sus colegas él recomendaba que se eliminaran los cuerpos infectados, que los pacientes tomaran aire fresco, bebieran mucha agua y un jugo a base de rosa mosqueta. Además indicaba que no era conveniente realizar sangrías en los pacientes.

Cabe destacar que algunos médicos desarrollaron manuales preventivos ante el inminente avance de la peste negra en el continente europeo. Tal es el caso de Jacme d’Agramont, quien en 1348 al ver los estragos de la peste negra en Roselló decidió hacer un documento preventivo para Lleida. El catedrático de Medicina del Estudi General, escribió una epístola dirigida a la Paeria (el ayuntamiento) sobre la necesidad de prepararse para una próxima crisis sanitaria.

A este texto se le conoce con el nombre de “El Regiment de preservació de la pestilencia”. En él, D’Agramont recopiló una serie de métodos, remedios y recetas para prevenir el contagio de la peste negra. Aún hoy son considerados datos vigentes para la lucha epidemiológica, consideraba necesarias medidas tales como: el confinamiento, la desinfección, la limpieza de calles, la ventilación de las calles y de las casas.

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Un traje contra la peste negra

Los médicos especializados en el tratamiento de la peste negra iban ataviados de un traje protector muy característico. A este atuendo se le conoce como Il dottore della Peste (El doctor de la peste), pero no es del siglo XIV, sino que fue inventado por Charles de Lorme en 1630 ante un rebrote. El traje inventado por el médico francés luego se hizo de uso extendido por toda Europa.

Este atuendo consistía en una gruesa túnica encerada, una máscara cónica con agujeros y lentes de vidrio. Esta máscara les daba el aspecto de aves, en el pico se almacenaban algunas sustancias aromáticas y un filtro de paja, así se protegían del aire miasmático de los enfermos. Además llevaban un bastón para hacer sus exámenes clínicos sin mantener contacto directo con sus pacientes.

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