(Imagen: El Comercio)
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Idafe Martín Pérez

La extrema derecha alista armas ante su mayor batalla. Tras los fracasos electorales de Marine Le Pen en Francia o de Geert Wilders en Holanda, y el éxito en provocar el ‘brexit’ o alcanzar los sillones del poder en Austria y en Italia, los nacional-populistas buscan una alianza que les permita tener más peso en la toma de decisiones europeas.

El próximo 26 de mayo cientos de millones de europeos irán a las urnas para elegir a sus nuevos eurodiputados. Meses después se renovarán todos los altos cargos del bloque.

Esa cita electoral es clave para definir el próximo lustro del Viejo Continente, y los grupos políticos más a la derecha intentarán reunir las fuerzas suficientes para lograr su gran objetivo: dar marcha atrás al proceso de construcción europea renacionalizando sus políticas.

Sus posibilidades de éxito –que podrían definirse en saltar de la cuarta a la tercera o segunda posición en la Eurocámara– pasan por unificarse. Hasta ahora esos partidos han formado dos grupos separados en el Parlamento Europeo. En el primero están los más radicales: la francesa Le Pen, el italiano Matteo Salvini, el holandés Wilders, el austríaco Heinz-Christian Strache, los flamencos del Vlaams Belang o los húngaros del partido extremista Jobbik. En el segundo grupo están organizaciones como Ley y Justicia (PiS), de Polonia, y las ultraderechas escandinavas.

La unión de todos esos partidos formaría un grupo político que podría superar los 250 eurodiputados –ahora suman menos de 200 divididos en varios grupos, de los 750 que forman la cámara–, creando así una fuerza ultraderechista con representación de casi todos los países del bloque y que podría tener más influencia que la que tienen ahora.

Conocedor de la necesidad de esa unión, el italiano
Matteo Salvini viajó esta semana a Polonia para estudiar un acercamiento con el PiS de Jaroslaw Kaczynski, uno de los que previsiblemente enviará una de las mayores representaciones ultras a Bruselas.

El extremismo que llegó al poder

►El Gobierno Italiano está formado por la coalición de la ultraderechista La Liga, de Matteo Salvini, y el populista Movimiento 5 Estrellas. Salvini es un enemigo acérrimo de la inmigración.
►En Austria, el Partido Liberal de Austria (FPÖ) formó una coalición de gobierno con el Partido Popular, que ganó la elección. Su líder es Heinz-Christian Strache, vinculado a grupos neonazis. En las pasadas elecciones consiguió el 26% de los votos.
►En Alemania, el partido islamófobo Alternativa para Alemania (AfD) ya es la tercera fuerza política del país.

Salvini presentó al político polaco la idea de formar un grupo conjunto en el próximo Parlamento Europeo, un “frente de la libertad”. El italiano, en conferencia de prensa, dijo que “Polonia e Italia serán parte de la nueva primavera de Europa, del renacimiento de los valores europeos y de que Europa vuelva a sus raíces”.

—Desencuentros—

El gran obstáculo que por ahora evita la unión de todos los nacional-populistas, euroescépticos o abiertamente eurófobos, cuando no directamente neonazis, es que sus postulados también chocan entre sí. Salvini y los dirigentes del PiS no están de acuerdo con las relaciones que Europa debería tener con Rusia, en la política migratoria o el uso de los fondos europeos.

Por ejemplo, para Salvini y Le Pen, el ruso Vladimir Putin es un estrecho aliado. Para el polaco PiS es un enemigo a quien solo cabe contener.

El acuerdo entre estos grupos solo es posible si se centran en su objetivo básico: el desmonte de la Unión Europea tal y como funciona actualmente. Quieren una “Europa de las naciones”, poco más que un mercado común sin más integración política. Una Europa blanca, sellada ante cualquier inmigrante y beligerante contra sus propias minorías religiosas, étnicas o de género. Proteccionista en lo comercial y reaccionaria en valores.

El único cambio que han traído los años a estos partidos es que ya no se plantean sacar a sus países de la Unión Europea, sea por convicción o porque saben que –tras la novela del ‘brexit’– el electorado castigaría con dureza esa idea. Su objetivo ya no es destruirla sino hacerla a su gusto: autoritaria, racista y cerrada al mundo.

“No está claro en qué quieren convertir estos grupos a la UE”

cas mudde, politólogo holandés y especialista en populismos europeos

—¿Cree que partidos como el polaco PiS, La Liga italiana o el Frente Nacional francés se unan para crear un solo grupo en el Parlamento europeo?
Hace apenas medio año hubiera dicho que no, pero el mundo cambia rápido y ahora creo que sí. Salvini se ha convertido en el líder de facto de Italia y ha sobrepasado a Marine Le Pen. Tiene preocupaciones mayores, para las que necesita a sus socios europeos. No significa que esté seguro de que se llegue a formar ese grupo, pero puede ocurrir. De hecho, en realidad está en manos del polaco Kaczynski. Si él dice que sí, el ECR [euroescépticos pero hasta ahora alejados de los más radicales] entrará.

—¿Estos grupos buscan destruir la Unión Europea provocando más salidas de países, o la han aceptado como organización y ahora intentarán cambiarla?
Ya no hay casi ningún apoyo para más salidas. Marine Le Pen ha abandonado esa idea mientras muchos de los demás partidos nunca lo mencionaron. Solo el PVV holandés sigue con esa idea. Creen que pueden destruir la Unión Europea desde dentro reformándola, para convertirla en algo totalmente diferente. Pero no está claro en qué querrían convertirla. Esos partidos no solo están en desacuerdo en qué poderes debería tener esa nueva Unión Europea, sino también en qué países deberían ser sus miembros.

—¿Si consiguen crear un gran grupo en el Parlamento europeo y nombrar a dos o tres comisarios, tendrán poder para cambiar las instituciones europeas?
No, porque seguirán siendo un grupo relativamente pequeño tanto en el Consejo Europeo [donde se reúnen los jefes de gobierno del bloque] como en la Comisión Europea, que seguirán dominados por conservadores, socialdemócratas y liberales. Lo que sí podrán hacer es frustrar casi cualquier intento de reformar la Unión Europea, una necesidad para hacer frente a los muchos desafíos internos y externos que tiene la UE.

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