Miles de refugiados sin ayuda médica estatal en Roszke [VIDEO]

Los médicos voluntarios que atienden a los miles de que entran en Hungría a través del paso fronterizo de denuncian la nula ayuda estatal -incluso en casos graves como abortos- y alertan de que con la llegada del otoño la situación puede empeorar por las lluvias.

"No hay agua corriente, no hay condiciones mínimas básicas, la situación es bastante indigna. Así es como entra la gente en la Unión Europea", resume a Efe la situación Ana Lemos, del equipo de Médicos Sin Fronteras (MSM) en Röszke.

Unas vías de tren que comunican con Serbia guían a los refugiados hasta la frontera con Hungría, en la que se encuentra el denominado "punto de reunión", dónde las autoridades congregan a los recién llegados para trasladarlos en autobuses a distintos campos.

Un mar de tiendas de campaña de tipo iglú y enormes restos de basura que desprenden un intenso olor agrio son la bienvenida que reciben los refugiados de países en conflicto como Siria y Afganistán tras cruzar los Balcanes durante días.

Tanto los servicios sanitarios básicos, la recogida de basura como la entrega de comida y agua a los recién llegados corre a cargo de voluntarios y ONG, mientras que las autoridades húngaras se limitan al traslado de los refugiados.

Las dos docenas de inodoros químicos instalados son insuficientes para los miles de personas que llegan cada día, y el transporte en autobuses es tan lento que cientos de refugiados deben dormir allí a la intemperie.

Lemos asegura que MSF llegó el pasado lunes para evaluar la situación en Röszke y decidieron quedarse, dado que numerosos refugiados necesitaban atención sanitaria urgente.

"Hay muchos niños con fiebre, fracturas y heridas por caídas. También hemos visto muchos problemas con mujeres embarazadas y algunos abortos por caídas o golpes", expone.

Lo casos más graves que han tratado son personas con enfermedades crónicas, como asma o diabetes, que han perdido su medicación y han tenido que ser hospitalizadas en el cercano hospital de Szeged.

"No hay ningún tipo de servicio oficial, todo lo hacen los voluntarios", lamenta la portuguesa.

El equipo de cuatro médicos, una comadrona y una enfermera de MSF atiende a entre 150 y 200 personas al día, con casos muy comunes de agotamiento, insolación y deshidratación.

En el cercano ambulatorio de Cáritas, la situación es parecida, faltan manos para ayudar debido al gran número de personas que buscan asistencia.

La coordinadora del ambulatorio de Caritas, Katalin Debreceni, asegura a Efe que, aunque se han dado casos puntuales de diarreas, no hay peligro de epidemia, pero teme que con el mal tiempo se multipliquen las infecciones respiratorias.

"Con la llegada del otoño tememos que se multipliquen esas infecciones y necesitamos mucho más material", indica.

Rashid, un sirio de 41 años con los ojos cansados y enrojecidos, espera en la carpa de Cáritas a que un facultativo vea a su hija de cuatro años. Cree que tiene fiebre y algo de insolación. Llevan 12 días caminando desde Grecia.

Mientras que montañas de mantas y ropa se acumulan en los alrededores, algunas ya inservibles después de las últimas lluvias, los voluntarios demandan más donaciones de medicamentos básicos.

"Lo que más necesitan las familias son los pañales y comida para bebés, mientras que los mayores siempre piden pasta de dientes. Y tienen hambre, mucha hambre" cuenta a Efe Edit, una voluntaria de la Cruz Roja húngara, en una carpa de la organización.

Otro voluntario criticó que mucha gente dona ropa, algo que ya sobra, mientras que otros bienes básicos, como agua potable, siguen siendo tan necesarios como escasos.

"Hasta han traído zapatos con tacones altos", dice ese voluntario de EEUU con un gesto de desaprobación.

FUENTE: EFE

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