(Foto: EFE)
Agencia EFE

A pesar de la abrumadora destrucción de gran parte de los barrios occidentales de y de los peligros que todavía entraña la vida en el último bastión yihadista, muchos civiles han comenzado a reconstruir sus negocios para rehacer sus vidas.

"Es la primera vez que vuelvo, los locales están destrozados, al igual que el almacén y todas las cosas también. No hay nada, como se puede ver", cuenta a Efe Omar Bashar Ali, frente a sus dos pequeñas tiendas vacías y hechas añicos, situadas en la calle Al Nabi Shit, en el oeste de Mosul.

Habla, junto a un grupo de familiares y trabajadores, entre los escombros de su propio negocio y de los edificios y tiendas de los alrededores, que ofrecen una imagen de devastación, reflejo de la lucha sin cuartel que los combatientes del grupo terrorista Estado Islámico (EI) y las fuerzas iraquíes libraron desde el 19 de febrero en la ribera oeste del Tigris.

Omar cuenta que trabajó en su tienda, de aparatos eléctricos y generadores, antes de que llegaran los yihadistas e incluso durante los más de tres años de ocupación.

"Nos quedamos en Mosul después de la entrada del 'Daesh' (acrónimo árabe del EI). No nos metíamos en sus asuntos", asegura.

El comerciante lamenta que justo antes de estallar los combates acababa de recibir un pedido de nuevos generadores eléctricos, un producto que se volvió muy codiciado durante el asedio de Mosul, debido a los continuos cortes de luz.

Ahora, aunque lo ha perdido todo y tiene que comenzar de cero, se muestra convencido de que pronto podrá retomar su actividad de siempre y abrirá de nuevo sus dos locales contiguos.

"Espero que en diez, quince días podamos estar trabajando. En cuanto vuelvan los servicios, el agua y la electricidad abriremos, porque estamos sin hacer nada", sentencia.

Los cristales rotos, las puertas desvencijadas y los pocos mosulenses que se pasean como fantasmas errantes por las calles vacías conducen hacia el solar donde se encontraba el santuario del profeta Set, que da nombre a la calle donde Omar intenta reconstruir su vida.

El Estado Islámico lo voló y no dejó piedra sobre piedra. Ahora únicamente los hierros del remolque de un vehículo, con el trozo de una lápida quebrada e imágenes del imán Husein, recuerdan el lugar donde descansaban los supuestos restos del profeta Set.

La Organización de la ONU para asuntos humanitarios (OCHA) advirtió este lunes de que "los enfrentamientos han podido terminar, pero la crisis humanitaria, no".

Según sus datos, desde el comienzo de los combates 933.000 personas abandonaron el oeste de Mosul, de las que 224.000 decidieron regresar posteriormente, aunque muchos de ellos volvieron al este de la ciudad, donde los combates concluyeron el pasado enero y la situación es mejor que en la otra ribera del río.

Abu Seif Salah, de 50 años, también se afana en pintar de verde pistacho el interior de su pequeño local, situado en Dawar al Sawash, en el barrio Al Mansur, una zona no tan castigada como la de Al Nabi Shit.

Junto a varias tiendas de comida rápida, donde reina una actividad frenética, Abu Seif se muestra deseoso de poder terminar cuanto antes los trabajos de reconstrucción para reabrir su puesto de "falafel", unas albóndigas vegetales hechas a base de garbanzos.

Lejos de esta esperanzadora imagen, la coordinadora general de la OCHA para Irak, Lise Grande, advertía de que más de 700.000 habitantes de Mosul continúan en los campos de desplazados.

"Mucha de la gente que se fue lo ha perdido todo. Necesitan refugio, comida, cuidados médicos, agua, saneamiento y equipos de emergencia. Los niveles de trauma que estamos viendo aquí son de los más altos. Lo que la gente ha vivido es casi inimaginable", concluyó Grande.

Sin embargo, parece que algunos vecinos como Abu Seif y Omar están decididos a no dejarse arrastrar por el desaliento que provoca la visión de la ciudad demolida o los cientos de miles de desplazados.

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