El fútbol, religión para cientos de millones de personas en todo el planeta, vuelve a vibrar en el Vaticano con el inicio del pontificado de Francisco, el primer papa latinoamericano. Dios parecía dormido en los últimos tiempos en el Vaticano, admitió Benedicto XVI el 27 de febrero, un día antes de dejar de ser papa.
Y el fútbol, en cuanto a interés papal, también. Basta con escuchar lo que dijo esta semana en Doha el alemán Wilfried Lemke, asesor de Deportes del secretario general de las Naciones Unidas. Estuve en el Vaticano hace dos o tres años y hablé con un amigo de Benedicto XVI. Y me dijo que no le gustaba el fútbol, aseguró Lemke antes de dejar en no exactamente buena posición a su compatriota Joseph Ratzinger, el primer papa desde el año 1.294 en renunciar al pontificado.
¿Cómo puede ser que a una persona tan importante no le guste el fútbol? Lo crean o no, la razón es que cuando era pequeño y quería jugar los otros niños no lo elegían, explicó el alemán. Es un ejemplo perfecto de exclusión en el deporte.
No será ese un problema para el argentino Jorge Bergoglio, el primer papa latinoamericano en más de 2.000 años de historia de la iglesia católica y tan —¿o más?— apasionado por el fútbol que el hasta ahora más futbolero de los papas, Juan Pablo II.
JUAN PABLO II AMABA EL FÚTBOL Sumo pontífice entre 1978 y 2005, el polaco Karol Wojtyla siempre estuvo muy ligado al fútbol. Jugó en su juventud, básicamente como arquero, en el MKS Cracovia. El joven Wojtyla, era, según aquellos que lo vieron en esos años, un buen futbolista. Ya convertido en papa, el FC Barcelona lo hizo socio con el carnet número 108.000.
En su libro Vaticanerias, el periodista Nino Lo Bello aseguró que la ceremonia del 22 de octubre de 1978 en que Juan Pablo II inició su pontificado comenzó a las 10 de la mañana para no coincidir con un partido que la televisión emitiría en la tarde, el que la Roma ganaría por 2-0 al Bologna.
Esa sensibilidad no alcanzó para que Juan Pablo II se entendiera con el argentino Diego Armando Maradona, que en sus años en el Nápoli visitó el Vaticano junto a su madre y su esposa e hizo un crudo balance: Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo.
La Conferencia Episcopal Argentina le respondió con dureza: Las declaraciones de Maradona demuestran los efectos terribles que la droga tiene sobre una persona que fue creyente.
Los techos del Vaticano siguen igual que entonces, pero el nuevo papa Francisco no debe temerle a un arranque de ira de Maradona. No solo porque el fútbol vive otra era, la de Leo Messi, sino porque el campeón mundial de México 86 ya se entusiasmó con su compatriota. “El Dios del fútbol es argentino, ahora también el Papa es argentino”, bromeó. En cuanto vaya a Italia, espero poder tener una audiencia con él.
El PAPA ’CUERVO’ Hincha de San Lorenzo desde niño, Bergoglio se sabe de memoria la alineación del equipo campeón de 1946. “Que gane San Lorenzo”, pidió, ya convertido en Francisco. Y los ‘cuervos’ ganaron 1-0, para alegría del primer papa cuervo —tal la descripción del presidente del club— que vio hoy en la Plaza San Pedro una enorme bandera de su equipo.
El papa argentino no deja de sorprender: tiene rendido a Maradona a sus pies, un encuentro con Messi no debería demorarse demasiado y ahora el tercer integrante de la santísima trinidad del fútbol argentino, Alfredo Di Stéfano, cree que quizás jugaron juntos en las calles de Buenos Aires.
Fuimos a la misma escuela. Él vivía en una Iglesia a dos calles de la casa de mi familia, donde aún reside mi hermana Norma. A lo mejor el Papa fue alguno de los chicos con los que yo jugaba a la pelota en la calle, explicó en un reciente artículo en el diario deportivo español Marca.
Di Stéfano tiene 86 años, diez más que el papa. Para toda una generación —y eso incluye la de Francisco—, el argentino nacionalizado español fue el jugador más grande que haya visto el fútbol.
En los días en que se gestaba la elección de Bergoglio, en el Vaticano se celebraba la Clericus Cup, una especie de Mundial de fútbol que se disputa desde hace seis años y está reservado exclusivamente a seminaristas y sacerdotes. Con Benedicto XVI eso era un hecho, pero con Francisco, pese a su edad, nadie se atrevería a descartar la primera incursión de un papa en el torneo.