MIGUEL VIVANCO Corresponsal en Washington

Mientras demócratas y republicanos mantienen discusiones bizantinas sobre la aprobación de un presupuesto que termine con el ‘shutdown’ (cierre) parcial del gobierno federal, en la calle miles de personas ya viven en carne propia el problema.

Muchos creen erróneamente que los únicos afectados son los 800 mil empleados públicos o los miles de turistas que todos los días llegan a Washington, olvidándose de los trabajadores privados que brindan servicios múltiples y aquellos que reciben asistencia social.

Este drama de millones de personas arrancó el 1 de octubre, comienzo del año fiscal 2014 en EE.UU. Hoy los políticos se culpan mutuamente del problema, pero se olvidan de la gente de a pie.

Ayer ni siquiera la situación de la bolsa de valores pudo quebrar la terquedad legislativa. Wall Street moderó los descensos en la recta final de la jornada, pero el Dow Jones, su principal indicador, terminó con un retroceso del 0,9% y perdió la barrera de los 15.000 puntos, preocupado por el ‘shutdown’.

TESTIMONIOS CALLEJEROS Los esposos Manuel y María Alfaro, propietarios de la camioneta El Fuego, dijeron a El Comercio que el cierre afecta de manera directa a su negocio de comida peruana. “Nuestros clientes son en su mayoría empleados públicos. En tres días nuestra clientela bajó en 25%, lo cual en dinero representa una merma diaria de casi mil dólares”, sostiene Manuel.

Eso no es todo. Los Alfaro tenían un contrato especial para atender esta semana a los funcionarios que se preparan para asistir a la reunión anual del Banco Mundial, pero por el cierre se canceló parte del contrato. “Esta semana nos dijeron que solo trabajaríamos dos de los cinco días pautados inicialmente. Eso nos afecta, pero al parecer a nadie le importa”, se indigna el peruano.

Al mexicano Isidro Martínez, empleado del Departamento de Agricultura, le preocupa la situación tanto en plano personal como en laboral. “El mes pasado ayudé a mi hijo menor a solucionar un problema relacionado con el pago de su hipoteca. La mitad de mis ahorros se fueron en la operación bancaria y mis tarjetas de crédito están al límite. Si esto no se soluciona, no sé qué más puedo hacer. Endeudarse sin la seguridad de tener un empleo, sería una locura”, manifiesta.

Agrega que siente remordimiento por no haber podido depositar en el correo los cheques de subsidios a granjeros de bajos recursos. “Muchos son ancianos que necesitan comprar fertilizantes para sus cultivos o alimentos para sus animales. Ellos viven al día y mientras dure el cierre no recibirán ni un centavo. Eso duele. Ellos son votantes, pero a los legisladores parece que no les importa”, indica el mexicano.

El turista argentino Agustín Ricci, quien ahorró un año para visitar los monumentos históricos de Washington, no podía entender cómo se puede “cerrar” una ciudad. “Es frustrante llegar con la ilusión de visitar el monumento a Lincoln, el museo del espacio o recorrer los parques nacionales y que todo esté cerrado. Los baños están cerrados, la basura acumulada y nadie te da información”.

Señala que muchos turistas frustrados no respetan los letreros de cierre e ingresan a los monumentos abiertos. “Yo siempre pensé que solo en América Latina podía ocurrir eso. Aquí es peligroso porque la policía puede arrestarte o dispararte Me dicen que lo mismo pasa en Nueva York. ¿Para qué vine a EE.UU.?”, dice.