ÁNGEL HUGO PILARES @angelhugo Redacción online

Una pared de Libia tiene escrita la siguiente sentencia “Gadafi=Vampire”. Y no parece estar lejos de la verdad: mientras líderes sudamericanos como Hugo Chávez y Rafael Correa califican de “crimen” la presunta ejecución de Muamar Gadafi, no pocos han olvidado las atrocidades promovidas y protagonizadas por el dictador. Si bien su ejecución aún está en tela de juicio, lo que no parece estarlo es lo aberrante de los crímenes que cometió durante los 40 años que duró su gobierno.

1. MUJERES VIOLADAS. Una de las acusaciones contra Gadafi viene de su círculo interno. Cinco de las amazonas que conformaban esa corte de 400 mujeres preparadas para dar la vida por el dictador narraron con lujo de detalles al sicólogo Sehram Sergewa, en la ciudad libia de Bengasi, que había sido víctima de violaciones sistemáticas no solo por el propio dictador, sino por los hijos de este. En detalles que reveló el Malta Times on Sunday, una de ellas contó que fue chantajeada para pertenecer a este grupo de mujeres soldados de élite que, según los allegados a Gadafi, eran obligadas a mantenerse vírgenes. A ella le dijeron que si no se unía al cuerpo de seguridad del líder libio vería cómo su hermano acusado de tráfico de drogas pasaba el resto de su vida en la cárcel.

2. SOLDADOS=MÁQUINAS DE MATAR. Los soldados varones de Gadafi no estaban exentos de experimentos. Susan Rice, embajadora de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas lanzó un anuncio estremecedor: aseguró que Gadafi distribuía viagra entre sus soldados para fomentar las violaciones a mujeres libias. Rice no develó la fuente de dichas informaciones y otro diplomático aseguró que era solo una manera de ilustrar la capacidad de Gadafi para hacer el mal.

3. LEYES PARA MATAR. Yo podría emitir en cualquier momento una sentencia de muerte, porque la ejecución es el destino de cualquier persona que forme un partido político. Esa fue la declaración que Muamar Gadafi hizo en un discurso en noviembre de 1974, y que cumplió a rajatabla: además de las desapariciones de opositores, de las manifestaciones estudiantiles reprimidas en medio de baños de sangre y la detención de cualquiera que sea enemigo de la revolución, el dictador autorizó la ejecución 22 oficiales y varios civiles que participaron en un intento de golpe de estado.

4. LOS PERROS CALLEJEROS. En 1980, las autoridades libias aprobaron una ley que calificaba así a los opositores en el exilio. La justificación de este dictamen que permitía su ejecución la dio el entonces subdirector de Gadafi, Abdel Salam Jalloud: Muchas personas que huyeron al extranjero se llevaron bienes pertenecientes al pueblo libio Ahora están poniendo sus ganancias ilícitas a disposición de la oposición, el imperialismo mundial e Israel, dijo.

5. ASESINATOS EN MASA. Como si no fueran prueba suficiente las fosas comunes que se han encontrado en las cercanías a Trípoli y otras ciudades libias, el propio Gadafi reconoció, el 2004, que entre el 28 y 29 de junio de 1996 mandó a ejecutar a más de 1.000 prisioneros. Increíblemente, el sanguinario dictador afirmó que las familias de los presos “tenían derecho a saber lo que ocurrió”.

6. EL CRIMEN VIENE DE FAMILIA. Shweyga Mullah fue “descubierta” –por así decirlo– por los periodistas en las inmediaciones del complejo urbanístico que Gadafi y sus hijos usaban como residencia de verano. Llevaba el rostro desfigurado por las quemaduras que la esposa de Hanibal, uno de los hijos de Gadafi, le había ocasionado. ¿El motivo? Mullah, niñera de los nietos del dictador, no quería pegarle a uno de los pequeños para que deje de llorar. Aline, la nuera, le ató manos y piernas en el baño y, tras colocarle cinta adhesiva en la cara, procedió a echarle agua hirviendo. “Me prohibió dormir en tres días; me obligó además a pasar la noche a la intempeterie y amenazó al resto del servicio con aplicarles el mismo castigo si me daban comida. No tenía aguaNada”, fue el aterrador testimonio. En un país donde Gadafi se creía todopoderoso, los suyos pensaban que eran dioses.