(Foto: cortesía del embajador para El Comercio)
(Foto: cortesía del embajador para El Comercio)
Patricia Castro Obando

Empezó en Asia y termina en Asia. Un círculo perfecto para el embajador Juan Carlos Capuñay, que desde el 1 de enero de este año concluyó su labor en China, y también en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.


Capuñay se jubila después de haber cumplido veinte años como jefe de misión en Singapur, Japón, China, y otras embajadas concurrentes. Además de una solida presencia en Asia, ha sido destacada su participación en organismos internacionales como la ONU y la OEA, y foros económicos como APEC.

Ha recibido condecoraciones de los gobiernos de Corea, Chile y Japón (hasta tres veces). En 1972, inició su carrera diplomática como tercer secretario de la Embajada del Perú en Japón y se retira este 2018 como jefe de misión de la Embajada del Perú en China. Asia fue su punto de partida y también es su punto de llegada.

El Comercio conversó con él sobre su carrera diplomática.

—¿Qué lo trajo a Asia en una década en la que este continente no gozaba del brillo que hoy luce? Para muchos no era la primera opción para construir una carrera diplomática.
Tengo mi vida muy vinculada a Asia pero fue una cosa fortuita. Cuando yo tenía 21 años y recién había entrado al ministerio, el director de personal me llamó para conversar: “¿Has terminado la universidad?” Sí. “¿Tienes deudas?” No. “¿Tienes familia?” No. Era el candidato ideal. Japón era caro y me enviaron ahí.

—Japón merece un capítulo especial en su historia profesional. Ha sido embajador en este país que le ha conferido hasta tres condecoraciones en distintos años. ¿Cómo creció esta relación?
Mi vida ha estado ligada a la Embajada del Perú en Japón por una circunstancia muy particular. Fui parte del grupo de funcionarios que en 1973 abrimos la puerta de la nueva embajada. En el 2008, el canciller José Antonio García Belaúnde me propone ir a Japón como embajador y me dice: “Una de las cosas que quiero que hagas es construir una nueva embajada”. El local de 1973 ya estaba viejo. Logramos hacer una permuta y la construcción de una gran embajada. En el 2010 me tocó cerrar el viejo local. Y en el 2012, antes de partir, me tocó abrir la nueva embajada.

—¿Desde cuando mantiene vínculos con China?
Yo vine a China por primera vez como turista en el año 1976. Aún estaba en la embajada del Perú en Japón. Recuerdo que vine en julio y Mao falleció en diciembre. China era un país muy pobre, era evidente, pero no había miseria. La gente estaba feliz, todos tenían trabajo y comida, lo que era distinto de Occidente. Volví a China en 1994 para trabajar en la embajada por un año como ministro. Y regresé en el 2014, después de veinte años, ahora como embajador.

—En la cultura popular china se cree que el destino puede depender del nombre que una persona recibe al nacer. ¿Se aplica esta creencia en usted?
Yo siempre había tenido la idea de que Capuñay era un apellido típico Mochica, del norte del país. En Monsefú hay una gran cantidad de familias Capuñay. Otros dicen que sería una derivación del quechua Capac Ñan (Qhapaq Ñan o Camino Inca). Pero en 1973, un profesor de una universidad en Japón, me dijo que mi apellido era español y que ahora solo existe en las colonias. Después escuché que había el apellido Capunay (sin la eñe) y hasta un pueblo en Filipinas. Podría ser un contacto temprano de Mochicas con Asia. ¿Dónde está el vínculo? Yo me siento muy cómodo en Asia. Desde los años 70, hay trabajos míos donde me refiero a Asia como la zona del siglo 21.

—¿Cómo define el marco teórico que ha guiado su trabajo en China y Asia?
Desde que fui nombrado yo venía trabajando un esquema con Asia, y China en particular. Había necesidad de darle un contenido mucho más integral y amplio a la relación que nos permita avanzar en todos los campos. Se edificó una estructura orgánica para encauzar la relación con China hacia cuatro espacios: complementariedad económica, transferencia de tecnología, coincidencias regionales y política pueblo a pueblo.

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—¿Cuáles han sido los resultados?
En Complementariedad Económica tenemos, tanto en comercio e inversiones, el TLC y otros mecanismos como la Asociación Estratégica Integral (2014), el Comité para el Diálogo Estratégico sobre Cooperación Económica que ya celebró su primera reunión (2015) y el acuerdo para el Plan de Acción (2016). Solo en el plano comercial, desde el 2014 se ha firmado un protocolo cada año. En Transferencia de Tecnología, se ha logrado a través del Comité del Diálogo Estratégico que los nuevos proyectos firmados desde el 2015 ya contemplen en buena medida la transferencia tecnológica, como es el caso del proyecto Pampa de Pongo, un nuevo modelo para la minería. En Coincidencias Regionales, estamos avanzando a nivel bilateral y de la Alianza del Pacífico hacia el Área de Libre Comercio del Asia Pacífico, impulsada por China.

—Son esfuerzos importantes…
Tenemos muy claro que la gran perspectiva del futuro en términos de mercado es el Asia. Nosotros hemos vivido por siglos de espaldas a nuestra realidad. Hemos mirado a Europa como el espacio natural, cuando el espacio natural nuestro era el Asia Pacífico. En Política Pueblo a Pueblo se está avanzando a través de la política de hermanamiento y los programas de promoción cultural. En setiembre del año pasado tuvimos el hermanamiento del Rímac con el distrito chino de Dongcheng. Ya se ha acordado la construcción de una pagoda en el Parque Chino del distrito de San Borja.

—¿En qué consiste el nuevo modelo minero del proyecto Pampa de Pongo en Arequipa que hará posible la transferencia de tecnología?
Este es un modelo de cómo debe ser la nueva minería en el Perú. Puede convertirse en el ícono de la nueva cooperación para el desarrollo, también para América Latina. El proyecto contempla en su base la explotación de hierro pero conlleva medidas como la construcción de un parque industrial para procesar productos derivados, una carretera de seis kilómetros entre la mina y la costa donde se ha previsto una refinería y un muelle para recibir carga y descarga de 400.000 toneladas que no solo será el más grande del Perú sino de toda la costa del Pacífico. Se va a levantar una central para traer energía hacia la mina pero una parte se compartirá con los pueblos aledaños. Se va a edificar una planta de desalinización de agua. El hospital de la mina cederá una sección para que el Ministerio de Salud envíe sus médicos.

—De todos los temas pendientes y urgentes, ¿por dónde tenemos que empezar?
Se requiere poner en marcha los mecanismos que ya existen para que tengan una continuidad. La gestión se inicia con la negociación del instrumento y a veces acaba cuando se firma. Nunca más hay seguimiento. Es importante prestar atención al Plan de Acción que es la hoja de ruta que contempla las actividades en cada instancia de la relación bilateral. La feliz coincidencia es que este Plan de Acción es del 2016 al 2021. Y es una feliz coincidencia porque en el 2021 el Perú cumple 200 años de vida independiente y 50 años de relaciones diplomáticas con China. Ese mismo año China celebra el primer centenario de la fundación del Partido Comunista chino.

—Aunque la embajada no ha variado mucho en términos de espacio desde 1971, sí se han dado cambios en otros niveles. ¿Por qué el cuerpo diplomático de la embajada no ha crecido proporcionalmente a la relación que hoy mantenemos con China?
Debemos aumentar un poco más. Veo dos cosas allí. Primero, la necesidad de la continuidad en los temas. Yo he tenido la fortuna de que mis 46 años en el ministerio, 24 los he pasado en Asia, ya sea como director de Asia en la Cancillería o como funcionario en las embajadas asiáticas. Por otro lado es importante contar con personal especializado. Tenemos el ofrecimiento del gobierno chino para recibir a nuestros funcionarios en la escuela de idioma para diplomáticos extranjeros. No hemos hecho uso de este beneficio que es una forma para poder ir avanzando en el conocimiento de la lengua, la política y la vinculación. Pero siendo tan pequeños hemos hechos tantas cosas porque tenemos una idea clara de lo que queremos.

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—Hoy se habla mucho de la Ruta de la Seda que ha dado paso al megaproyecto OBOR y otros. Sin embargo, ninguno de estos proyectos abarca Latinoamérica. Otros países latinos están presentado propuestas al gobierno chino, ¿qué estamos haciendo nosotros?
Hemos venido hablando de la conectividad digital a través de la creación de la Ruta Digital de la Seda, o lo que he llamado la Ruta Digital que permita unir China con América Latina. Es necesario construir un puente digital que puede ser utilizado para llegar también al resto de Asia a través de China. Lo importante es establecer los mecanismos que sirvan para hacer un uso debido de esta Ruta Digital. A nivel de embajada tenemos un acuerdo firmado con la plataforma Jumore. Hay un país en el sur que ya proyectó un cable marino que se convertiría en el puente digital submarino con China, y si ellos avanzan nos quitan terreno.

—Algunos sostienen que el tren bioceánico era el inicio de la nueva Ruta de la Seda con América Latina. Brasil ha seguido trabajando el tema con China y ahora Bolivia también se incorporó al proyecto. ¿Por qué cree usted que en el Perú el tren no avanzó?
Se habló del costo que era $60 mil millones pero esta cantidad no era para nosotros sino para el proyecto. Nosotros teníamos que asumir una tercera parte. China a través de sus bancos estaba ofreciendo posibilidades para préstamos. Yo creo que el tren va avanzar. Lo que habría que ver es por dónde. Si se piensa por el sur, o por el norte como era inicialmente. Hay varias instituciones interesadas en el financiamiento. Respecto a las consideraciones ambientales, el tren había sido trazado por una zona que no iba a afectar. Por ahora el Perú está participando en conversaciones por el sur.

—¿Cómo se está afrontando el caso de las conservas de Caballa para evitar que situaciones similares se repitan?
Respecto a este tema, creo que se han dado dos cosas: Un desconocimiento de parte nuestra y otra por parte de China sobre las acciones y regulaciones que cada parte lleva adelante. No existía un contacto o trabajo directo entre Sanipes (Organismo Nacional de Sanidad Pesquera – Perú) y AQSIQ (Administración General de Supervisión de Calidad, Inspección y Cuarentena – China), quizás porque antes no había ocurrido ningún problema. A raíz de esta situación, AQSIQ ha planteado llevar adelante un encuentro. Sanipes enviará a sus expertos para que vean cómo se es el control y poder establecer un mecanismo o un procedimiento que permita un trabajo coordinado entre ambas partes. Mientras no entendamos cómo trabaja el otro, no habrá solución.

—¿Qué está planteando la parte peruana?
Lo que quiere Sanipes es establecer un mecanismo de consulta bilateral tomando puntos de contacto y teniendo personas de enlace para que intercambien información ante alguna situación anómala, que el diálogo sea directo.

—Este año apenas se han cubierto 10 cupos de las 50 becas que otorga el gobierno chino para estudiantes peruanos. ¿Dónde está el problema y cómo podemos solucionarlo?
El problema es la falta de difusión. La embajada se encarga de negociar la cuota de becas pero la difusión no es nuestra. Creo que hay una ausencia de difusión a nivel académico. Quizás en el Perú, el joven que quiera participar en una beca tiene que ir a PRONABEC. No hay otra posibilidad, como existen en otras partes del mundo, otras salidas. PRONABEC debe tomar contacto y difundir en todas las universidades a nivel nacional. Los cursos son buenos y eso se ve por la cantidad de estudiantes americanos y europeos que hay en China. Además, los cursos son en inglés con la oportunidad de aprender chino por un año.

—El Perú todavía tiene un alto déficit de traductores e intérpretes. ¿Cómo incorporar más becas de idiomas, una necesidad básica para el Perú, a los cursos que se ofrecen en ciencia y tecnología?
Se hizo una gran esfuerzo en el 2013 cuando vino el entonces presidente OllantaHumala y le planteó al presidente Xi la necesidad de contar con un mayor número de becas (antes eran 10 cupos). El presidente Xi le dijo que primero había que cumplir con las 50 becas, ir por etapas. Los otros países de América Latina ya completaron su cuota de 100, ya están pensando en 150 y nosotros no llegamos a 50. Yo quisiera transmitirles directamente a algunos rectores con los que he conversado pero eso no es posible. De lo que se trata es hacer un mejor uso de las posibilidades de becas que no reciben la debida atención.

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