Donald Trump quiere mostrarse firme ante su base electoral y sus enemigos dentro y fuera de Estados Unidos. Sin embargo, sus decisiones podrían causar un nuevo y sangriento conflicto. (Foto: AFP)
Donald Trump quiere mostrarse firme ante su base electoral y sus enemigos dentro y fuera de Estados Unidos. Sin embargo, sus decisiones podrían causar un nuevo y sangriento conflicto. (Foto: AFP)
/ BRENDAN SMIALOWSKI
Gisella López Lenci

Para ser elegido, Barack Obama va a comenzar una guerra con Irán”. Cuando escribió esta frase en Twitter, estaba aún muy lejos de la Casa Blanca. Era noviembre del 2011, y el magnate de los bienes raíces insinuaba que el entonces presidente de estaba valorando bombardear Irán con el fin de conseguir la reelección.

Obama no entró en guerra con Irán, pero parece que a Trump no se le olvidó la idea. Ocho años y dos meses después, estaría utilizando estratégicamente la muerte del influyente general iraní Qasem Soleimani, a quien mandó matar este viernes, para asentarse en la campaña electoral en ciernes y distraer la atención del juicio político al que será sometido pronto en el Senado.

Política exterior al servicio de la política interna. Algo que no es extraño para los estadounidenses. “Se busca construir una narrativa de parte de Trump, y de los republicanos a cargo de su campaña, para cimentar la imagen de un presidente que toma acción, que no es indeciso. Pero también está destinada a poner a los demócratas a la defensiva, de la misma manera que George W. Bush utilizó los ataques del 11 de setiembre para posicionarse como el presidente de la guerra. Hay un cálculo político”, explica a El Comercio el analista argentino-estadounidense Hernán Molina.

Pese a que Trump ha considerado una pérdida de dinero la presencia de tropas estadounidenses en varios países del Medio Oriente, el presidente estadounidense vuelve a contradecirse para mostrarse firme frente a su base electoral. El detalle es que el objetivo por elegir ha sido Irán, un hueso muy duro de roer.

(El Comercio)
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A las puertas del juicio

El asesinato del general Soleimani ocurre cuando se está a la espera de que Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, envíe al Senado los cargos para juzgar a Trump. Aunque es sabido que la destitución del mandatario no prosperará, pues los republicanos tienen mayoría en el Senado, el juicio significará una mancha en el récord de Trump.

Pelosi ha criticado que Trump no haya informado al Congreso sobre la decisión de atacar a Soleimani en suelo iraquí. El Congreso es el único que puede declarar la guerra –como ocurrió con la invasión a Iraq en el 2003–, pero el presidente tiene el poder de ordenar operaciones militares puntuales, como ha sido la muerte del general iraní.

El ‘timing’ es sospechoso porque el ‘impeachment’ está en pausa. Pelosi se niega a mandar los cargos al Senado hasta que se fijen las reglas claras para el juicio y se sepan quiénes serán los testigos”, asegura Molina. “Ahora los republicanos argumentan que los demócratas están fuera de foco y no acompañan a un presidente que está tomando decisiones importantes para la seguridad nacional”, agrega.

Esto, en medio de la campaña, es un golpe para el Partido Demócrata, que pronto iniciará sus elecciones primarias para elegir al candidato que será el rival de Trump el próximo noviembre.

Con el grito de “Muerte a Estados Unidos”, miles de iraquíes afines a Irán cargan el féretro de Qasem Soleimani, uno de los generales más poderosos de su país. (Foto: AFP)
Con el grito de “Muerte a Estados Unidos”, miles de iraquíes afines a Irán cargan el féretro de Qasem Soleimani, uno de los generales más poderosos de su país. (Foto: AFP)
/ MOHAMMED SAWAF

En campaña

Hasta ahora, la política exterior ha figurado en la campaña como algo en segundo plano”, explicó Andrew Bacevich, coronel retirado del ejército y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, al portal Politico. “La crisis con Irán, que conlleva la posibilidad de una guerra, obliga a los candidatos demócratas a tomar una posición”.

Tras lo ocurrido el viernes, los precandidatos demócratas criticaron cautelosamente la decisión de Trump, sabiendo que no pueden menoscabar el patriotismo estadounidense y la defensa de la seguridad nacional. Elizabeth Warren advirtió de estar “al borde de otra guerra en Medio Oriente”, mientras que Bernie Sanders recordó que él votó en contra de la guerra en Iraq y se preocupó por la “peligrosa escalada de tensión”. El exvicepresidente Joe Biden dijo que el ataque a Irán es como “tirar dinamita en una caja de fósforos”.

Las motivaciones de Trump siguen siendo una especulación, pero la necesidad de mostrarse fuerte ante su país y ante los iraníes era imperativa en tiempos de juicios y campaña. Una fuente de la Casa Blanca, a la que tuvo acceso Efe, señaló que Trump quería dejar claro ante Teherán que habría consecuencias por la muerte a fines de año de un contratista estadounidense, quien pereció tras un bombardeo de milicias proiraníes en Iraq. En junio pasado, el presidente ya había dado marcha atrás a un ataque contra Irán apenas 10 minutos antes, en medio de la tensión por el derribo de un dron estadounidense en el Golfo Pérsico. Esta vez, el presidente quiso tomar la delantera.

La historia se repite: Clinton atacó a Iraq antes de su juicio

El 19 de diciembre de 1998, el entonces presidente Bill Clinton fue sometido al proceso de ‘impeachment’ por los cargos de perjurio y obstrucción a la justicia, principalmente por el escándalo sexual que lo involucró con la becaria Monica Lewinsky.

Sin embargo, la votación en la Cámara de Representantes tuvo que ser pospuesta porque tres días antes Clinton autorizó ataques aéreos contra el régimen del entonces presidente iraquí Saddam Hussein.

Se trató de la operación Zorro del Desierto, un ataque conjunto entre fuerzas estadounidenses y británicas que se llevó a cabo entre el 16 y el 19 de diciembre de 1998, con el argumento de que Iraq había incumplido las resoluciones de la ONU y por la supuesta existencia de “armas de destrucción masiva”.

La votación se realizó finalmente en la Cámara Baja el 19 de diciembre de 1998, pero el Senado lo absolvió en febrero de 1999.

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