(Foto: Getty Images)
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/ Kevin Frayer
Adrián Foncillas

Yang solo ha hablado cara a cara con el vendedor de verduras desde que, dos semanas atrás, regresara a Beijing. Tampoco es exacto: los separan las máscaras, sin las cuales se prohíbe la entrada al mercado. Trabaja desde su departamento y se comunica con sus colegas de una multinacional farmacéutica a través del WeChat (el WhatsApp chino) y videoconferencias. Su paquidérmico edificio de oficinas sigue cerrado desde que un infectado por coronavirus lo mencionó en la reconstrucción de sus pasos.

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