Un archipiélago de cinco islas deshabitadas y tres arrecifes en la mitad del Océano Pacífico se ha transformado en los últimos días en una de las zonas más calientes del planeta, con aviones militares sobrevolando su espacio aéreo, paseando su sombra sobre una tierra vacía que, de la noche a la mañana, parece ser la más valorada por superpotencias mundiales.
Pero como suele ocurrir en los conflictos internacionales, esta historia tiene muchas noches y mañanas de desencuentros detrás y va más allá de una simple exhibición de fuerza en la región.
La primera lectura indicaría que el conflicto comenzó la semana pasada cuando China anunció que reconocía como zona de identificación de defensa aérea (ADIZ, en inglés) la región donde se ubican las islas disputadas con Japón Senkaku/Diaoyu (según qué país las nombre).
La medida implementada por Pekín, que implica la obligación de identificarse para cualquier avión que vuela por esa región o enfrentar medidas defensivas de emergencia, cubre un amplio territorio reclamado no solo por China y Japón, sino también por Corea del Sur y Taiwán.
Desde que el gobierno chino implementó esta zona de identificación, aviones militares de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos han zurcado el área, no para identificarse ante las autoridades militares chinas sino para dejar claro que podían desplegar sus alas por ahí sin pedirle permiso a Pekín.
China, convertida en las últimas décadas en una de las principales potencias militares del mundo, respondió entonces enviando sus propias aeronaves, como medida defensiva y en línea con prácticas comunes internacionales, según lo anunció el vocero de la Fuerza Aérea, coronel Shen Jinke, ante la agencia de noticias Xinhua.
LA NACIONALIZACIÓN, ¿EL ORIGEN DEL PROBLEMA? Las islas están bajo el control de Japón (son parte de la prefectura de Okinawa) pero, como dijo a la BBC el analista James Manicom del centro canadiense por la Innovación Internacional en el Gobierno, la disputa entre ambos países tiene más de 30 años, aunque todo empeoró en la última década.
Tensiones sobre el Mar Oriental de China han resurgido periódicamente desde que en el 2000 China se convirtió en un poder marítimo más proactivo, pero desde la nacionalización de las islas por parte del gobierno japonés en septiembre de 2012, la disputa ha cobrado un carácter decisivamente más preocupante.
Además de nacionalizar las islas, Japón ha negado sistemáticamente la mera existencia de una disputa. Según Manicom, la política del primer ministro Shinzo Abe que se basa en la noción de una resurgencia japonesa, refleja una mayor reticencia de Japón a tolerar lo que se percibe como intrusiones china en territorio japonés.
Para el analista de la Universidad Nacional de Singapore, Lye Liang Fook, al no lograr siquiera que Tokio admita que hay un disputa, China quiere con el anuncio de la ADIZ incrementar la presión sobre Japón para que reconozca que existe un conflicto territorial.
Pero según las palabras del académico Tetsuo Kotani, del Instituto de Asuntos Internacionales de Japón, el conflicto no existe: La propiedad de las islas Senkaku fue reafirmada bajo el Tratado de Paz de San Francisco en 1951, que demarcó el territorio japonés después de la Segunda Guerra Mundial, y en el Tratado de Restitución de Okinawa en 1971, que regresó los derechos de administración de Okinawa, incluyendo las islas Senkaku, de Estados Unidos a Japón.
No sorprende entonces que hayan sido Washington y Tokio los que han expresado su mayor rechazo a la decisión china de implementar una zona de identificación de defensa aérea sobre el archipiélago.
Shinzo Abe describió la medida como totalmente inaceptable para Japón mientras que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Chuck Hagel, la calificó como un intento desestabilizador para alterar el status quo.
Pero esta unificación de criterios entre Japón y Estados Unidos no siempre fue tan aceitada, como recuerdan los académicos chinos.
MÁS ALLÁ EN EL TIEMPO La razón fundamental del deterioro de las relaciones entre Japón y sus dos vecinos más importantes, China y Corea del Sur, se debe a que el primer ministro Shinzo Abe y muchos políticos japoneses se niegan a reconocer las atrocidades de la guerra (el conflicto de 1931 a 1945), manifestó a la BBC Victor Gao, director de la Asociación Nacional China para Estudios Internacionales.
Según Gao, aunque Tokio está haciendo todo lo posible para sumar a Washington a su causa, el gobierno estadounidense y su par chino han incrementado cooperación militar y su diálogo estratégico.
Después de todo, China y Estados Unidos derramaron sangre juntos para derrotar a Japón en la Segunda Guerra Mundial, y gracias al acercamiento bilateral entra ambos países es muy improbable que Estados Unidos quiera volver a derramar su sangre para alentar o incluso proteger a un militarizado Japón.
Pero para otros expertos internacionales esos tiempos en que soldados chinos y estadounidenses peleaban juntos han quedado muy atrás, como se desprende del análisis de Michael Swaine, del centro estadounidense Legado Carnegie para la Paz Internacional.
La declaración de la zona de defensa aérea conspira contra cualquier movimiento hacia una reducción de la tensión. A pesar de que China opina lo contrario, el anuncio es visto por Estados Unidos, Japón y otros observadores como provocativo y de poca ayuda.
Para los analistas consultados por la BBC, a pesar de los años de desencuentros Pekín y Tokio han demostrado con el tiempo una gran capacidad de resolver sus heridas en la mesa de negociaciones.
Pero el despliegue aéreo de la última semana, que involucró una exhibición de fuerza de cuatro potencias militares, no es precisamente una señal de aliento para sentarse a conversar en esa mesa.