Por Gabriela Quevedo Castañeda
(@gabrielaquev)
El sonido de unos motores irrumpen la prefabricada tranquilidad de un ‘mall’ en Dubái. Dos Audis A8S aceleran para luego empotrarse contra la entrada de la exclusiva casa de joyas Graff. Un grupo de hombres armados y vestidos de camuflaje militar ingresan para destrozar las vitrinas y llevarse más de 3 millones de euros en joyas y diamantes. Los sujetos retornan a los vehículos sin disparar una bala y fugan.
Las cámaras de seguridad del Wafi Mall registraron el cinematográfico atraco el 15 de abril del 2007. “Todo lo hicieron en 45 segundos. Difícil de creer, pero pasó”, dice Ronald Noble, secretario general de la Interpol.
Solo cuatro años antes, en la elegante calle londinense de New Bond, un joven de traje, que llevaba un portafolio y un paraguas, ingresó a otra tienda Graff –que tiene como clientes habituales a Oprah Winfrey y Victoria Beckham– interesado en un diamante de doce kilates. El encargado de seguridad no dejaba de inquietarse por su apariencia, el potencial comprador llevaba puesta una peluca de Elvis.
“Es muy glamoroso. ¿No tiene algo más pequeño?”, preguntó el sujeto mientras desenfundaba una magnum plateada .357. La tienda perdió más de 30 millones de dólares en diamantes. El robo más grande en la historia del Reino Unido.
Luego de atrapar a uno de los dos asaltantes en la escena del crimen, Steve Alexander, el detective de la policía a cargo del caso, llegó a recuperar, de la forma más extraña, un diamante azul de US$ 750 mil. La gema se encontraba en el fondo de un envase de crema facial. El increíble parecido con una de las famosas comedias de Peter Sellers hizo que la policía los bautizara como las Panteras Rosas. A la banda le agradó tanto la idea de ser reconocida con este nombre que en atracos posteriores los asaltantes utilizaban camisas color rosa.
Con el paso del tiempo, el detective Alexander se dio cuenta de que los robos de 20 joyerías no eran casos aislados. Los integrantes tenían en común ser originarios de la ex Yugoslavia (ahora Serbia y Montenegro). Cada operación contaba con el trabajo de un equipo puntual. Como el asalto del 2003 en Londres, que solo requirió a 3 personas, todas residentes de países europeos distintos: uno de ellos organizó la logística, los otros dos dieron forma al plan y lo ejecutaron.
Ahora, de regreso al 2007, lo ocurrido en la ciudad de jeques y millonarios sentó un precedente. El trabajo exhaustivo de la policía de Dubái en el recojo de muestras de ADN, permitió a la unidad de la Interpol detrás de la banda, dejar de colocar puntos de búsqueda solo en Europa para comenzar a rastrearla a nivel global.
Fue así como nació el Proyecto de las Panteras Rosas, conformado por 26 países, cuyas unidades de investigación policial se han comprometido a ceder información periódicamente, además de trabajar en conjunto en caso de alertas. De esta manera, el cruce de una base de datos con fotos, huellas dactilares, muestras de ADN y videos de cámaras de seguridad han permitido identificar a 800 panteras.
SIN MIEDO A NADA
Según Noble, lo que distingue a las panteras es la audacia y el temple durante el robo. “No le temen a nada”. La banda está compuesta por ex soldados que lucharon para obtener la independencia de Serbia y Montenegro desde 1991. Justamente la desintegración de su nación le cedió otra característica, quizá la más importante: ya no tienen raíces. “En Europa están en todos los países en los que haya una comunidad de balcánicos. Tienen la posibilidad de tener contactos en todos lados”, confiesa el detective suizo Jan Glassey, preocupado por el hecho de que Ginebra es la ciudad favorita de las panteras, pero no tanto como Amberes en Bélgica, donde se comercializa el 80% de los diamantes en bruto del mundo.
Justamente, el 18 de febrero del 2013, dos sujetos vestidos de policías lograron sustraer de las bodegas del vuelo LX786 ciento veinte paquetes con diamantes que viajarían de Bruselas a Zúrich. La interceptación de tan jugoso botín se produjo porque este par de seudoagentes, y sus otros seis compañeros que ingresaron en dos camionetas por el perímetro de la pista de aterrizaje, sabían lo que muchos no: una vez que los pasajeros están a bordo, el avión toma 18 minutos entre colocar la carga valiosa y despegar. El tiempo es dinero y sin duda para estos bandidos lo fue.