Manifestantes de QAnon, teóricos de la conspiración, protestan contra la trata de niños en Hollywood Boulevard en Los Ángeles, California, el 22 de agosto de 2020. (Foto: Kyle Grillot / AFP).
Manifestantes de QAnon, teóricos de la conspiración, protestan contra la trata de niños en Hollywood Boulevard en Los Ángeles, California, el 22 de agosto de 2020. (Foto: Kyle Grillot / AFP).
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Agencia AFP

Algunos se preparan para el triunfo de la raza blanca, los otros para el de la sharia o ley islámica y sin embargo, pese a las ideologías antinómicas, los supremacistas blancos y los yihadistas desarrollan estrategias de comunicación similares e influyen unos en otros.

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Al contrario de lo que pudiera parecer por sus valores, hay analogías entre por un lado, los supremacistas estadounidenses y grupúsculos de ultraderecha del mundo entero y, por otro, las organizaciones yihadistas como Al Qaeda y el Estado Islámico (EI).

Ambos coinciden en las referencias a una edad de oro en la Edad Media, la oposición visceral al orden mundial, el odio a los judíos y la apología de la violencia y, además, están convencidos de la grandeza perdida de su civilización.

“Hay una noción de urgencia en las razones por las que se movilizan. Están amenazados y perseguidos en todas partes, por lo que deben actuar”, explica Thomas Hegghammer, investigador del Norwegian Defense Research Establishment en Oslo.

La propaganda de unos y otros “describe una batalla existencial entre el bien y el mal que constituye la piedra angular” de estas ideologías, indicó a finales de 2019 el instituto estadounidense Soufan Center en un informe.

Miembros de Proud Boys y otros grupos similares asisten a un mitin en Delta Park en Portland, Oregon, el 26 de septiembre de 2020. (Foto de Maranie R. STAAB / AFP).
Miembros de Proud Boys y otros grupos similares asisten a un mitin en Delta Park en Portland, Oregon, el 26 de septiembre de 2020. (Foto de Maranie R. STAAB / AFP).
/ MARANIE R. STAAB

“Cóctel diabólico”

Todos entendieron la eficacia del video para sacar partido de la crueldad. El EI grababa las decapitaciones y crucifixiones, el autor del atentado de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019 transmitió el ataque en Facebook Live. Poco después, el asesino de Halle (Alemania) divulgó su ataque antisemita en la plataforma de transmisión en directo Twitch.

“Hay claramente una admiración de los supremacistas por los yihadistas. Incluso usan el término ‘yihad blanca’ para explicar lo que hacen”, afirma a la AFP Colin Clarke, director de investigación del Soufan Center y coautor del informe.

Y cuando no es admiración, es pragmatismo. El noruego Anders Breivik, autor de los atentados de Oslo y Utoya (77 muertos y 151 heridos en 2011) lo teorizó en un manifiesto de 1.500 páginas. Designó a Estados Unidos y la Unión Europea como enemigos comunes y planeaba cooperar con Irán, Al Qaida o los yihadistas Al Shabab de Somalia para utilizar “pequeñas armas nucleares, radiológicas, biológicas o químicas en las capitales occidentales”.

Y en junio pasado, un soldado estadounidense fue acusado de haber ayudado a un grupúsculo neonazi a preparar un ataque contra su propia unidad en Turquía. Ethan Melzer admiraba a Hitler y Bin Laden y esperaba “pérdidas masivas”. Este simpatizante del movimiento neonazi británico Order of Nine Angles (O9A), imaginaba una operación llevada a cabo por yihadistas. “Un cóctel diabólico de ideologías ligadas por el odio y la violencia”, según el fiscal John C. Demers.

“Popurrí de extremistas”

En sentido opuesto, un yihadista difundió recientemente un texto en el que pedía a sus compañeros que fueran a luchar a Ucrania para aprender a usar las armas. Según el centro estadounidense para la vigilancia de sitios yihadistas SITE, el individuo dice haber leído una discusión entre dos supremacistas blancos. Rinde homenaje a las minorías musulmanas del Cáucaso y añade: “Podéis desestabilizar toda Europa desde Ucrania, con excelentes combatientes que tienen la visión y las capacidades logísticas”.

Los dos movimientos influyen mutuamente el uno sobre el otro. Porque internet es un gran supermercado, donde cada uno camina con su lista de la compra, robando eventualmente en el carrito del enemigo. “Constatamos un intercambio utilitario, pragmático, de documentos con fines operacionales, como los tutoriales. Encontramos en la ultraderecha documentos compartidos por los yihadistas”, señala Laurence Bindner, cofundadora de JOS Project, plataforma de análisis de la propaganda extremista en línea.

Y cuando no es mimetismo, es competir por llevar la delantera. “Tienen intereses comunes, aunque solo sea el hecho de sumir a la sociedad en el caos, en la guerra racial o de civilizaciones”, añade la experta, que describe “la inclusión de propaganda de unos por parte de otros” con fines de radicalización. Como la reciente difusión por la ultraderecha francesa de fotos de Samuel Paty, el profesor degollado en octubre por un yihadista.

¿Cómo sobreviven estas organizaciones a diferencias ideológicas tan grandes? La acción prima sobre la razón, asegura a la AFP Rita Katz, directora de SITE.

El EI, con su “marca”, reunió a “conversos, criminales, fundamentalistas, adolescentes ingenuos”, enumera. Y de la misma manera “la extrema derecha de hoy es un popurrí de milicianos, neonazis, nacionalistas blancos, neofascistas, movimientos de conspiración como QAnon”.

Prevalece la eficacia sobre la coherencia. Y es solo el comienzo, advierte Rita Katz. “El terrorismo de la era de internet se parece a esto”, constata. “Las ideologías rígidas son reemplazadas por movimientos virales. Los movimientos extremistas que funcionan son los que crean las infraestructuras en línea más grandes y activas”.

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