DAVID HIDALGO @DavidsCreator Redacción Online
La vieja casa de esquina del 8115 de la calle Vilakazi, ubicada en la zona oeste de Orlando en Soweto, tiene una historia tan valiosa como cada ladrillo que sirvió para edificarla en 1945. Esta es la vivienda que habitó por largos años Nelson Mandela, quien falleció hoy a los 95 años, y que significó para él, y para todos los sudafricanos que sufrieron la segregación racial, un antes y un después de la dura etapa del ‘apartheid’.
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Esa noche regresé con Winnie al 8115 en Orlando West. Fue entonces cuando sentí en mi corazón que había dejado la prisión. Para mi el 8115 fue el punto central de mi mundo, el lugar marcado con una ‘X’ en mi geografía mental, señaló Mandela, tras haber logrado su libertad en 1990, luego de haber sido encarcelado por razones políticas en 1962 en la prisión de Robben Island.
Mandela vivió en esta casa desde 1946. Aquí llegó con su primera esposa, Evelyn Mase Ntoko, de quien se divorció en 1957. En 1958, compartió el techo con su segunda esposa, Winifred Nomzamo Madikizela (Winnie).
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Después de conseguir su libertad, en 1990, Mandela vivió aquí con su familia hasta 1996, para luego mudarse a su vivienda actual en Houghton. Fue donada por el propio Mandela a la Fundación Heritage en Soweto el 1 de setiembre de 1997 y la finalidad es proporcionar una experiencia eficaz, eficiente y significativa para todos los visitantes, para informarles de la historia del presidente Nelson Mandela, tanto en el contexto de su casa, y en el contexto de su vida en conjunto, de manera que promueva los derechos humanos, la democracia, la reconciliación, respeto mutuo y la tolerancia entre los pueblos de Sudáfrica.
La Casa Mandela es visitada por cientos de turistas cada día, y durante el Mundial de Sudáfrica 2010, la afluencia se incrementó por miles. Abrió sus puertas de lunes a domingo desde las 9 a.m. hasta las 5 p.m. o 4:30 p.m. (domingo), y por 60 rand (8 dólares, precio para extranjeros), se podían apreciar los pequeños espacios de esta vivienda que el propio Mandela se encargó de describir antes de donar su casa.
La casa en sí era idéntica a cientos de otras construidas en parcelas de caminos de tierra. Tenía el mismo techo de lata estándar, el mismo piso de cemento, una estrecha cocina, un baño y un cubo en la parte posterior. Aunque había farolas fuera, usamos unas lámparas de parafina porque las casas aún no estaban electrificadas. La habitación era tan pequeña que una cama de matrimonio ocupaba casi todo el espacio del piso, señaló ‘Madiba’.
Alrededor de la Casa Mandela había negocios de ‘souvenirs’ y hasta bailarines africanos que danzaban ritmos ancestrales con trajes típicos, tan diminutos, que resultaba casi una tortura por los 10 grados de temperatura en el invierno sudafricano en Johannesburgo, durante la Copa del Mundo.
La fila para ingresar a la casa era larguísima, pero valió la espera para recorrer y sentir su energía en los espacios en los que habitó el Premio Nobel de la Paz en 1993, cuyo recinto es considerado por el gobierno de Sudáfrica un monumento nacional. Un hombre no es hombre hasta que no tenga una casa propia, sentenció Mandela.