Mientras un chileno sorteaba a cuatro australianos, un grupo ingresó al campo. Eran once opositores exiliados por la dictadura que durante todo el partido habían gritado "Chile sí, Junta no" desde la tribuna. (Captura de imagen)
Mientras un chileno sorteaba a cuatro australianos, un grupo ingresó al campo. Eran once opositores exiliados por la dictadura que durante todo el partido habían gritado "Chile sí, Junta no" desde la tribuna. (Captura de imagen)
Redacción EC

El cronómetro del partido marcaba 53 minutos. El marcador, por su parte, indicaba que Francia vencía a Croacia por 2 a 1 en la final de Rusia 2018. Los croatas, en busca del empate, armaban una jugada desde la media cancha, cuando de repente cuatro personas invadieron el campo. El juego se detuvo. Agentes de seguridad ingresaron y minutos después se supo que los invasores eran activistas del grupo punk ruso Pussy Riot.

La imagen, aunque sorprendente, no es inédita.

Nos remontamos al Mundial de Alemania 1974. Chile, quien se encontraba en el Grupo 1 junto a Australia y las dos Alemanias, disputaba su último partido de esa fase buscando superar a los 'Socceroos', debutantes en torneos mundialistas.

La Roja necesitaba ganar y esperar el resultado entre los germanos para pasar. Si bien muchos hinchas chilenos esperaban un cómodo triunfo, otro importante sector deseaba que caiga la bautizada como "Selección de los Militares".

Desde que viajaron a Alemania, los dirigidos por Luis Alamos habían sido custodiados por la policía. Tenían prohibido hablar con la prensa extranjera, leer periódicos alemanes y escuchar radio.

La consigna, ordenada desde la Junta de Gobierno en Santiago de Chile, era impedir que el mundo conozca detalles sobre la dictadura de Auguso Pinochet.

La misma en la que, según los informes Rettig y Valech, torturaron a 28 mil personas, ejecutaron a más de 2 mil, desaparecieron unas 1.200 y otras 200 mil fueron exiliadas.

De regreso al partido, que entraba al segundo tiempo tras una tediosa primera mitad sin goles, chilenos y australianos lidiaban con la torrencial lluvia que caía sobre el Olímpico de Berlín.

Repentinamente, mientras un jugador chileno sorteaba a cuatro australianos, un grupo de personas ingresó al campo. Eran once opositores exiliados por la dictadura que durante todo el partido habían gritado "Chile sí, Junta no" desde la tribuna.

Portaban una bandera gigante de Chile sobre la que habían escrito: "Chile socialista". Las 14.681 personas presentes en el estadio y los millones que veían la transmisión televisiva fueron testigos de la escena.

Los activistas llegaron hasta la mitad del campo, agitaron la bandera, la pusieron sobre el césped y la inclinaron para que la cámara la enfoque. Inmediatamente, una treintena policías alemanes ingresó para detener a los invasores, quienes fueron liberados esa misma noche.

Tras largos minutos, el juego se reanudó. A los 59' un gol del chileno Carlos Caszely, tristemente célebre por ser el primer jugador en recibir una tarjeta roja en un Mundial, fue anulado y finalmente ninguno pudo romper el empate.

Los militares lo lamentaron. Los exiliados, por otra parte, festejaron la eliminación. Un pase a la siguiente ronda, para ellos, habría significado una victoria para Pinochet.

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