Refugiado sirio en Perú: "En cada protesta morían 50 personas"
Refugiado sirio en Perú: "En cada protesta morían 50 personas"
Renzo Giner Vásquez

Fadi es sirio y, al igual que Ezekiel, está refugiado en el Perú. La diferencia es que él no huye de un grupo terrorista, sino de su propio gobierno.

[LEA LA HISTORIA DE EZEKIEL ]

Desde hace cuatro años, se encuentra inmersa en una guerra civil en la que ya han muerto más de 215 mil personas y que ha convertido al país en la mayor emergencia humanitaria del mundo, con más de tres millones de refugiados.

Fadi nos pide que mantengamos en reserva su apellido por miedo a que el régimen de Bashar al Asad lo encuentre. Abandonó la carrera de Derecho que seguía en la ciudad de Homs cuando las protestas antigubernamentales, inicialmente pacíficas, se tornaron violentas debido a la represión del régimen. 

“Cada viernes salíamos a protestar. En cada lugar morían 50 o 100 personas. Luego de siete meses de marchas, la gente se cansó de ver a sus amigos y familiares morir y tomó las armas”, narra Fadi

Homs era el principal bastión de las revueltas, lo que obligó a Fadi a huir. “Ya no podía estudiar porque todos los días había balaceras o bombas. Cerraron la universidad y me obligaban a ir al ejército”.

La idea de matar o morir obligó a Fadi a escapar de Siria

Una amiga suya, de padre estadounidense y madre peruana, le ofreció ayuda para venir al Perú, del que solo había escuchado en una vieja caricatura llamada "Pepero, el niño de los Andes" que transmitían cuando era pequeño.

En un par de semanas, su amiga consiguió los papeles necesarios con la ayuda de la embajada de Egipto. Sin embargo, lo más difícil estaba por comenzar. 

Viajó en un taxi por más de cinco horas desde Damasco hasta Beirut (Líbano), una ruta que en condiciones le habría tomado una hora y media en recorrer se convirtió en una seguidilla de puntos de control que alargaron el viaje a uno de cinco hora. Pasó por hasta 12 puestos fronterizos. 

“Algunos solo miraban los papeles, otros inspeccionaban el auto. Si a uno de los guardias no le gustaba tu cara, te arrestaba”, recuerda Fadi

El arresto sirio va más allá de la privación de libertad. “Mi amigo me contó que en la cárcel los drogaban para hablar. Pasó un mes en una especie de coma. Lo metieron en una celda de 7 x 6 m con otras 60 personas. Entre todos debían repartirse 20 litros de agua”.

Las drogas que utilizaban para los testimonios estuvieron a punto de acabar con la vida de su amigo. "Él me contó que esas drogas lo deshidrataban. Un día se quedó sin agua y sentía que se iba a morir. Tuvo que tomar agua del inodoro. Era la única forma de mantenerse con vida", narra tristemente Fadi.

La represión era tal que ni en el taxi podían hablar en contra del régimen de Bashar al Asad

“Siria tiene gente en el Líbano. Te podían arrestar y deportar. Era gente de Hezbolá”.

Pocos días antes de su llegada a Beirut, varios miembros del grupo - denominado terrorista por Estados Unidos - habían sido apresados por rebeldes sirios. Por eso, habían comenzado una cacería de sirios.

Tuvo que viajar asustado a bordo del carro de su amigo y con la esperanza de que los guardias no se percataran de su nacionalidad hasta llegar al aeropuerto.

Finalmente, Fadi llegó al terminal aéreo y, luego de convencer a los guardias de que no pediría refugio durante su escala en París, arribó al Perú.

“Cuando llegué, busqué todas las maneras de trabajar, no pensaba ser refugiado”. Sin embargo, se le fueron cerrando todas las puertas.

“Me hablaron de la oficina de refugiados, me dijeron que me podían ayudar”. Fue necesario explicar los problemas en su país y esperar siete meses por los trámites para que Fadi consiguiera su carnet de extranjería.

Ahora Fadi vive en Miraflores y trabaja como cocinero en un restaurante de la capital.

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