En esta foto de archivo tomada el 15 de noviembre de 2001, un soldado de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea de estados Unidos Hace guardia cerca de un helicóptero Chinook mientras civiles afganos y milicianos leales a la rebelde Alianza del Norte observan en Kwaja Bahuddine. (Foto de BRENNAN LINSLEY / POOL / AFP).
En esta foto de archivo tomada el 15 de noviembre de 2001, un soldado de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea de estados Unidos Hace guardia cerca de un helicóptero Chinook mientras civiles afganos y milicianos leales a la rebelde Alianza del Norte observan en Kwaja Bahuddine. (Foto de BRENNAN LINSLEY / POOL / AFP).
/ BRENNAN LINSLEY
Agencia AFP

Diecinueve años después de que lanzara ataques aéreos contra el régimen talibán en y comenzara lo que se convertiría en la guerra más larga de su historia, los insurgentes son más fuertes que nunca.

MIRA: El Talibán inicia “históricas” conversaciones de paz con el gobierno de Afganistán en Doha

La invasión del 7 de octubre de 2001 derrocó rápidamente a los talibanes, que albergaban a Al Qaeda, el grupo detrás de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, en el que murieron casi 3.000 personas.

Casi dos décadas después del colapso de su brutal régimen islamista, los talibanes están presionando para volver al poder tras firmar en febrero con Washington un acuerdo histórico sobre la retirada de tropas estadounidenses.

También están manteniendo conversaciones de paz con el gobierno afgano.

Pero muchos afganos temen la llegada de una nueva era de influencia talibán y dudan de que hayan cambiado desde los días oscuros de su régimen, cuando mataban a mujeres acusadas de adulterio, atacaban a grupos religiosos minoritarios y prohibían a las niñas ir a la escuela.

“Recuerdo el régimen de los talibanes como una pesadilla. Tenemos miedo por nuestro futuro y el futuro de mi hija”, dijo Katayun Ahmadi, una madre de 26 años que vive en Kabul.

Recuerda haber visto manos y dedos cortados en las calles de Kabul por las amputaciones para castigar delitos menores, siguiendo la estricta interpretación de la ley islámica de los talibanes.

La invasión de 2001 permitió algunas mejoras para los jóvenes afganos, especialmente las niñas, y permitió una Constitución que garantiza ciertas libertades, incluido el derecho a la educación.

Pero hasta ahora, en las negociaciones de paz en Doha, que empezaron el mes pasado, los talibanes no han dicho casi nada sobre temas como los derechos de las mujeres o la libertad de expresión.

Un acuerdo “entre afganos”

El esposo de Ahmadi, Farzad Farnood, de 35 años, investigador del Instituto de Estudios Estratégicos de Afganistán, asegura que el aumento de la violencia de los talibanes desde que firmaron un acuerdo con Washington demuestra que no han cambiado.

“¿Es esto dar esperanza a los afganos? No, no lo es”, dice.

Cuando era adolescente, fue testigo de cómo los talibanes lapidaron a una mujer y vio ejecuciones públicas y azotes en el estadio de fútbol de Kabul. Su familia también tuvo que esconder la antena de su televisión en blanco y negro en un árbol cuando los talibanes prohibieron la música y el entretenimiento.

“Todos los logros que hemos alcanzado en los últimos 18 años no existían en la era de los talibanes”, afirma.

En un comunicado el martes, los talibanes afirmaron que en 2001 Estados Unidos “rechazó arrogantemente” sus llamamientos a negociar y decidieron lanzar una “invasión brutal”.

Estados Unidos, sus aliados y coaliciones se habrían (...) librado de la infamia y de los crímenes de guerra así como de grandes pérdidas humanas y materiales”, añadieron, asegurando que esperan poder crear un “gobierno islámico soberano”.

Zia-ul-Rahman, un exinsurgente que luchó contra las tropas extranjeras y las fuerzas del gobierno afgano durante cuatro años, dijo a la AFP que los talibanes estaban presionando por “establecer un sistema islámico”, aunque la Constitución del país ya da primacía a la religión.

“No tenemos ningún problema con que las niñas tengan una educación o que las mujeres trabajen, pero tienen que usar un hiyab”, agregó.

La implicación de Estados Unidos en Afganistán le ha costado más de 1 billón de dólares y la muerte de unos 2.400 soldados, en una guerra que el Pentágono dijo que está en punto muerto.

En Doha, los talibanes y el gobierno afgano están intentando encontrar apenas un código común antes de poder abordar los temas de las negociaciones, que podrían durar años.

Algunos legisladores estadounidenses dijeron que se opondrían a cualquier acuerdo que no proteja a las mujeres y a las minorías, pero la administración del presidente Donald Trump indicó que no quiere implicarse en el cuestiones que deben acordarse “entre afganos”.

En Kabul, Jawed Rahmani, un hombre de 38 años que trabaja en el ámbito de la seguridad, cree que la retirada de Estados Unidos conduciría inevitablemente a la conquista de Afganistán por los talibanes.

“Estas no son conversaciones de paz, sino un acuerdo para entregar el próximo gobierno a los talibanes”, dice. “La gente está más feliz con lo que tenemos ahora, en comparación con la era oscura de los talibanes”.

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