Un miembro de la familia (derecha) de Andrea Larry abraza a un bombero cuando su casa se incendia en Rolling Fork, Mississippi, luego de que un tornado azotara el área.
Un miembro de la familia (derecha) de Andrea Larry abraza a un bombero cuando su casa se incendia en Rolling Fork, Mississippi, luego de que un tornado azotara el área.
/ CHANDAN KHANNA / AFP
Agencia AFP

La casa de ladrillos fue pulverizada. Todo lo que queda de ella es el piso regado de objetos personales, una mochila rosa, un frasco de champú milagrosamente en pie.

Tras el violento tornado que arrasó Rolling Fork, en , los habitantes de esta localidad recién se están cayendo en la cuenta de cómo cambiarán sus vidas.

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En este domingo caluroso y soleado, bajo un cielo azul aunque se auguran nuevas tormentas, comenzaron a regresar al pueblo que ofrece un paisaje de casas destripadas y árboles caídos.

Para evaluar los daños y salvar las pertenencias, y también porque estos escombros son todo lo que queda de sus vidas previas a la noche del viernes, cuando un tornado mató al menos a 25 personas en todo este estado del sur del país, al menos 13 de ellos en Rolling Fork, que cuenta con apenas 2.000 habitantes.

“Veinte años de mi vida se fueron en un tris”, dice Shirley Stamps, de 58 años, frente a su cama cubierta de polvo y pedazos de madera. “Pero alabado sea Dios, alabado sea Dios”, añade con fervor. “Estamos aquí, estamos vivos”.

Vista aérea de un vecindario destruido en Rolling Fork, Mississippi, después de que un tornado azotara el área.
Vista aérea de un vecindario destruido en Rolling Fork, Mississippi, después de que un tornado azotara el área.
/ CHANDAN KHANNA / AFP

Infierno

Esa noche, dijo a la AFP, acababa de terminar de cenar con su familia y estaba a punto de ponerse el camisón cuando escuchó un viento preocupante. El ruido aumentaba, la amenaza se volvía más precisa.

Su nieta estaba bañándose, y Shirley Stamps golpeó la puerta para que toda la familia se refugiara en el baño, la pieza más segura de la vivienda.

El domingo, a excepción de parte de la fachada, el baño era la única habitación de la casa que quedaba en pie.

Al otro lado de la calle, Shakeria Brown, con aspecto sombrío, inspecciona su auto, aplastado por un árbol. Su casa casi se derrumba.

Los restos de una casa y autos están enredados en las ramas de los árboles en Rolling Fork, Mississippi.
Los restos de una casa y autos están enredados en las ramas de los árboles en Rolling Fork, Mississippi.
/ CHANDAN KHANNA / AFP

“Estaba sentada en el sofá con mi hija de ocho meses cuando las ventanas comenzaron a temblar”, dijo la joven de 26 años. Luego “explotaron”, “el techo cedió sobre mí y empezó a llover”.

Shakeria se cubrió la cabeza con una manta para tratar de abrigarse con su bebé, hasta que una vecina logró sacarla de ese infierno. Por ahora, se está quedando con amigos. Pero tendrá que encontrar una solución, porque “tardará una eternidad” en despejar y limpiar la zona. “El dueño no va a reconstruir”, dice.

Este último, propietario de varias casas en este barrio predominantemente negro y de bajos recursos, lo confirma.

“Nada”

“¿Qué podemos hacer?”, se pregunta un afroamericano que prefiere permanecer en el anonimato, observando la devastación con aire estoico.

El seguro no alcanzará para la reconstrucción en esta región, “una de las más pobres de Estados Unidos”, dice. A menos que intervenga el Estado federal, “se limpiará y luego quedará vacío”, concluye.

Se ve una casa dañada en Rolling Fork, Mississippi, después de que un tornado azotara el área.
Se ve una casa dañada en Rolling Fork, Mississippi, después de que un tornado azotara el área.
/ CHANDAN KHANNA / AFP

Kimberly Berry, de 46 años, trabaja en una planta procesadora de pescado y vive entre Rolling Fork y Silver City, otra localidad devastada por el tornado.

Su casa fue arrasada por la tormenta, que se llevó las paredes y el techo, dejando solo el piso de madera, una cómoda, una tina y varias pertenencias personales esparcidas.

El tornado fue selectivo. A lo largo de varios kilómetros, algunas zonas quedaron intactas, y a pocos metros la devastación.

El seguro no cubre nada, dijo a la AFP, porque construyó en un terreno inundable. Así que planea comprar una casa rodante.

Junto a sus hermanas, sentadas bajo una sombrilla mientras alguien reparte botellas de agua y sándwiches, le envían un mensaje al gobierno federal. “Necesitamos ayuda”, dice Dorthy Berry, de 65 años.

“No te sientas mal”, lanza esta maestra a una periodista que apenas tuvo tiempo de refugiarse en una iglesia ante el desastre. “Estoy llena de gratitud. Seguimos vivos, eso es todo lo que importa”.

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