Rick Gates, ex asesor de campaña de Donald Trump. (Foto: AP/Alex Brandon)
Rick Gates, ex asesor de campaña de Donald Trump. (Foto: AP/Alex Brandon)
Agencia EFE

Era el hombre en la sombra de la campaña electoral de Donald Trump, un asesor legal dispuesto a cargar con todas las culpas; pero el tímido Rick Gates se hartó y este viernes se convirtió en un actor clave que podría ayudar a detonar la explosiva investigación del Rusiagate.

Gates firmó el viernes una declaración de culpabilidad en la que admitió haber cometido los delitos de conspiración contra EE.UU. y falso testimonio a las autoridades que le imputó el fiscal especial Robert Mueller, encargado de evaluar los supuestos lazos entre Rusia y la campaña de Trump durante las elecciones de 2016.

A partir de ahora, Gates tendrá que responder a todas las preguntas de los investigadores y su testimonio podrá servir para acelerar la caída de otros protagonistas de la trama rusa, como Paul Manafort, su mentor y el hombre que dirigió la campaña de Trump entre junio y agosto de 2016.

Durante décadas, Gates ha sido definido como "el protegido" de Manafort, su "mano derecha" y su "consejero".

En realidad, Gates, de 45 años, ha pasado la mayor parte de su carrera política al lado de su mentor: comenzó a trabajar hace casi tres décadas como becario en la poderosa empresa de consultoría de Manafort en Washington y, en 2016, se convirtió en su "número dos" en la campaña electoral de Trump.

Hasta el viernes, Gates siempre había sido fiel a Manafort, le ayudó a manejar las operaciones diarias de la campaña de Trump y cargó con algunos de sus errores más sonados.

Por ejemplo, Rick Gates recibió una fuerte reprimenda por no haber supervisado correctamente el discurso que pronunció la ahora primera dama, Melania Trump, durante la Convención Nacional Republicana y que guardaba grandes similitudes con otro que dio en 2008 su antecesora, Michelle Obama.

Varios medios estadounidenses, como CNN, acusaron a Melania de "plagio" y Gates tuvo que aguantar la tormenta.

Poco a poco, Gates se convirtió en un superviviente y logró seguir en la campaña de Trump a pesar de la salida de Manafort, que renunció tras descubrirse que había ocultado a las autoridades un pago de 12,7 millones de dólares por asesorar al ex presidente ucraniano Víktor Yanukóvich (2010-2014), vinculado a Rusia.

Rick Gates resistió, siguió en el círculo de Trump y se convirtió en uno de los aliados más cercanos del multimillonario Thomas Barrack Jr., un viejo amigo del actual mandatario que se encargó de organizar la transferencia de poderes con su antecesor, Barack Obama (2009-2017).

Con Trump en la Casa Blanca, Gates pasó a asesorar a Thomas Barrack Jr. y se unió a la organización "EE.UU. primero", dedicada a recaudar fondos e impulsar la agenda legislativa del presidente.

Fue en marzo de 2017 cuando las cosas comenzaron a torcerse para Gates, puesto que fue expulsado del grupo "EE.UU. primero" y comenzó a recibir incómodas presuntas del fiscal especial del Rusiagate, Robert Mueller.

Finalmente, el 30 de octubre de 2017, Manafort y Gates supieron que el equipo de Mueller ya había presentado cargos en su contra, así que decidieron entregarse al FBI y en la corte del Distrito de Columbia, en medio de una gran expectación mediática, se declararon no culpables.

Eran los primeros imputados del Rusiagate y, aunque los cargos en su contra no están relacionados con las actividades que llevaron a cabo para la campaña, sí revelan importantes lazos con Rusia entre 2006 y 2017, un periodo que coincide con el trabajo que desempeñaron para Trump.

Tanto Gates como Manafort están acusados de crear una "red de entidades y cuentas bancarias" en diferentes países para ocultar hasta 75 millones de dólares que obtuvieron del Gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich en Ucrania y de otros oligarcas rusos, a los que ayudaron, por ejemplo, a mejorar su imagen en Estados Unidos.

Los dos tuvieron que pagar una fianza millonaria y permanecieron durante meses bajo arresto domiciliario con una pulsera electrónica que permitía al Gobierno conocer su localización.

Para Gates, ni la reclusión ni los 5 millones de dólares de fianza que le impuso la Justicia fueron fáciles de cumplir: logró que una jueza le autorizara a ir a las prácticas deportivas de sus hijos los fines de semana y, a través de sus abogados, se quejó por lo alta que era la fianza.

Con su "mea culpa", Gates renunció el viernes a su derecho a tener un juicio, que le habría costado entre 1 y 1,5 millones de dólares, y con ello es posible que también consiga reducir su condena hasta los 18 meses de prisión.

Por el contrario, Paul Manafort, el maestro traicionado, sigue enfrentándose a una pena de hasta 10 años de cárcel y se ha negado a admitir su culpabilidad.

EFE/Beatriz Pascual Macías

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