Imagen de las elecciones en Islandia. En la foto, el candidato del Partido Socialista, Gunnar Smari Egilsson, vota. AP
Imagen de las elecciones en Islandia. En la foto, el candidato del Partido Socialista, Gunnar Smari Egilsson, vota. AP
/ Brynjar Gunnarsson
Agencia AFP

Los votan este sábado en unas elecciones que podrían significar el fin de una inédita pero exitosa coalición que aglutina a la derecha y la izquierda, que es víctima de un panorama político muy fragmentado.

La formación de una nueva alianza para dirigir este pequeño país de 370.000 habitantes, 255.000 de ellos electores, se vislumbra complicada.

La primera ministra Katrin Jakobsdottir, de 45 años, líder de un movimiento ecologista de izquierda que nunca había gobernado Islandia, tendrá dificultades para un segundo mandato.

“Muchos partidos amenazan con aumentar los impuestos y eso no es bueno: ¡ya tenemos demasiados!”, dijo Jon Sigurdsson, empresario de 47 años, tras depositar su voto en la capital, Reikiavik.

Según las encuestas, un récord de nueve partidos se repartirán los escaños del Althingi (el Parlamento), por lo que se desconoce qué alianza saldrá de los comicios.

“Es difícil para los políticos, pero creo que es mejor que todo el mundo esté alrededor de la mesa”, opinó Thorsteinn Thorvaldsson, islandés de 54 años.

Con 33 diputados de 63, la coalición saliente es una alianza heterogénea formada por el Partido de la Independencia (conservador, 16 escaños) del veterano Bjarni Benediktsson, el Partido del Progreso (centroderecha, con ocho) y el movimiento Izquierda-Verdes de Jakobsdottir (que pasó de 11 a 9 escaños tras la salida de dos diputados).

Aunque algunos sondeos apuestan que este equipo saliente logrará una ligera mayoría, otros vaticinan su fracaso, salvo si una cuarta formación se une a ellos.

- Muchos partidos, muchas opciones -

“Hay tantos partidos que pienso que habrá diferentes posibilidades de formar un gobierno”, dijo la primera ministra esta semana en una entrevista con la AFP.

Aunque la responsable es popular por su estilo consensual y su buena gestión de la pandemia del coronavirus, su partido tiene entre un 10 y un 12% de las intenciones de voto y podría perder varios escaños. Durante su mandato, la dirigente ha hecho que el impuesto sobre la renta sea más proporcional, aumentó el presupuesto para viviendas sociales y extendió las licencias por maternidad y paternidad.

Pero también tuvo que hacer concesiones para mantener viva la coalición, por ejemplo prometiendo un parque nacional en el centro de un país con 32 volcanes activos y 400 glaciares.

Su gobierno logró ir hasta el final de su mandato, por primera vez desde 2008. Entre 2007 y 2017, los islandeses tuvieron que ir a las urnas en cinco ocasiones para elegir a sus diputados en un contexto de desconfianza ante la clase política y de repetidos escándalos.

El Partido de la Independencia, que oscila entre el 20 y el 24% de las intenciones de voto, debería seguir siendo la principal formación política del país y su presidente, Bjarni Benediktsson, piensa beneficiarse de ello.

Heredero de una familia de dirigentes de la derecha islandesa, el ex primer ministro (enero-noviembre de 2017) y actual titular de la cartera de Finanzas sobrevivió a su implicación en el escándalo de los Papeles de Panamá.

“Soy optimista, me siento apoyado”, proclamó el lunes en un mitin en el que vaticinó que su partido seguirá siendo “la columna vertebral de un nuevo gobierno”.

Pero, según las encuestas, al menos cinco partidos deberían obtener entre el 10 y el 15% de los votos: el movimiento Izquierda-Verdes, el Partido del Progreso, la Alianza Socialdemócrata (izquierda), los Piratas (libertarios) y Reforma (centroderecha).

Los primeros resultados se conocerán el sábado tras el cierre de los colegios electorales a las 22H00 GMT

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