Obama y su nueva batalla contra los republicanos
Obama y su nueva batalla contra los republicanos
Redacción EC

Fue una actitud de desafío. No solo fue decir no a un oleoducto considerado peligroso para el medio ambiente. Keystone XL es más que kilómetros de tuberías. Representa la nueva batalla del presidente de Estados Unidos, , contra el Partido Republicano. Aquí mando yo, parece ser el mensaje. 


El martes, Obama utilizó su prerrogativa presidencial para vetar el proyecto del oleoducto Keystone XL, que pretende transportar 830 mil barriles diarios de petróleo desde la provincia canadiense de Alberta hasta Steele City, en Nebraska, y de ahí conectarse con la ya existente red Keystone, que lleva el crudo hasta Texas.

El proyecto fue aprobado por ambas cámaras del Partido Republicano y solo necesitaba la firma del presidente para que se convirtiera en ley. Pero Obama decidió no hacerlo. 
Keystone XL necesitaba la aprobación presidencial, pues se trata de un oleoducto que cruza la frontera internacional. 

El Partido Republicano, empeñado en regresar a la Casa Blanca, ha decidido enfrentar al mandatario desde el Congreso, donde consiguió la mayoría en las elecciones legislativas de noviembre.

Desde su victoria, era previsible que la pulseada entre ambos poderes del Estado iba a ser más intensa. Más aun luego de las piedras en el camino que ya se han puesto mutuamente en los últimos seis años, sobre todo desde la ultraderecha representada por los congresistas del Tea Party.

“Esto es una vergüenza nacional”, ha dicho John Boehner, el jefe de la Cámara de Representantes. Para los republicanos, el oleoducto es trascendental, pues va a crear unos 42 mil empleos. El Gobierno Federal señala que esa cifra está inflada y que los costos medioambientales serán mayores. 

Boehner va a insistir con Keystone XL e intentará anular el veto presidencial. Pero para ello necesita dos tercios de los votos de ambas cámaras, algo que no será nada fácil de conseguir. De hecho, es casi una empresa perdida, en la que se han invertido casi seis años de discusiones desde que el proyecto salió a la luz.

Así, el proyecto se ha convertido en la excusa perfecta para la rivalidad entre ambos partidos y su empeño por boicotearse, pero sobre todo para el afán del Partido Republicano de no permitir a Obama quedarse con la última palabra.

Si los republicanos ya causaron un cierre del gobierno al no querer aprobar en el 2013 una extensión del presupuesto, están dispuestos a estirar al máximo la paciencia de sus rivales políticos. 

“Al tomar el control de las dos cámaras, los republicanos se comprometieron a evitar más cierres del Gobierno Federal. Luego, ellos toman precisamente la dirección contraria, dirección aparentemente destinada a probar que son incapaces de gobernar”, señaló en un duro editorial “The Washington Post”.

LA SEGURIDAD EN VILO

Mañana termina el plazo para extender la partida de dinero para el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), que alberga nada menos que al servicio secreto y unidades antiterroristas, las patrullas fronterizas, los servicios de inmigración y la guardia costera.

Hasta ayer, los congresistas no se ponían de acuerdo. Los republicanos decidieron a última hora y a regañadientes quitar el aspecto migratorio como condición para aprobar el presupuesto del DHS, pero aún tienen un día para dar marcha atrás. Los miembros del Tea Party pretenden revocar las medidas ejecutivas ordenadas por Obama para evitar la deportación de los ilegales.

Todo un tira y afloja que puede provocar que uno de los sectores estratégicos de Estados Unidos, como es la seguridad, se vea obligado a reducir sus funciones por culpa de la terquedad política en Washington.

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