Preocupados por un posible cierre permanente de la frontera tras la orden de movilización de Moscú para la guerra en Ucrania, un creciente número de rusos en edad de combatir huyen a Finlandia por el principal puesto fronterizo de Vaalimaa.
Pero la tarea se va a volver más complicada, tras la decisión del gobierno finlandés de cerrar la frontera a partir de la medianoche del jueves (21H00 GMT) a todos los rusos provistos de visado de turismo europeo para el espacio Schengen.
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“Acabo de pasar. No sé cómo van a hacer los otros. Es triste, triste”, confió a AFP Andrei Stepanov, un ruso de 49 años oriundo de Samara, cerca de la frontera con Kazajistán, al referirse a las nuevas restricciones.
“Ya estamos detrás de una cortina de hierro. Ahora la cortina de hierro será aún más gruesa. Es terriblemente desagradable”, suspira Aleksander Veselov, un sexagenario de San Petersburgo.
Al ser consultada por los numerosos rusos que huyen de la movilización, la ministra finlandesa del Interior, Krista Mikkonen, indicó este jueves que los pedidos de asilo serán evaluados caso por caso.
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Desde hace una semana y el anuncio de movilización “parcial” por Vladimir Putin, el número de ingresos por la frontera terrestre de 1.300 kilómetros casi se duplicó, a pesar de que el miércoles hubo un freno.
“Ahora creo que su estatuto importa poco. Si es apto para servir hoy, mañana puede estar en el ejército”, explicaba el miércoles a AFP Viktor Zakharov, un científico de 35 años.
Procedentes de San Petersburgo, Zakharov, su esposa y sus tres hijos tienen previsto dirigirse a Israel.
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“La sensación de libertad aún no está debido a las noches sin dormir y al tiempo dedicado a hacer las maletas”, declaró el joven padre con la cara desdibujada pero con una sonrisa.
Entre 7.000 y 8.000 personas cruzan cada día la frontera, la mayoría por el paso de Vaalimaa, el más meridional.
Sus puertas grises se han convertido en un punto de tránsito para miles de rusos que van al exilio, como ocurre con Georgia, Kazajistán o Turquía.
“Al menos ya estoy aquí”
Para Oleg, dueño de un bar en Moscú, la mayoría de quienes dejan el país como él huyen del espectro “aterrador” de quedar atrapados.
Temen “que se cierre para siempre y que se acabe, que tengan que vivir en un Estado totalitario donde no podrán hacer nada”, expresó Oleg sin querer mostrar la cara a la cámara de AFP.
Para este hombre de 36 años, la orden de movilización es solo la “primera señal” de un cierre de fronteras que prevé en los próximos días.
“Yo no puedo decir que estoy feliz”, admitió Vadim, un funcionario de Moscú que llegó en autobús. “Pero al menos estoy aquí”, se consuela.
Dejó a su madre y su apartamento pero espera volver a Rusia más adelante.
“Me preocupaba poder cruzar la frontera porque oí hablar de muchos jóvenes que fueron tomados por la fuerza y no pudieron salir por la movilización”, comentó antes de volver a subir al autobús.
Las filas actuales son manejables, según los guardas fronterizos finlandeses, pero se han alargado mucho en la última semana.
“Este es actualmente el mayor punto de cruce de Rusia a Finlandia”, aseguró Jesse Pirttinen, un teniente de la guardia fronteriza.
Antes del coronavirus se registraban 2,5 millones de cruces al año en Vaalimaa, cifra que cayó a 250.000 durante la pandemia.
“Ahora alcanzamos 90% del nivel de 2019, por lo que es casi igual que hace tres años”, apuntó el oficial.
Pero las nuevas restricciones del lado finlandés o ruso podrían significar más intentos de cruzar ilegalmente la frontera.
Paralelo a su candidatura histórica de ingresar a la OTAN, aún no efectiva, Helsinki presentó un plan para reforzar su frontera oriental con más barreras y vallas.
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