(Foto: AFP)
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Virginia Rosas

Al decidir de manera abrupta retirar las tropas estadounidenses apostadas en Siria, le ha dejado el campo libre a su homólogo turco, , para atacar a las milicias kurdas en el norte de Siria y erradicar los últimos bastiones del autodenominado Estado Islámico en esa región. Ankara, que anhela convertirse en una superpotencia regional, envía también tropas a Afganistán.

Contraviniendo todos los consejos de sus asesores y el de su propio secretario de Defensa, James Mattis –que renunció tras el anuncio–, el presidente estadounidense tomó de manera unipersonal la decisión de abandonar a su suerte a las milicias kurdas que, hasta el momento, habían sido sus mejores aliadas en la lucha contra el Estado Islámico.

Con esta decisión, el Gobierno Turco no solo recibe carta blanca para luchar contra los yihadistas en Siria, sino también para combatir a los kurdos en la ciudad de Manbij, ubicada a treinta kilómetros de la frontera turca, a orillas del Éufrates. Esa ciudad, recuperada por los kurdos al EI, abre el acceso a un gran territorio del este de Siria, que está controlado por las fuerzas rebeldes sirias, anti Al Asad.

Fuentes diplomáticas citadas por diferentes medios afirman que el encuentro de Trump y Erdogan en Buenos Aires –que en un inicio fue para tratar el Caso Kashoggi, el periodista saudí asesinado en su propio consulado en Estambul– sirvió para que Erdogan le reprochara a Trump el apoyo que su gobierno les daba a los “terroristas kurdos del YPG” (Unidades de Protección Popular) brazo armado del Comité Supremo Kurdo del Kurdistán.

Empezó así una luna de miel que continúa: no pasan tres días sin que Erdogan y Trump hablen por teléfono para definir cómo Ankara será el brazo armado de Washington en la región.

Al parecer subyugado por "los encantos" de Erdogan, Trump no se da cuenta todavía de la caja de Pandora que acaba de abrir. Debería bastarle con las palabras del presidente ruso, Vladimir Putin, quien ha dicho que su amigo Trump ha hecho muy bien al decidir retirar sus tropas. Claro, así Moscú y Teherán podrán más fácilmente pugnar por la hegemonía regional, mientras que el dictador Al Asad se frota las manos, porque ya no habrá quién ose derrocarlo.

Como quien ofrece una abultada dote para facilitar el romance, Erdogan esgrimió buenos argumentos para seducir al multimillonario: la compra de sistemas de interceptación de misiles Patriot por US$3.500 millones. Una alternativa a los misiles rusos S-400 que Ankara ya le compró a Moscú y que deben ser entregados en octubre del 2019.

Steffan de Mistura, el enviado especial de la ONU para el conflicto sirio, acaba de renunciar, tras cuatro años de infructuosos trámites diplomáticos, y aunque se muestra decepcionado con la intransigencia de todas las partes en conflicto, confía en que la diplomacia se imponga a la guerra.

Tras la retirada de las tropas, y pese a la actual calma que reina en Manbij, la suerte que le espera es muy incierta. Es evidente que se prepara una batalla. Y en esa ciudad los kurdos mantienen a miles de prisioneros yihadistas que podrían quedar liberados en medio del caos. La luna de miel de Trump correría el riesgo de transformarse en una larga y amarga luna de hiel.

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