Milagros Asto Sánchez

A mediados de agosto del 2021, las imágenes de caos en el aeropuerto de Kabul dejaban claro que para decenas de miles de afganos bien valía dejarlo todo -y hasta arriesgar la vida trepando sobre los aviones- con tal de escapar. Los talibanes acababan de regresar al poder tras una ofensiva relámpago iniciada con la precipitada retirada de las fuerzas estadounidenses tras casi veinte años de insurrección. Los islamistas prometieron que no gobernarían con la misma rigidez con la que lo habían hecho entre 1995 y el 2001 y que los derechos de las mujeres serían respetados, pero no fue así. Un año después las historias de los abusos de los fundamentalistas erizan la piel.