Milagros Asto Sánchez

Cada paso que el papa Francisco dé en Irak estará impregnado de máximo simbolismo y no exento de riesgo. El 5 de marzo, cuando el pontífice entre a la catedral de Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad, recorrerá uno de los escenarios más sangrientos de la persecución contra los cristianos en ese país. Once años atrás, Al Qaeda irrumpió en esa misma iglesia durante una misa, tomó rehenes y provocó una masacre que dejó más de 50 muertos.