Chile vive su quinta jornada de manifestaciones callejeras que iniciaron como una protesta contra el alza de pasajes en el transporte público y no tardaron en convertirse en una serie de reclamos sociales.
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“No son 30 pesos, son 30 años”, es una de las frases más repetidas en las movilizaciones, en referencia a que el problema de fondo sería la serie de medidas adoptadas por los gobiernos de las últimas tres décadas, desde la caída del dictador Augusto Pinochet.
Las cinco jornadas, que han incluido cuatro noches con toques de queda y despliegues de militares en las calles, inédito desde la restitución de la democracia en el vecino del sur, han registrado además 15 muertes, más de 1.000 detenidos y decenas de actos vandálicos.
RAZONES DE LAS PROTESTAS
Las imágenes de incendios callejeros y enfrentamientos con las fuerzas del orden podrían, a golpe de vista, darnos la idea de que Chile vive movilizaciones idénticas a las que afrontó Ecuador hace un par de semanas a causa del reajuste económico implementado por el Gobierno de Lenín Moreno para cumplir con un acuerdo con el FMI.
Sin embargo, una de las principales diferencias reside en que mientras la disolución de la medida en Quito puso fin a las protestas, la misma decisión no causó mayor efecto en Santiago de Chile.
“El tema del alza del pasaje del metro es solamente un síntoma de algo muchísimo más profundo, que tiene que ver con el alto costo de vida que tienen los chilenos y las chilenas, y al mismo tiempo los bajos salarios y la dificultad que tiene la gente para llegar a fin de mes con sus salarios”, explica a El Comercio Sofía Donoso Knaudt, socióloga de la Universidad de Chile e investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) de la misma institución.
Un sistema de pensiones que no consigue cubrir las necesidades de los jubilados, un sistema de salud que tiene a tres cuartos de la población descontenta, el noveno sistema de transporte más caro en el mundo en función de los ingresos medios de la población, la privatización del servicio de agua, problemas en el sistema educativo y corrupción política y empresarial son los mayores reclamos en el país.
“Desde la perspectiva de los movimientos sociales en general, no hay ningún fenómeno social que se explique solo por una sola causa. Hay muchos fenómenos con múltiples causalidades. Cuando se acumulan este tipo de variables basta una coyuntura específica para que finalmente se cree un movimiento social de estas características”, explica Gloria de la Fuente, politóloga y directora de la Fundación Chile 21.
De la Fuente, además, precisa que los movimientos sociales que desencadenaron por esos reclamos en años previos no deberían ser vistos como hechos aislados sino, mas bien, como una conexión de reclamos.
“Los movimientos sociales no son la fotografía de un momento. Los movimientos del 2006, los del 2011, el movimiento feminista del año pasado, todas son ebulliciones de demandas de la sociedad que la institucionalidad política tiene muchas dificultades para responder”, precisa.
Lo que hace particular a las movilizaciones iniciadas este viernes, según Donoso, es que es un malestar transversal en la población y no exclusivo de un solo grupo.
“Hoy no hay un actor central que esté conduciendo esto, es un movimiento bastante espontáneo en el que la gente ha salido a manifestarse en contra de muchos malestares particulares que tienen un trasfondo común", dice.
MALAS DECISIONES
Si hasta inicios de la semana pasada Chile podía ser considerado un ejemplo de estabilidad económica, política y social en la región, hoy podría ser tomado como una guía de acciones a evitar ante un estallido social, según ambas analistas.
“Es un conjunto de decisiones desafortunadas y como trasfondo continuo una política comunicacional completamente errática. Hay un problema de orden público, los saqueos son reales, pero no hubo ningún gesto hacia quienes se manifiestan de forma pacífica en el país", opina Donoso. "Todas las vocerías del gobierno criminalizan las protestas y meten a todo dentro del mismo saco cuando son dos fenómenos totalmente distintos. Por una parte están las protestas contra el Gobierno y la militarización de nuestras calles, por otro lado tenemos delincuencia pura y dura que aprovecha de estos días de caos”.
Para De la Fuente, la razón detrás de ese escenario es el poco interés de parte de la élite política hacia la preocupación social.
“El Gobierno en particular y el mundo político en general lo miró con distancia, no lo tomó en cuenta a tiempo. Y finalmente, lo que el viernes o la semana pasada habría sido una respuesta suficiente que era el freno al alza, a estas alturas, desarrollados los hechos y medidas como el toque de queda ya parece insuficiente ahora”, explica.
GOBIERNO Y PUEBLO: DOS ACTORES LEJANOS
Pocos ejemplos podrían reflejar mejor la lejanía existente entre el pueblo y la élite política en Chile que las recientes acciones de la pareja presidencial, compuesta por Sebastián Piñera y Cecilia Morel.
El primero tuvo lugar el viernes por la noche, cuando Piñera fue a comer una pizza en un restaurante ubicado en una de las zonas más exclusivas de Santiago poco después de que estallaran las protestas en la capital.
El segundo se conoció la mañana del martes, cuando se difundió un audio en el que Morel soltaba polémicas frases sobre las manifestaciones, entre ellas, la que más caló fue “vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.
“Ese audio es muy raro, es muy raro que se filtre así. Pero también el hecho de que el presidente Piñera el viernes por la noche, cuando la crisis estaba bastante aguda, con edificios ardiendo en la capital, decide ir a un restaurante en el barrio más caro de Santiago a comer una pizza que cuesta 20 veces un pasaje de metro. Que nadie en su círculo de asesores le haya dicho: ‘oiga, presidente, se va a ver feo’. Eso también expresa que está rodeado de gente que comparte su sentido común, uno que no es el mismo que el del común de los chilenos”, opina Donoso.
“El problema hoy en día en Chile es que hay muy poca legitimidad hacia actores que están en la política, en la iglesia, en las fuerzas militares, en muchos sectores”, añade De la Fuente.
SALIDA A LA CRISIS
Un trasfondo tan complejo indica que la verdadera solución a la crisis que vive Chile es la reestructuración de su política nacional, según las analistas. Sin embargo, ambas también coinciden en que las medidas deberían dividirse entre las de corto, mediano y largo plazo para primero calmar las protestas y luego iniciar los verdaderos cambios en le país.
“Es impresentable que aún no haya una salida de ministros, no se entiende. Se necesita un cambio de gabinete para dar una señal clara de que se entendió que algo radical debe cambiar”, dice Donoso. “[El ministro del Interior, Andrés Chadwick] tiene al país sumergido en un caos, claramente no ha logrado cumplir su principal tarea que es garantizar el orden público. Pero el presidente Piñera es muy fiel a él, quizá en parte porque es su primo”.
“Sí, sería una señal potente. Cuando hay crisis políticas de esta magnitud uno sabe que hay medidas que implican cambiar a los ministros para evitar la crisis institucional. La única manera de salvar la situación actual del primer mandatario es que de una señal muy fuerte con un cambio de gabinete”, concuerda De la Fuente.
Donoso añade que las manifestaciones que hoy se viven en Chile serán un punto de inflexión en la historia del país. “Lo que era normal hasta el viernes en la mañana, cambió. Hay 15 personas que han muerto, más de mil detenidos, hay evidencia de abuso policial y militar. Es algo que debemos procesar políticamente y socialmente por un buen periodo. Esto va a definir un poco la política de los próximos años”.
“Hay que poner un horizonte claro respecto a la restitución del orden público porque uno no puede negar que hubo actos de vandalismo. Se debe retirar a los militares porque podría crispar aún más el ambiente, pero hay que restituir la promesa del orden público y hay que colaborar desde todos los sectores”, finaliza De la Fuente.