Desde que el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg anunció su participación como precandidato demócrata para los comicios presidenciales estadounidenses de este año hasta la fecha, su equipo de campaña ha gastado la estratosférica cifra de US$400 millones.
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Para que se haga una mejor idea de la dimensión del monto, considere que representa poco más de la mitad de lo que el Gobierno Peruano asignó para el sector Vivienda en el año fiscal 2020, un tercio del presupuesto para la cartera de Ambiente y una sexta parte de lo que se gastará en Justicia.
Claro que el multimillonario neoyorquino lo gastó en solo cuatro meses y todos los fondos provenían de su fortuna personal, declarada en US$60 mil millones.
La que ya se considera “la campaña más cara en la historia de la política estadounidense” equivale a nueve veces lo que recaudó todo el Partido Demócrata durante el 2019.
Dicho presupuesto está distribuido entre el pago a sus 2.100 trabajadores –donde el sueldo más alto puede llegar a los US$375 mil anuales– y una agresiva campaña de publicidad en medios tradicionales y redes sociales.
Sobre su fuerza de trabajo, cabe mencionar que cuenta con el triple de miembros de la campaña del actual presidente, Donald Trump, el quíntuple de la de Joe Biden y casi el doble de la de Elizabeth Warren, según datos conseguidos por el portal informativo Axios.
Bloomberg se ha asegurado de que su equipo sea el mejor pagado de todos los que participan en la campaña estadounidense, proveerle departamentos a los que no viven en Nueva York y llegar a gastar hasta US$10 mil en pedidos de sushi, esto último según reportes del diario capitalino Politico.
Pero la maquinaria de Bloomberg no solo se basa en una ancha –muy ancha– billetera, sino también en una estrategia política bastante inusual.
Su decisión de no presentarse en las primarias de Iowa ni en las de Nuevo Hampshire responden a que el exalcalde apostará todas sus fichas al Supermartes, la intensa jornada que se vivirá el 3 de marzo con elecciones en 14 estados del país. Para ello, ha destinado US$124 millones de su presupuesto para publicidad en pautas comerciales para dichos territorios.
El que ha quedado más cerca de ello ha sido quien es, a la vez, su principal antagonista en campaña, el senador Bernie Sanders, invirtiendo menos de US$10 millones en anuncios para esos mismos estados.
En juego estarán 1.357 de los 1.991 delegados necesarios para ganar la nominación demócrata.
¿Todo se compra?
La estrategia de músculo económico desplegada por Bloomberg ha hecho que más de uno critique su deseo de “comprar la elección”.
Y si bien resulta imposible poner un precio para ser el dueño de la llave del 1600 de la Avenida Pensilvania, lo cierto es que los métodos de Bloomberg le han servido para pasar de un discreto 8% de intención de voto en diciembre a un importante 14% que lo sitúa entre los tres favoritos, según Real Clear Politics.
Este innegable avance también ha generado que Bloomberg se convierta en el principal objetivo de los otros precandidatos.
Sanders, por ejemplo, recalcó durante un evento en Denver que “democracia significa una persona, un voto, no Bloomberg o cualquier otro que gaste cientos de millones de dólares tratando de comprar una elección”.
Mientras que otros, como el exvicepresidente Joe Biden, le han recordado su pasado republicano, que lo llevó a ganar la alcaldía de la Gran Manzana en el 2011.
Y no podía faltar Donald Trump, quien aludió a su estatura y calificó a “Mini Mike” como “una masa de energía muerta de 1,60 metros que no quiere estar en el escenario del debate con políticos profesionales”.
El exburgomaestre, por su parte, no tardó en responderle que: “Conocemos a las mismas personas en Nueva York (...). Saben que desperdiciaste una fortuna con acuerdos estúpidos y tu incompetencia”.