Cuando entró al centro comercial Westgate en Nairobi, el médico peruano Juan Ortiz no tenía idea de que iba a ser uno de los primeros en ser alcanzado por las balas.
Ortiz fue una de las más de 60 personas que murieron durante el ataque del grupo radical somalí Al Shabab en la capital keniana el sábado pasado.
Estaba entrando al centro comercial acompañado de su hija Juanita de 13 años cuando los militantes irrumpieron en el edificio.
Su presencia allí no era casualidad. Había vivido casi 25 años en África, la mayoría de ellos en Kenia.
En 2011 el médico de 63 años, se había radicado finalmente en Nairobi para trabajar como consultor de lo que sabía hacer: implementar sistemas de salud pública, diseñar planes de desarrollo y supervivencia infantil. Ejecutar campañas de prevención de malaria y VIH-sida, entre otros.
Siempre estuvo interesado en la salud pública, en especial en aspectos como la nutrición de los niños, la salud materno infantil, la prevención de enfermedades como la malaria y el sida, le dijo a BBC Mundo Ricardo Ortiz, el mayor de sus cuatro hijos.
Le ponía mucho empeño a evitar el contagio de enfermedades de la madre al bebé. Era uno de sus intereses personales, agrega Ortiz.
Efectivamente la carrera de Juan Ortiz está resumida en una larga lista de logros que incluyen los nombres de varios países africanos, donde diseñó y ejecutó con éxito diversos programas de salud.
UN MÉDICO DE VOCACIÓN Nació en la ciudad de Puno y estudió medicina en Arequipa. Y desde el principio del ejercicio de su carrea se dedicó al trabajo con comunidades.
Empezó trabajando con el Ministerio de Salud de Perú, haciendo una labor importante con las comunidades pobres de Puno, el lugar donde nació, aseguró Ricardo.
Después de varios años de trabajar en Puno, viajó a Reino Unido para estudiar una maestría en Salud Pública, en la Universidad de Londres.
Según cuenta su hijo, al terminar la especialización, Juan Ortiz se encontró con la oportunidad que había estado esperando siempre. Empezó a trabajar con la ONG británica Save the Children, organización a la que estuvo vinculado durante nueve años.
Definitivamente su principal motivación para hacer el sacrificio de irse al extranjero fue darnos una mejor calidad de vida a nosotros.
Recuerdo que como él vivía en África y nosotros en Perú había cierta distancia pero a pesar de ella nos veíamos una o dos veces al año, lo visitábamos y nos quedábamos un mes con él allá, recuerda Ortiz.
La primera misión que tuvo Juan Ortiz con Save the Children fue en Nepal. En ese país asiático vivió entre 1989 y 1991. Su trabajo consistía en manejar un centro de rehabilitación nutricional que distribuía servicios de salud en otros centros a los cuales sólo se podía acceder a pie.
En 1992 se mudó a Monrovia, Liberia, y en 1994 a Nairobi.
En Kenia fue asesor regional de Save the Children así que viajaba por todas partes: Tanzania, Uganda, Burundi, Ruanda. Esa era su zona, dice Ortiz.
En Malawi, Zimbawe y otra vez en Kenia fue director de los programas de salud y nutrición del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, (Unicef), hasta el momento de su jubilación en 2012, cuando decidió continuar su vida profesional como consultor desde Nairobi.
Definitivamente él tenía mucha identificación con Kenia. Era un lugar donde él se sentía cómodo. Sabía que en Nairobi podía brindarle a mi hermana buena educación y una calidad de vida buena, aseguró Ortiz.
LA NOTICIA Yo me enteré como a las cuatro horas de que empezó, responde Ricardo al preguntarle cómo supo de la muerte de su padre.
Mi papá perdió la vida en el momento. Mi hermana quedó herida pero estaba consciente y en su desesperación, empezó a llamar a las personas más cercanas a ella, a amigos de la familia.
Las personas a las que Juanita contactó llamaron a la Embajada de EE.UU. en Nairobi, ya que ella es estadounidense, según dice Ricardo para que la fueran a rescatar.
La madre de ella, radicada en EE.UU., fue informada de lo que estaba pasando y le avisó inmediatamente a Ricardo, que vive también en Estados Unidos.
Dice Ortiz que Juanita está ahora fuera de peligro pero la familia todavía está preocupada por las severas heridas en su mano izquierda.
Tenía también una herida de bala en la pierna, pero nuestra preocupación es la mano. La intervinieron quirúrgicamente apenas la rescataron. Inicialmente nos informaron que el procedimiento había sido exitoso, pero con el transcurrir de los días ha habido complicaciones y va a necesitar otra cirugía.
Agregó que la embajada de EE.UU. está gestionando su viaje al país para que se opere allí.
PLANES INCONCLUSOS Al momento de su muerte Juan Ortiz se preparaba para marcharse a Reino Unido, donde planeaba trabajar en la Universidad de Liverpool.
Iba a ser asesor de los proyectos relacionados con salud pública de la Universidad de Liverpool, dice Ortiz. Ya estaba trabajando activamente con ellos, desde hace seis meses. Estaba supervisando proyectos en Zimbabue y en Sierra Leona.
Después de tantos años en África, dice su hijo, ya se había acostumbrado a las carencias y dificultades que implica vivir en un continente como África.
Siempre lidiaba con cortes de luz, huelgas, vivió en algunos países con conflictos bélicos y guerras civiles.
Felizmente hasta el sábado nunca había tenido ningún problema de terrorismo. Lamentablemente el sábado le tocó.
Juan Ortiz deja cuatro hijos, una nieta de tres años y otro nieto que viene en camino.