Durante más de siete meses el empresario Eduardo García Valseca vivió dentro de una caja de madera donde lo confinaron sus secuestradores. En ese pequeño espacio sólo podía permanecer de pie o acostado, con la vigilancia permanente de cámaras de televisión y sensores de movimiento.
Era como un armario construido a su medida para mantenerlo oculto. Día y noche escuchaba la misma canción y su baño era un balde. La comida: cabezas y vísceras de pollo con algunos vegetales.
Las pocas veces que estuvo en contacto con sus secuestradores fue cuando le obligaron a firmar cartas para exigir rescate, o en los momentos de tortura. Fue una experiencia extremadamente cruel.
Me dispararon en el muslo y el brazo izquierdo, me rompieron tres costillas a patadas. Durante un mes me inyectaron sangre contaminada y coagulada, hincharon mis venas porque estaba desnutrido y me provocaron una infección, cuenta a BBC Mundo.
No pude recuperar el movimiento de mis piernas, me llevó muchos meses bajar una escalera sin ayuda. Destrozaron emocionalmente a mis hijos y aceleraron la muerte de mi mujer que estaba en recesión de un cáncer que le habían dicho ya no tenía, pero regresó con una fuerza tremenda y la mató.
El secuestro del empresario nunca fue aclarado por completo. García Valseca asegura que sus plagiarios están vinculados a un grupo guerrillero, e incluso realizó investigaciones por su cuenta que entregó al gobierno del expresidente Felipe Calderón.
Pero nunca hicieron nada, al contrario me amenazaron para que no hablara con la prensa.
ESPELUZNANTE Casos como el de Eduardo García ocurren todos los días en México. Recientemente el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que en 2012 se cometieron 105.682 secuestros, pero los ciudadanos sólo denunciaron 1.317 casos.
La cifra ha causado escándalo, incluso en este país que ha vivido los últimos seis años en medio de una violencia creciente por la guerra que emprendió Calderón contra el narcotráfico, y que oficialmente causó la muerte a más de 70.000 personas.
Los plagios en México superan al de otras naciones como Colombia, que durante algún tiempo fue considerado el país con la mayor incidencia de este delito en el mundo.
Es espeluznante, nadie se lo pudo haber imaginado () nadie pudo imaginar una situación de esa gravedad, reconoce a BBC Mundo el activista antisecuestro Eduardo Gallo.
Desde hace un par de años organizaciones civiles han denunciado que aumentó el número de secuestros, e incluso el Observatorio Nacional Ciudadano aseguró que la situación en torno a este delito se encuentra en el peor año desde 1997.
La Secretaría de Gobernación, en cambio, ha sostenido que el delito está en descenso pues las denuncias ante las fiscalías del país son menores a otros años.
Los activistas no están de acuerdo con esta versión. Eduardo Gallo, por ejemplo, sostuvo que por cada secuestro denunciado existían al menos 14 que no se reportaban a las autoridades. No obstante la reciente cifra del Inegi le sorprendió.
Ahora resulta que son cien por cada uno denunciado. Es inaudito, rompe todo parámetro.
POLICÍAS Y SECUESTRADORES Los datos sobre el secuestro del Inegi forman parte de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2013, que por primera vez estimó la incidencia de delitos graves en la población.
Esto significa que los secuestros cometidos en 2012 son apenas una muestra de la situación que ha ocurrido desde hace tiempo y de la que se sabía muy poco, reconocen especialistas.
Los plagios, como las desapariciones forzadas, son delitos que casi nunca se informan a las autoridades por el miedo de las víctimas y sus familiares, señala el director de Estadísticas de Gobierno, Seguridad Pública y Justicia del Instituto, Adrián Franco.
Por eso no se denunció el 98% de estos delitos, lo que significa que nunca fueron investigados y los delincuentes permanecen impunes, sostienen especialistas.
Más allá de las estadísticas, las cifras del Inegi evidencian el fracaso de la estrategia de seguridad del gobierno de Calderón, coinciden los entrevistados.
No puede pensarse que puede haber 105.000 secuestros en el país, sin que estén amafiadas muchas policías en los estados donde ocurren, advierte el activista Gallo. Hay corporaciones putrefactas y no se ha hecho lo que debía hacerse. El trabajo del gobierno pasado está en dudosa credibilidad.
Desde hace décadas muchas de las bandas de secuestradores han sido formadas por expolicías o cuentan con el apoyo de agentes en activo.
Por ejemplo Daniel Arizmendi, quien en la década de los años 90 cortaba las orejas de sus víctimas para exigir rescates, fue policía en el estado de Morelos igual que su maestro, Andrés Caletri.
Y recientemente la Procuraduría (fiscalía) General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) reconoció que tres agentes de la Secretaría de Seguridad Pública plagiaron a un colombiano en un barrio de Ciudad de México. La víctima sigue desaparecida.
¿POR QUÉ? Esta complicidad explica en parte los miles de plagios que suceden en México, pero también la impunidad de los delincuentes, advierte García Valseca.
De acuerdo con cifras oficiales en promedio el 2% de los delitos denunciados se resuelven y sus responsables son encarcelados. Una tendencia que es clara en el caso de los secuestros, según el Inegi.
Los datos pueden ser aún más graves pues varias fiscalías estatales no han entregado al Sistema Nacional de Seguridad Pública los informes estadísticos sobre éste y otros delitos.
Eso demuestra la triste realidad que vive el país, es espeluznante, peligrosísimo, señala García Valseca. Nos convertimos en el país más peligroso del mundo en secuestros.