Las últimas palabras en privado que se conocen del fallecido Jorge Rafael Videla no distan mucho de las pronunciadas en público tres días antes de su muerte.
Hoy soy un preso político. No tiene sentido hacer una defensa en el marco de una Justicia vaciada de derecho, manifestaba el ex dictador cuando se negó a declarar ante el Tribunal Oral Federal Nro. 1 que lo juzgaba por su responsabilidad en el Plan Cóndor, articulado por las dictaduras del Cono Sur para la represión de la insurgencia. Ese día volvió a referirse a la guerra contra la subversión. Y también repitió una vez más: Esto ya es cosa juzgada.
Dos días después, mostrándose como si aún tuviera fuerzas y negando la realidad (esta vez respecto a su salud), el ex mandatario argentino regresaba de una consulta con la doctora cuando se cruzó con compañeros militares también recluidos. Me hicieron los estudios médicos y me dieron bien, les dijo mientras caminaba con un andador. Pero la realidad del condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad era otra.
Videla había sufrido hasta tres caídas en la última semana. Aunque no lo hiciera público, funtes militares contaron al diario La Nación que el símbolo de la dictadura y represión militar sufría de estabilidad vertical y hasta de pérdida de memoria.
Su falta de estabilidad se debía a una severa escoliosis de columna, la cual comenzaba a profundizarse.
Jamás perdió su dignidad y entereza. A pesar de que nosotros tratábamos de impedírselo, él lavaba sus cosas y todos sus utensilios, contaron fuentes castrenses al mencionado medio.
Horas después de pronunciar sus últimas palabras ante el pequeño grupo de militares, se confirmaba el fallecimiento de Jorge Rafael Videla.