El chavismo fue petróleo y programas sociales, proclamas socialistas, nacionalización y estricta regulación del mercado, todo montado sobre el gigantesco carisma del fallecido presidente Hugo Chávez.
Según sus críticos, este modelo ha hecho agua y ha dejado a la economía contra las cuerdas.
Desde esta perspectiva, las dos devaluaciones del mandatario en funciones, Nicolás Maduro, en los dos últimos meses son un claro síntoma del agotamiento del proyecto chavista.
Pero según Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, estos vaticinios de inminente derrumbe económico son infundados.
No es la primera vez que se predice un colapso económico. Entre 2004 y 2006, el Fondo Monetario Internacional subestimó el crecimiento del Producto Bruto Interno venezolano con errores de entre el 10,6 y el 5,8. Lo mismo sucedió en 2008 con la crisis global, le dijo Weisbrot a la BBC.
Venezuela no tiene desequilibrios insostenibles. Las devaluaciones fueron una manera de ajustar el valor de la moneda porque su inflación es más alta que la de sus socios comerciales.
En 2011, la economía creció un 4,2%. En 2012, más del 5%. Pero las proyecciones para el año en curso son más inciertas y los escenarios más pesimistas hablan de una espiral insostenible de deuda, inflación y crisis de la balanza de pagos.
¿Existe un riesgo real de colapso económico o es todo pura fiebre preelectoral?
NUEVOS Y VIEJOS PROBLEMAS A pesar de todos los planes y la retórica del chavismo en favor de una diversificación económica, Venezuela sigue dependiendo de la renta petrolera que genera más del 90 % de sus divisas.
En este sentido, la Venezuela chavista no es diferente de la desacreditada versión anterior. En otro sentido, ha cambiado radicalmente.
Según el Indice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que mide el progreso nacional en términos de educación, salud e ingresos, Venezuela tiene el segundo índice de mayor crecimiento de América Latina.
Estos índices se consiguieron gracias a la inversión de la renta petrolera en programas sociales que tuvieron un fuerte impacto en la disminución de la pobreza.
Desde 1999 la tasa de pobreza cayó en un 37,6% y la de pobreza absoluta en un 57,8%. A nivel económico, este logro social significa que se ha potenciado el mercado interno y el consumo.
En el caso del programa social Vivienda de los dos últimos años, su contribución al crecimiento ha sido decisiva. Este plan permitió una expansión del sector de construcción del 22,5% durante la primera mitad del 2011 con la construcción de 147 mil viviendas, a las que se añadieron unas 250 mil en 2012.
La construcción –junto con los servicios financieros– fueron clave en una cifra que puede sorprender al neófito: el sector no petrolero se expandió un 5,4%, mucho más que el 1,1% vinculado al hidrocarburo.
¿QUIÉN PAGA? El Estado ha financiado unas dos terceras partes de este programa que apenas ha dado sus primeros pasos.
En la campaña electoral del año pasado, Chávez prometió la construcción de tres millones de hogares para 2018, casi diez veces lo que se hizo hasta el momento.
Según los críticos del modelo chavista, se trata de una parranda que Venezuela terminará pagando muy caro.
El banco de inversiones Merrill Lynch estima que el gasto público creció en un 30% en términos reales antes de los comicios de 2012.
¿Es posible financiar un déficit fiscal que según algunos cálculos alcanza el 12% o habrá un abrupto fin de fiesta con dolorosos ajustes del gasto y recesión?
Esta pregunta es complementaria de otra más política: ¿puede haber una radical marcha atrás en los programas sociales o se corre el peligro de que un cambio abrupto termine en un Caracazo como el de 1989?
¿AJUSTE, CRECIMIENTO O DEUDA? Un resultado indudable de los 13 años de chavismo es que cambió los términos del debate público venezolano. Hoy ni el candidato opositor Henrique Capriles cuestiona los derechos sociales adquiridos con el chavismo o la necesidad de continuar con programas sociales financiados en última instancia con la gran riqueza que tiene el país: el petróleo.
A lo sumo critica la forma, no el fondo.
Al mismo tiempo, ni la voluntad política puede ignorar los números. En otras palabras, ¿puede Venezuela financiar estos programas?
Un déficit fiscal se soluciona emitiendo deuda, aumentando la recaudación o bajando el gasto.
La explotación petrolera es crucial para la recaudación. El gobierno planea duplicar su producción petrolera de los tres millones de barriles diarios actuales a sies millones en 2019.
En términos de endeudamiento externo, China se ha convertido en un actor clave, con préstamos que ascienden a unos US$40 mil millones.
Según Heriberto Araujo, coautor de La silenciosa conquista China, una investigación sobre la influencia del gigante asiático en el mundo, esta dependencia continuará si Maduro gana las elecciones.
Los chinos están dispuestos a conceder créditos a Venezuela siempre que tengan un acceso privilegiado, como lo han tenido hasta ahora, a los yacimientos en la cuenca del Orinoco, le dijo Araujo a BBC Mundo.
Los préstamos chinos pagan un interés bajo, equivalente a la tasa Libor más 1% o 2% y representaron entre un 0,5% y un 0,7% de los ingresos por exportaciones en 2012.
Aunque la deuda pública venezolana ha crecido de la mano de su déficit, el FMI estima que es un 49% del PIB.
En comparación, la Unión Europea tiene una deuda del 82% y países en crisis como Grecia o Italia superan generosamente el 100%.
Además, gran parte de la deuda pública venezolana es interna (pagada en bolívares). Los intereses de la deuda externa en 2012 ascendieron a un 3,4% de los ingresos petroleros.
No se ve por este lado una situación de ahogo financiero gubernamental o una posible crisis de la balanza de pagos (falta de moneda dura para pagar importaciones y deuda).
PRECIOS POR LAS NUBES Más compleja es la cuestión inflacionaria. La inflación se situó en un 25% el 2012, una de las más altas del mundo, a pesar de un fuerte control de precios establecido por ley el año previo
Según Brad Schiller, profesor emérito de economía de la Universidad Americana, esa norma fue un vano intento de combatir la ley de la oferta y la demanda.
Este intento ha sido un desastre total. El resultado es la escasez de todo tipo de productos básicos y el ahogo del crecimiento económico, comenta en un reciente artículo en LA Times.
La historia tiene numerosos casos de gobiernos devorados por la inflación, desde la República de Weimar en la Alemania previa al nazismo hasta el gobierno de Raúl Alfonsín en Argentina, en 1989.
¿Por qué no ha sucedido lo mismo con el chavismo? En parte porque la altas tasas inflacionarias preceden a los controles de precios y a Chávez mismo.
El promedio inflacionario desde 1998 ha sido del 22%, pero el alza de precios llegó a un 34% en los años previos a la primera elección de Chávez.
La otra razón es que, en el marco de una democracia, la mayoría se ha beneficiado a pesar de la inflación.
En Venezuela hay inflación alta, pero no hiperinflación. Es una gran diferencia, asegura Mark Weisbrot.
ORO NEGRO El crecimiento de Venezuela siempre ha estado vinculado al precio internacional del petróleo. A fines de la década de los años 90, con un precio por los suelos, el gobierno de Chávez sufrió una fuerte crisis económica.
En este siglo la suerte cambió radicalmente, disparando el crecimiento de la economía y la popularidad del gobierno.
La evaluación económica del chavismo varía de acuerdo al color del cristal con el que se mire, pero hay dos datos que van más allá de las opiniones.
Venezuela no tiene un problema de agotamiento del recurso. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, cuenta con unos 500 mil millones de barriles de petróleo de reservas y en la actualidad utiliza unos mil millones por año.
Pero además las proyecciones del precio petrolero apuntan para arriba, no para abajo.
En economía se suele hablar de la maldición de los recursos naturales que condicionan a países enteros a una total dependencia de un producto.
A nivel de la macrohistoria es posible que así sea. Venezuela ha intentado varias veces diversificar su economía: no lo ha logrado.
Pero a corto plazo, para el gobierno de turno, suele ser un comodísimo salvavidas que borra del horizonte hecatombes y otras profecías del fin de mundo.