Repartidores esperando órdenes en la Plaza de Italia en París. Uber Eats dijo que tenía cien empleados en Francia que hacen revisiones en los lugares para intentar prevenir trabajadores con estatus migratorio no autorizado o que sean menores de edad. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).
Repartidores esperando órdenes en la Plaza de Italia en París. Uber Eats dijo que tenía cien empleados en Francia que hacen revisiones en los lugares para intentar prevenir trabajadores con estatus migratorio no autorizado o que sean menores de edad. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).

París. Aymen Arfaoui se ajustó una maleta de plástico de Uber Eats y revisó su celular para encontrar la ruta más rápida en bicicleta antes de comenzar a pedalear entre el caudal de automóviles que circulaban alrededor de la Plaza de la República. El tiempo era dinero, y Arfaoui, un nervioso migrante de 18 años, necesitaba dinero.

“Lo hago porque tengo que comer”, comentó, fijando una ruta que pudiera ahorrarle algunos minutos en su primera entrega del día. “Es mejor que robar o pedir dinero en la calle”.

Arfaoui no tiene documentos para trabajar, y se llevaría un poco más de la mitad de las ganancias de ese día. Mencionó que el resto se lo debía a un repartidor en bicicleta francés que consideraba que las condiciones de pago de Uber Eats eran demasiado baratas —3,50 euros (poco menos de 4 dólares) por pedido y un poco más por kilometraje— como para realizar el trabajo él mismo.

El repartidor parisino había subcontratado ilegalmente a Arfaoui, quien había estado viviendo en un coche abandonado durante un mes tras su llegada de Túnez. El joven migrante señaló que había ganado 17 euros ese día por cuatro horas de trabajo.

El reparto de alimentos se ha convertido en un negocio de miles de millones de euros debido a que el gigante estadounidense de transporte privado Uber, la plataforma de entrega a domicilio con sede en Londres Deliveroo y algunas empresas competidoras ambiciosas luchan para captar mercados y consumidores. Sin embargo, la competencia ha comprimido las ganancias para los repartidores, provocando que algunos se aprovechen de quienes buscan empleo con mayor urgencia.

En Francia, donde el reparto de alimentos es una tendencia al alza, algunos repartidores registrados en esas aplicaciones están rentando sus cuentas. Los repartidores suplentes por lo general son migrantes no autorizados en el país, solicitantes de asilo y menores de edad dispuestos a trabajar varias horas por salarios bajos, sin importar el tráfico ni el clima, de acuerdo con información obtenida de agrupaciones laborales y humanitarias francesas, de algunas empresas, y de entrevistas con más de una decena de repartidores y migrantes.

Los repartidores hacen esos tratos en la calle o a través de mensajes por Facebook, WhatsApp y Telegram, y se quedan con entre un 30 a un 50 por ciento de las ganancias. Muchos de los repartidores y migrantes aceptaron conversar con la condición de mantener su anonimato debido a la naturaleza del trabajo.

Un repartidor de comida de Glovo en París. Glovo prohíbe subcontratar, pero su director general en Francia dijo que el uso de inmigrantes no autorizados era "un gran problema". (Dmitry Kostyukov para The New York Times).
Un repartidor de comida de Glovo en París. Glovo prohíbe subcontratar, pero su director general en Francia dijo que el uso de inmigrantes no autorizados era "un gran problema". (Dmitry Kostyukov para The New York Times).

Hasta ahora, esta actividad se ha desarrollado a pequeña escala entre los aproximadamente veinte mil repartidores de comida en Francia. Las compañías han dado de baja a una gran cantidad de socios que fueron descubiertos haciendo tratos en el mercado negro. Sin embargo, los negocios y los reguladores están enfrentando nuevas quejas de otros indicios de explotación en la economía de los trabajos esporádicos.

“Estos empleos se han vuelto más precarios”, afirmó Jean-Daniel Zamor, presidente del Colectivo de Repartidores Independientes de París, un grupo que trabaja sobre cuestiones laborales para los repartidores. “El hecho de que las plataformas den menos dinero ha alentado a la gente pobre a subcontratar a gente todavía más pobre”.

Uber Eats y sus competidores, incluyendo Stuart, una aplicación francesa, y Glovo, con sede en España, señalaron que sabían de estas conductas indebidas. “Nos preocupa porque existen prácticas ilegales en las que la gente se aprovecha de la vulnerabilidad de los demás”, comentó Nicolas Breuil, gerente de mercadotecnia a nivel global de Stuart.

“El hecho de que las plataformas den menos dinero ha alentado a la gente pobre a subcontratar a gente todavía más pobre”, dijo Jean-Daniel Zamor, un organizador de repartidores en París. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).
“El hecho de que las plataformas den menos dinero ha alentado a la gente pobre a subcontratar a gente todavía más pobre”, dijo Jean-Daniel Zamor, un organizador de repartidores en París. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).

Las plataformas captaron a miles de trabajadores, en especial de los suburbios de alto desempleo en Francia, así como a estudiantes. Sin embargo, los repartidores que hablaron con The New York Times dicen que ahora las empresas están reclutando a más repartidores y que la paga es peor. Los repartidores tienen que emplearse como contratistas independientes, de tal modo que las empresas se ahorren gastos e impuestos relacionados con empleos de tiempo completo.

Deliveroo enfrentó huelgas en Francia después de cambiar su tasa de remuneración en 2017: de una tarifa fija por hora más comisión, a una tasa de 5 a 5,75 euros por entrega. Los repartidores de Uber Eats realizaron huelgas limitadas durante la Copa Mundial de futbol de 2018 para protestar por lo que ellos consideraban salarios bajos y malas condiciones de trabajo.

Las empresas niegan que la remuneración esté empeorando.

Uber Eats señaló que los repartidores de Francia ganaban un promedio de 10 a 15 euros por hora en las horas pico, de 11:30 a 14:00 y de 7:00 a 22:00. Deliveroo y Stuart comentaron que sus repartidores ganaban un promedio de 13 euros por hora. Glovo afirmó que sus repartidores ganaban aproximadamente 10 euros por hora.

Los repartidores comentaron en las entrevistas que las tarifas oficiales no siempre reflejaban lo que se llevaban al bolsillo. Describieron un sistema en el cual la remuneración que otorgaban las plataformas de entrega de alimentos había descendido un 25 por ciento o más en los últimos años, lo que daba pie a la subcontratación.

Pese a que las empresas promueven sus políticas de responsabilidad social, de todas maneras se benefician sin importar quién haga las entregas, comentaron.

“Cada año ganamos menos, entregamos menos”, señaló Florent, un repartidor de veintitantos años que aceptó que lo identificáramos solo por su nombre de pila. “Cambian las condiciones reduciendo salarios o modificando las reglas del pago”.

“Cada año ganamos menos, entregamos menos”, dijo un repartidor. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).
“Cada año ganamos menos, entregamos menos”, dijo un repartidor. (Dmitry Kostyukov para The New York Times).

Florent mencionó que había trabajado para tres aplicaciones de entrega de alimentos y ahora rentaba ilegalmente su identidad de cada aplicación a trabajadores indocumentados a cambio del 30 por ciento de su ingreso. El Times se comunicó con Florent a través de Facebook, la red social que él y otras personas emplean para anunciar sus cuentas.

Youssef El Farissi, de 18 años, residente de Avignon, comentó que había rentado ilegalmente su cuenta de Uber Eats a una decena de trabajadores indocumentados el mes pasado. Seis de sus amigos estaban haciendo lo mismo con diversas plataformas.

“Si fuera mejor pagado, todos usarían su propia cuenta y trabajarían”, señaló.

Mientras que los migrantes siguen huyendo de África y el Medio Oriente, en Francia aumenta la población de solicitantes de asilo que no pueden trabajar en tanto el gobierno revisa sus casos. Los migrantes entrevistados por el Times para este artículo dijeron que necesitaban trabajar y que hacer reparto en bicicleta, incluso bajo condiciones precarias, era mucho mejor que otras formas de ganar dinero, como la venta de drogas.

La ley francesa permite que los proveedores independientes tercericen a trabajadores con permiso, pero Uber Eats, Stuart y Glovo dijeron que prohibían la subcontratación. Deliveroo dijo que sus repartidores podían tercerizar a personas que tuvieran permiso de trabajo y que llevaba a cabo revisiones aleatorias y verificaciones de sus repartidores. “Si un repartidor subcontrata a un individuo sin permiso para trabajar, revocaríamos su contrato de inmediato”, dijo la empresa.

Uber Eats dijo que no toleraba el trabajo ilegal ni de menores de edad y que tenía 100 empleados en Francia que llevaban acabo revisiones aleatorias. Glovo dijo que rastreaba los tiempos de entrega para identificar comportamiento sospechoso. Stuart lleva a cabo inspecciones regulares y dijo que había descubierto al menos una decena de substitutos sin permiso al mes.

Arafoui, el joven migrante, dijo que tenía pocas alternativas. Para escapar de la economía turbulenta de Túnez, abordó un bote en septiembre junto con cientos de otras personas en Libia. Llegó a Italia, dijo, y se escondió en trenes con dirección a Francia. Puede que solicite asilo.

© "The New York Times"

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