Renzo Giner Vásquez

Gritos de protesta y lágrimas marcaron este jueves la conmemoración por el quinto aniversario del genocidio sufrido por el pueblo a manos del Ejército de .

Miles de los refugiados que sobreviven en precarias situaciones en las decenas de campamentos instalados en la vecina Bangladesh se manifestaron exigiendo el fin de la crisis que viven desde hace décadas -y que se ha visto agravada en los últimos años- con la esperanza de poder volver a sus tierras de origen, reportó la agencia EFE.

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Los rohingyas, una etnia musulmana asentada originalmente en el noroeste de Myanmar, ha sido perseguida desde que dicho país consiguió la independencia de los británicos, en 1948.

El régimen del general Ne Win en 1962 llevó esta persecución a otro nivel, siendo orquestada desde las fuerzas estatales y despojando a los rohingyas de su ciudadanía y todos sus derechos.

Con el paso de los años, un rohingya, por ejemplo, no se puede casar con alguna mujer que no sea de su religión, no puede viajar sin permiso de las autoridades, no tiene derecho a poseer tierras ni propiedades, entre otros.

Las ofensivas militares han provocado que esta población viva numerosos éxodos desde entonces, registrándose en el 2017 el más reciente. Tras una operación ordenada por el Gobierno, más de 300 aldeas rohingyas fueron incendiadas, se registraron violaciones, más de 25 mil asesinatos y la huida de 725 mil de sus miembros.

A la fecha, hay más rohingyas refugiados (980 mil) y desplazados internamente (1,1 millones) de los que aún consiguen subsistir en su lugar de origen (600 mil), la antigua Burma hoy llamada Rakhine.

Son, además, el mayor pueblo en condición de apatridia; es decir, no son considerados como nacionales por ningún gobierno del mundo. Esto ha conllevado a la condena internacional en innumerables ocasiones, siendo la última de ellas el pronunciamiento del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, que consideró la masacre del 2017 como un genocidio.

Pese a ello, hasta la fecha no se ha alcanzado la meta propuesta por la ONU en el 2018 para ayudar a esta población. En ese entonces, las Naciones Unidas solicitaron 825,4 millones de dólares para atender a los cientos de miles de refugiados de esta etnia que, a su vez, han sobrepasado las capacidades de Bangladesh, el vecino país que acoge a la mayoría de la población.

Con el paso del tiempo, la meta ascendió hasta los 950,8 millones de dólares de los cuales solo se han logrado cubrir 688,1 millones, según datos de la ONU.

En la infografía desarrollada por El Comercio que puede encontrar al inicio de este artículo resumimos el tortuoso camino, marcado por las desgracias, que ha debido transitar este marginado pueblo.