(Elías Alfageme / El Comercio)
(Elías Alfageme / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Cuenta una crónica de Julio Villanueva Chang publicada en El Comercio que, al día siguiente de la proclamación de la independencia, ningún diario dio la noticia. Recién el 30 de julio el periódico político y religioso “El Consolador” publicó la primicia y un día después el semanario “Los Andes” le dedicó menos de 25 palabras. La queja de unos ciudadanos por el alza del precio del pan y de la carne tuvo más espacio. “La población de Lima y alrededores no sabía qué estaba sucediendo”, explica Orrego.

— ¿Cuál era el clima?
De incertidumbre. La gente estaba pendiente de lo que ocurría con San Martín, con el ejército del virrey que estaba en Cusco, las noticias de otras regiones de América del Sur y, por supuesto, de lo que ocurría en España. Por eso deben entender que durante todos los años de la guerra de independencia, que en realidad empezó en la década de 1810 y terminó en 1824 o 1825, la población estaba pendiente de muchos acontecimientos de manera simultánea y no sabía cómo comportarse porque la información era contradictoria. Hay que tener en cuenta que la independencia fue una guerra civil y tuvo unos costos humanos muy grandes, no solo por el número de muertos que se calcula entre 20 y 30 mil, sino porque también hay familias que se partieron, fortunas que cayeron y podías tener a un familiar en el otro bando. Ese es el drama humano de la independencia. Muchas veces pensamos que fue una guerra victoriosa y que la mayoría pateaba hacia el mismo arco, eso no es cierto. Es un fenómeno complejo porque fue una y varias guerras al mismo tiempo: fue una guerra civil, una guerra de ocupación por los ejércitos que vinieron con San Martín y Bolívar, y una guerra entre los realistas y los patriotas.

— ¿Qué otras cosas no nos han contado los libros sobre aquel 28 de julio?
El 28 de julio de 1821 es una fecha simbólica, pero no necesariamente marca el inicio de la independencia. Ese día el Perú aún no era independiente. Las dos terceras partes del territorio seguían ocupadas por el ejército del virrey, en el resto del país seguía funcionando la mita, se seguía cobrando el tributo y se mantenía la lealtad al rey de España. El Perú de esa época no solo era más grande, sino que el peso económico y demográfico estaba en la sierra y sur del país. El hecho de proclamar la independencia en Lima no implicaba hacerlo en todo el Perú.

— ¿Cuándo surgió esa conciencia independentista?
Es una construcción lenta. Fue la gran tarea de todos los países tras la independencia: construir el Estado nación. Incluso hay gente que dice que, tras 200 años de independencia, el Perú aún no ha construido una nación.

— El historiador Carlos Contreras planteó que la ausencia de un héroe libertador impidió generar una conciencia nacional.
El virreinato peruano tenía una realidad bastante compleja. El surgimiento de un líder habría significado la presencia de los curacas, que sí tenían capacidad de movilización, contrario a los aristócratas. Pero tras la rebelión de Túpac Amaru II la corona derogó el título de curaca y solo se lo dejó a quienes apoyaron al virrey. Por eso cuando llegaron San Martín y Bolívar, no había líderes.

— ¿Intentamos llenar ese espacio con San Martín?
José de San Martín es asumido por los peruanos como el fundador de la nación por dos razones: su presencia fue menos dramática que la de Bolívar, quería ganar la guerra a través de las ideas y la negociación. La segunda es que se lo percibe como quien sentó las bases de la nación a través de sus símbolos. Está relacionado a la bandera, al himno, al escudo.

— Al final de su libro “¡Y llegó el Centenario!” plantea conclusiones con miras al bicentenario…
Todos deben estar convocados a las celebraciones, cada región y localidad debe establecer su agenda. Además, la independencia de 1821 es de Lima, pero muchas provincias lo hicieron en otra fecha. Trujillo se independizó en diciembre de 1820, así que tiene todo el derecho para celebrar en diciembre del 2020. Hay varios bicentenarios y todos son legítimos. Se debe fijar un cronograma, pero también plantearse qué debe dejar el bicentenario.

*Esta entrevista fue publicada originalmente el 28 de julio del 2016 en la sección Posdata de El Comercio

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