Los límites del proteccionismo, por Farid Kahhat
Los límites del proteccionismo, por Farid Kahhat
Farid Kahhat

Todos recordamos las amenazas estentóreas de como candidato en materia comercial. No queda claro cuáles de ellas intentará cumplir, pero en la mayoría de casos tendrá grandes obstáculos para conseguirlo. Por ejemplo, la amenaza de adoptar aranceles punitivos contra socios comerciales como China o México. Según un artículo de Rebecca Kysar en “The New York Times”, sería inconstitucional intentar aprobar nuevos aranceles a través de decretos ejecutivos: según la Cláusula de Origen contenida en la Constitución, toda norma que busque generar ingresos fiscales debe iniciar su proceso de aprobación en la Cámara de Representantes. Y el discurso inaugural del republicano Paul Ryan como presidente de la Cámara de Representantes fue inequívoco: el actual período de sesiones no contempla dentro de su agenda la elevación de aranceles. 

Los obstáculos para una deriva proteccionista van más allá del tema de los aranceles. Por ejemplo, si bien la mayoría de los integrantes del nuevo Gabinete no tiene experiencia de gobierno, sí tiene una amplia experiencia en materia de negocios internacionales. Y algunos de ellos han discrepado públicamente de algunas posiciones proteccionistas esbozadas en campaña por el presidente al que ahora sirven. Por ejemplo, durante las audiencias en el Senado para confirmar su designación como secretario de Estado, Rex Tillerson dejó en claro que no compartía la apreciación general de Trump en torno al Acuerdo Transpacífico (conocido como TPP). Y aunque todo parece indicar que Estados Unidos no ratificará ese acuerdo, es probable que más de uno entre sus ministros le hará notar lo equivocadas y contraproducentes que podrían resultar algunas de sus propuestas (en el supuesto, claro, de que un hombre tan versado en negocios internacionales como el propio Trump no sea consciente de ello).

Por ejemplo, la propuesta de preservar mediante medidas proteccionistas los puestos de trabajo de baja calificación generados por el sector industrial. En primer lugar, las cifras muestran que todos los países desarrollados (y no solo EE.UU.) han visto declinar la proporción que los trabajos industriales representan dentro del total de empleos. En segundo lugar, los estudios sobre la materia demuestran que la principal causa de esa reducción en el empleo industrial son los cambios tecnológicos que reducen la demanda por mano de obra, y no tanto la competencia de bienes importados. Por último, el empleo industrial representa tan solo un 10% del empleo total, por lo que no parecen razonables propuestas en su favor que tendrían consecuencias adversas para el conjunto de la economía. Por ejemplo, la aplicación de aranceles a las importaciones de autos procedentes de México, de un lado, encarecería precisamente el tipo de autos a los que pueden acceder los sectores de la población con ingresos relativamente bajos (ello sin mencionar que los aranceles suelen ser impuestos regresivos, dado que los sectores con menores recursos dedican una proporción mayor de su ingreso a la compra de bienes transables, como la ropa, el calzado o los alimentos). De otro lado, un 40% del valor de cada auto que EE.UU. importa desde México se explica por los insumos que México importa desde EE.UU. para su fabricación. Es decir, no hay forma de reducir las importaciones de autos mexicanos sin reducir al mismo tiempo las exportaciones de Estados Unidos hacia México.

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