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Agencia AFP

"Los blancos no entienden nuestra conexión con la tierra porque no viven en la selva", dice Tupá Mirim, habitante de Jaraguá, una reserva indígena a apenas 20 km de  () decidida a resistir los intentos de reducirla a una porción ridícula de tierra.

"Creen que no hay indios en Sao Paulo", sonríe el cacique Antonio Awá, tupí-guaraní, pero el estado más rico de Brasil alberga 29 territorios indígenas, menos de la mitad de ellos regularizados, según la Fundación Nacional del Indio (Funai), una organización gubernamental.

La reserva de Jaraguá fue delimitada en 532 hectáreas en 2015, pero el mes pasado el gobierno de Michel Temer anuló el decreto alegando un "error administrativo". Los 720 habitantes del área están dispuestos a resistir el desalojo, que de acuerdo con la nueva demarcación los confinaría a un territorio de apenas 1,7 hectáreas, regularizado en 1987.

Y de las cinco aldeas del lugar solo quedaría una, la de Ytu, separada de las demás por la carretera de los Bandeirantes, nombre de los cazafortunas portugueses que atacaban y esclavizaban a los indígenas en el siglo XVI.

Del otro lado, mezclados con decenas de perros, niños descalzos corretean por los caminos de tierra de Tekoa Pyau, o la "aldea de arriba".

Las viviendas son rudimentarias cajas de madera u hojalata, sin divisiones, algunas adornadas con grafitis borrosos. El verde y marrón de la naturaleza predominan. Pocas estructuras tienen instalaciones de agua y los baños son comunales.

Sobresale el caserón de cemento donde funciona el preescolar.
Ytu tiene mejor infraestructura: agua corriente en las casas, construidas en los años 90 por el gobierno nacional; alberga también el único centro de salud y la escuela estatal que acoge a 200 alumnos.
Allí aprenden portugués a partir de los ocho años. La lengua materna sigue siendo el guaraní.

Jurandir Karai Jekupe, guaraní de 41 años, vive en un pequeño galpón de cemento con techo a dos aguas. Él lo reformó, para dividirlo en sala y dormitorio.

"Cuando la construyeron deben haber pensado: 'son indios, no necesitan cuartos, duermen en hamacas'", ironiza, mientras muestra otras mejoras en el espacio que comparte con su esposa.

La hija del matrimonio murió en junio, antes de completar un año. "El certificado de defunción dice que fue una bacteria, pero no me explicaron lo que pasó", cuenta con escepticismo. La mortalidad infantil, agrega, es un problema en la comunidad.

La Unidad Básica de Salud, de medicina preventiva, abre ocho horas al día con dos médicos. Las infecciones respiratorias son comunes, admite una enfermera que prefiere el anonimato, aunque asegura que el centro responde a la demanda.

Thiago Karai, guaraní de 22 años, difiere: "Es muy pequeña y sin estructura para atender de forma humana y adecuada a la comunidad".

"El hospital más cercano está a unos 10 km, pero es horrible", critica Jurandir. No se ve a su bebé fallecida en las fotos de la sala. "Por tradición", explica.

- Problemas traídos 'por los blancos' -
Jurandir, maestro de quinto grado en la escuela estatal, dice que varios problemas llegaron de afuera, como la contaminación y la sequía del río Ribeirao de las Lavras, que pasa por Ytu y antes abastecía a la comunidad. "Un brazo llega solo con aguas negras.

Hicimos un documental para sensibilizar, pero no hemos logrado nada", lamenta.

"Otro problema traído por los blancos" es el abandono continuo de animales, dice Jurandir. Con unos 500 perros y 200 gatos -castrados y vacunados por ONG y el Departamento de Zoonosis-, es difícil andar sin oír gruñidos. "Se están armando jaurías y ya tuvimos ataques graves", alerta.

Thiago critica que la escuela carezca de cantina y que los niños tengan que comer afuera, con los animales merodeando.

La amenaza de desalojo que supone la decisión del Ejecutivo se discute en las cinco aldeas de la reserva, que de forma habitual debaten asuntos relacionados con su herencia.

El próximo tema en la agenda: si seguir beneficiándose de Bolsa Familia, el programa de subsidios para familias del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).

"En nuestro modo tradicional de vida no necesitamos dinero para comer, el Bolsa Familia se volvió 'el dinero de los niños' y eso los malacostumbra", dice el guaraní Evandro Tupá.

Pero por ahora el tema principal es la demarcación de la tierra, una demanda de muchos pueblos indígenas de Brasil. En una ceremonia de líderes guaraní-kaiowá que vinieron de Mato Grosso do Sul (centro-oeste), Elizeu Lopes exclamó: "Temer no es dueño de la tierra, si nos unimos, Temer no va a hacer lo que quiera".

Fuera de la casa de oraciones, la determinación de resistir es total. "Al principio nos asustamos, pero no vamos a bajar la cabeza, luchar es lo que hacemos desde hace más de 500 años", afirma Tupá Mirim, de 19 años.

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