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Agencia AFP

Aislado en el extremo noroeste de , el valle de Arán no parece formar parte de esta región. Esta pequeña comarca pirenaica, con idioma y cultura occitanas como en el sur de Francia, resiste los cantos de sirena del independentismo.

Al cruzar en medio de una fuerte nevada el puerto de la Bonaigua, el acceso este al valle a más de 2.000 metros de altitud, las banderas independentistas que asolan los pueblos de las comarcas vecinas desaparecen.

"Esto no es Cataluña, esto es distinto", explica Amador Marqués en una pequeña finca donde cría vacas, ocas, gallinas y unos cabritos recién nacidos.

"La gente mayor, mis abuelos o yo mismo siempre hemos dicho que primero somos araneses y después españoles".

Con 10.000 habitantes y una superficie similar a la ciudad de Madrid, Arán yace en la vertiente francesa de los Pirineos pero en 1313 se integró en la Corona de Aragón, uno de los reinos que acabarían conformando España.

Los araneses, prácticamente incomunicados del resto del país hasta mitad del siglo XX, se sienten diferentes a Cataluña y viven alejados del grave conflicto político entre los independentistas y el gobierno central español.

En las últimas elecciones regionales de 2015 fueron la comarca catalana que menos apoyó a los partidos separatistas.

Y Bosost, el pueblo de Marqués, fue el municipio donde las formaciones antiindependencia consiguieron mejor resultado.


- La autodeterminación de Aran -

"Aquí sabemos lo que es vivir con fronteras. Y no queremos más", afirma Marqués, de 58 años, pastelero de profesión y granjero en sus tiempos libres.

Habiéndose criado a pocos kilómetros de Francia, recuerda con amargura los tiempos en que necesitaba mostrar su pasaporte para vender lana en los pueblos vecinos del otro lado de la frontera.

Entre las casas de piedra con tejados de pizarra negra de este pueblo de 1.100 habitantes, cruzado por el río Garona en su curso hacia Francia, apenas hay carteles electorales de los comicios del 21 de diciembre y todos son de partidos contrarios a la secesión.

"Aquí estamos bien como estamos, no nos importa estar dentro de España. No hay sentimiento catalán", asegura el carnicero Juan Francisco Pedarrós, de 60 años.

Y si Cataluña se independizara, él optaría por celebrar un referéndum de autodeterminación en Aran.

"Hay gente que dice que querría pertenecer a Aragón, otros a Francia, otros a Cataluña... Un referéndum nos sacaría de dudas".

De hecho, el parlamento catalán reconoció en la ley de Aran de 2015 el derecho del valle "a decidir su futuro", además de dotar de más autonomía al gobierno propio de esta comarca.

Este gobierno, cuya máxima autoridad es el síndic de Aran, gestiona áreas como sanidad, servicios sociales, medio ambiente o turismo. Y en las escuelas enseñan en aranés, castellano y catalán.

"Somos, de facto, una autonomía dentro de una autonomía", explica el síndic Carlos Barrera desde su despacho en Viella, la capital aranesa.
Pero para él, su futuro debe ir "unido al de Cataluña". "La ley de Arán emana del parlamento de Cataluña, no de la Constitución española. Si alguien nos reconoce algún derecho es Cataluña".

Otros van más allá y respaldan el proceso de autodeterminación catalán con la esperanza de conseguir con el tiempo un Arán también independiente.

"Si fuésemos egoístamente inteligentes, el valle aprovecharía la oportunidad de que Cataluña pudiera ser un Estado para que nosotros pudiéramos serlo en un futuro", asegura Alex Moga, exalcalde de Viella.

¿Pero puede este pequeño valle convertirse en un país independiente? "Perfectamente, ¿no lo es Andorra?", dice en referencia al pequeño país pirenaico ubicado entre Francia y España.


- Preocupación económica -

Pero en este valle causa temor quedarse de nuevo aislados y perder el progreso económico de las últimas décadas gracias al turismo de invierno.

"A la gente normal nos interesa trabajar, vivir y seguir adelante", asegura Isabel Vivar, de 59 años, en Gausac, un diminuto pueblo al lado de Viella.

"No creo que el valle quiera seguir en una Cataluña independiente. Encerrarte, siendo un sitio ya cerrado, no apetece mucho", explica Isabel Vivar, de 59 años, en Gausac, un diminuto pueblo al lado de Viella.

Ella y su hija trabajan en el parque infantil de la estación de esquí de Baqueira-Beret, el principal motor económico de la zona.

Gracias a ella, Arán pasó de tener una economía de subsistencia a ser una de las comarcas más ricas de Cataluña.

En sus pistas aprendió a esquiar el rey de España Felipe VI así como numerosos miembros de la jet set madrileña.

"Estamos muy preocupados", reconoce su director comercial, Xavi Ubeira.

"Dependemos de Cataluña pero también dependemos de España y nuestro cliente principal viene de allí, de Madrid. No podemos despreciar ni uno ni otro".

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