(Ilustración: Giovanni Tazza / El Comercio)
(Ilustración: Giovanni Tazza / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Base de Tranquilidad aquí, el Águila ha aterrizado”. Han pasado 50 años desde que Neil Armstrong pronunció esa frase, confirmando lo que hasta entonces se limitaba a la imaginación o a las películas de ciencia ficción. El hombre había alcanzado la .

La exitosa misión Apolo 11 significaba, además, que Estados Unidos había llegado primero a la meta de la carrera espacial que mantenía con la Unión Soviética desde 1957, pese a las múltiples victorias soviéticas previas.






La competición fue uno de los elementos más llamativos de la Guerra Fría y significó una prolífica etapa de inventos que hoy han pasado a ser parte de nuestra vida cotidiana.

Sin embargo, le siguió una época en la que aparentemente perdimos el interés por nuestro satélite. “Cuando Richard Nixon [quien fue presidente de EE.UU. entre 1969 y 1974] dijo que ganaron, ya no sabía qué más hacer. El desafío era llegar, colocar el primer pie, poner la bandera. Pero eso no significa que no se haya seguido con otros importantes logros, como el desarrollo de robots espaciales, enviar satélites a otros planetas o asteroides y poner la mira en Marte”, dice a El Comercio la asistente de investigación de la Dirección de Astrofísica de la agencia espacial peruana Conida Vanessa Navarrete.

—Las potencias de hoy—

La disolución de la URSS y el fin de la Guerra Fría reestructuraron el tablero espacial e introdujeron nuevos actores. “Es un poco difícil ponerlos en orden, pero sería algo así: EE.UU. con Canadá; China y su grupo de influencia; y Rusia, que sigue siendo potencia y es la que alimenta a la Estación Espacial Internacional. Esos son indiscutidos”, explica Julio Heraud, director del Instituto de Radioastronomía de la PUCP. “Luego vendrían Europa, Japón y el grupo de la India con Pakistán y Bangladesh”.

“Es importante destacar que China es abierta a compartir su información, a diferencia de EE.UU. y Rusia”, agrega el director del área de Instrumentación Científica de Conida, Vladimir Juárez.

Los tres expertos, además, coinciden en dos puntos sobre la actualidad espacial: la inversión privada permitió reanudar la carrera y existe un acceso más democratizado al universo basado en la colaboración entre los diferentes programas nacionales. “En algunos países, como Rusia, la participación estatal es fuerte. Pero la mayoría necesita de la empresa privada”, añade Navarrete.

En ese sentido, Elon Musk y Jeff Bezos –cabezas de SpaceX y Blue Origin– representan a la perfección la aparición de los privados en el juego. “Yo diría que se tiene un 50-50 de participación. En el Perú se debe entender que cuando inviertes en ciencia no lo recuperarás de inmediato. Es a largo plazo”, dice Juárez.

Sobre el segundo punto, en el 2014 el cosmonauta Fiodor Yurchikin resumió la situación actual en una frase durante una entrevista con El Comercio. “Un colega dijo una vez que vas al espacio siendo patriota de tu país, pero regresas siendo patriota de la Tierra. Ahí entiendes que la humanidad tiene una sola casa”.

“Ya no hablamos de una carrera, es más un trabajo en equipo entre naciones. Hemos entendido que solos no logramos mucho”, opina Navarrete.

(Imagen: El Comercio)
(Imagen: El Comercio)

—¿La Luna o Marte?—

La NASA se ha propuesto enviar una misión tripulada al polo sur de la Luna en el 2024 y que los humanos lleguemos a Marte para el 2030. Musk fue un poco más allá anunciando que buscaría llevar terrícolas al Planeta Rojo para el 2025. Los expertos se muestran cautos.

“No parece realista, pero no puedo juzgar porque hay muchas cosas que se están desarrollando. Hay saltos que hacen posible esto”, dice Heraud. Navarrete lo considera un megadesafío comparable al alunizaje de 1969.

Los expertos coinciden en que para lograrlo la Luna deberá servir como una escala. “La Luna tiene condiciones adversas, nos servirá para ver cómo protegernos de ellas. Por eso se necesita una estación ahí”, apunta Navarrete. “El pozo potencial marciano es mucho más grande y el descenso más complicado que en la Luna”, añade Heraud.

En todo caso, una generación puede preservar la esperanza de ver a la humanidad conquistar la Luna y Marte. 

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200 mil mlls.

de dólares le costaría a la NASA repetir el programa Apolo hoy en día. Sin embargo, su presupuesto actual apenas supera los US$21 mil millones.

5 alunizajes

se consiguieron tras el Apolo 11. Estas fueron: Apolo 12 en 1969, Apolo 14 y 15 en 1971, Apolo 16 en 1972 y el Apolo 17 en 1972.
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Los logros del Perú
Nosotros también estamos presentes 

Desde el tungsteno peruano con el que se elaboró el sistema electrónico del Apolo 11 hasta los satélites educativos construidos acá, sin olvidar el aporte de Pedro Paulet como pionero del motor a propulsión con combustible líquido, nuestro país ha acumulado una serie de logros pese a las adversidades.

Tenemos tres satélites educativos en órbita. Uno de ellos, el
Pocket-PUCP, es el más pequeño de la historia puesto en órbita. Mientras que el PeruSat-1 es el más potente de su clase en la región.

En Jicamarca, contamos con el radar ionosférico más grande y potente del mundo. Y los conocimientos desarrollados acá podrían servir, incluso, para intentar desarrollar un modelo de prevención sísmica.

“Los métodos que utilizamos son los de radioastronomía. Así como para ver galaxias usamos un telescopio, con la Tierra el radiotelescopio apunta hacia abajo. No olvidemos que estamos parados sobre un astro”, explica Heraud, involucrado en esa investigación.

Sin mencionar las investigaciones que diversos centros desarrollan en la actualidad, las cuales aumentarían significativamente si contaran con mayor apoyo financiero, estatal o privado.

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