(Foto: AFP)
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Farid Kahhat

En uno de sus libros, el economista surcoreano Ha-Joon Chang nos cuenta la historia de dos conductores hipotéticos, Ram y Sven. Ambos se dedican a manejar autobuses, solo que Ram lo hace en Nueva Delhi y Sven lo hace en Estocolmo. Sven recibe una paga 50 veces mayor a la que recibe Ram por un trabajo similar. Dado que está dentro de la media del mercado en sus respectivos países podría alegarse que es una paga justa. ¿Pero existen realmente razones para suponer que la productividad laboral de Sven es 50 veces mayor que la de Ram?

Ha-Joon Chang presenta imágenes del trayecto que deben cubrir ambos conductores. Para cubrir el suyo, Ram ha de sortear bestias de carga, agujeros en las pistas, un tráfico caótico y calles estrechas y oscuras con pocas vías alternas. Sven, en cambio, conduce en calles en buen estado, con intercambios viales, bien iluminadas de noche, con señalización adecuada y con un tráfico debidamente regulado. Por los obstáculos que debe sortear, podría pensarse que Ram es un mejor conductor que Sven, y no al revés.

Sin embargo, también habría razones para concluir que el trabajo de Sven es más productivo que el de Ram por una razón ajena a su capacidad como conductores: los bienes públicos que proveen los gobiernos nacionales y locales en sus respectivos países (es decir, alumbrado público, vías abundantes y en buen estado, regulación adecuada del tránsito, etc.). Sven podría ser considerado más productivo (porque, por ejemplo, cubre un trayecto de extensión similar en menos tiempo y con menor incidencia de accidentes), solo por el entorno en el cual conduce.

Ahora bien, un entorno más propicio para realizar su trabajo podría explicar que Sven gane más que Ram sin necesidad de tener una capacidad superior como conductor. ¿Pero bastaría para explicar una diferencia de 50 a 1 en sus niveles de ingresos? A fin de cuentas, si pudiera, Ram tal vez estaría dispuesto a viajar a Estocolmo para realizar el mismo trabajo que Sven por una paga significativamente menor.

Cuando hablamos de globalización solemos referirnos a la existencia de mercados mundiales de bienes, servicios y capitales con niveles crecientes de integración. Lo cual implica que, controlando factores tales como los costos de transporte, los precios de bienes similares en distintos mercados del orbe tenderían a converger.

Si no percibió omisión alguna en lo que acabo de decir, eso demuestra hasta qué punto hemos naturalizado la ausencia de un mercado globalizado para un bien en particular: la mano de obra con niveles relativamente bajos de calificación. Ram gana 50 veces menos que Sven porque no tiene la posibilidad de emigrar libremente a Suecia y postular por un trabajo como conductor. Es decir, allí donde los países en desarrollo tienen una clara ventaja competitiva (la mano de obra de baja calificación), los mercados globales están bastante menos integrados que en otras áreas de la economía.

Concluimos esta serie de artículos sobre movilidad social y meritocracia con una noticia reciente: el caso de personajes con fama y fortuna que, de modo literal e ilegal, compraron para sus hijos el derecho de admisión en universidades de élite de Estados Unidos. No contentos con leyes que, como las tributarias, les conceden ventajas al competir en el mercado laboral, además hacen trampa.

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