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En Alemania, las protestas en contra de las medidas restrictivas para evitar la propagación del coronavirus, por lo menos hasta hace poco, se realizaban dentro del marco de lo que se podía esperar. Cientos de personas reunidas en mismo lugar sin distancia social ni mascarillas, gritando o flameando banderas de ultraderecha.
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Ahora, sin embargo, hay manifestantes que parecen haberse alejado más de la realidad. Recientes marchas los han mostrado vestidos con trajes a rayas, como víctimas nazis en campos de concentración y quejándose de sentirse igual que ellos.
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Todos estos manifestantes se han valido de un perspicaz eufemismo para autodenominarse ‘querdenker’, que significa ‘pensamiento lateral’. Según la “Deutsche Welle”, sus miembros también son afines a teorías conspirativas y, por tanto, manejan información distinta la que el resto del mundo pues no confían en la ciencia.
Y ese parece ser el gran problema. Hay dos formas para acercarse a las comunidades negacionistas o antivacunas, como los Querdenker. La primera es criticarlos y acusarlos de necesitar sentirse especiales (“necesidad de singularidad”).
La segunda es entender que algunos de sus miembros también tienen estudios, que sus cuestionamientos son reales y, por tanto, hacer todo lo posible por responder a sus interrogantes.
Aunque esta última manera de entender la situación demostró su éxito en las campañas de vacunación contra la polio en África, parece que se ha dejado de lado.
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Cuando “El País” le preguntó a la investigadora de la Universidad de Oxford, Melinda Mills, sobre el estigma que evita la propagación de la ciencia y la negativa de muchos a vacunarse, ella respondió: “Lo más importante es conocer los porqués, que ni siquiera nos molestamos en conocerlos y ya estamos preguntando si tenemos que forzarlos a vacunarse”.
No es excusa, pero hay situaciones inverosímiles que ayudan a entender las dificultades que muchas personas tienen para dialogar tranquilamente con miembros de grupos como Querdenker.
En otro artículo, “DW” recuerda una manifestación en Alemania en la que una niña de once años confesó que no pudo celebrar su cumpleaños con tranquilidad. Tenía miedo a ser delatada por incumplir las restricciones dispuestas por el gobierno.
“Me sentí como Ana Frank, que tenía que estar totalmente quieta para no ser descubierta”.
En otra marcha, una chica se subió al estrado, tomó un micrófono y afirmó: “Me siento como Sophie Scholl, porque llevo aquí meses de resistencia”.
Suena exagerado compararse con la activista de la Resistencia Rosa Blanca durante la Segunda Guerra Mundial, y así se entiende que un policía le acusara de hablar disparates. Ella rompió en llanto.
DE CONSPIRACIONISTAS A EXTREMISTAS
En estas manifestaciones, como la que organizó Querdenker, se reúnen un crisol de ideologías. “DW” recoge la opinión de Felix Klein, responsable de antisemitismo de Alemania:
“[El] espectro de las protestas contra las restricciones abarca desde ‘entusiastas del esoterismo, pasando por naturópatas, pacifistas, hasta los conocidos como Reichsbürger y extremistas confesos de derecha, que utilizan estas manifestaciones como foro de movilización’”.
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A ello habría que sumarle las declaraciones del vocero de la policía, Konstantin von Notz que señalan que hay varios indicadores de que los movimientos conspiracionistas están incumpliendo la ley de forma “agresiva y hostil”.
Porque el movimiento Querdenker causa preocupación no por los manifestantes que se creen víctimas del nazismo, sino porque está convocando a “extremistas de derecha, antisemitas y teóricos de la conspiración que acusan a los políticos de satanismo”
Al respecto, el primer ministro del estado de Baviera, Markus Söder, declaró: “Me parece que algunos de estos pensadores laterales tienen ideas similares [a grupos neonazis como el Reichsbürger, que ansían regresar a la Alemania de 1937]”.
Luego, Söder añadió: “La constitución defiende el derecho a protestar, pero eso no significa que no tengan que cumplir con las restricciones sanitarias. Es importante que esas medidas se mantengan, incluso en las protestas. No hay reglas especiales para los pensadores laterales”.
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