El sacerdote Eduardo Lorenzo, de 59 años, fue hallado tendido en el suelo de la habitación ubicada en la sede de Cáritas en La Plata. La primera causa en su contra se presentó en el 2008, cuando un expolicía denunció la violación de su ahijado. (La Nación / GDA)
El sacerdote Eduardo Lorenzo, de 59 años, fue hallado tendido en el suelo de la habitación ubicada en la sede de Cáritas en La Plata. La primera causa en su contra se presentó en el 2008, cuando un expolicía denunció la violación de su ahijado. (La Nación / GDA)
Redacción EC

El sacerdote Eduardo Lorenzo, acusado de abuso sexual, se suicidó en la sede de Cáritas de La Plata, según pudo confirmar La Nación de a través del abogado querellante Juan Pablo Gallego. Hoy la jueza Marcela Garmendia había pedido su detención.

La noticia también fue confirmada por el Arzobispado de La Plata, Víctor Manuel Fernández, quien minutos más tarde llamó a la oración a través de un comunicado.

Queridas hermanas y hermanos de la Comunidad arquidiocesana, ante la muerte de nuestro hermano Eduardo Lorenzo, que se quitó la vida después de largos meses de enorme tensión y sufrimientos, solamente nos cabe unirnos en oración por él para que el Dios de la vida lo reciba en el amor infinito”, expresó.

Y agregó: “El mismo Señor nos ayudará a comprender algo en medio de este misterio oscuro, y nos enseñará aún a través de este dolor”.

Según el informe de los efectivos de la comisaría 1 de La Plata, el cura fue encontrado tendido en el suelo “con posibles manchas hemáticas”.

Eduardo Lorenzo (59) fue capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense durante 14 años, organizó grupos de jóvenes con los boy scout, fue párroco de distintas iglesias de Gonnet, Berisso y Olmos. Las denuncias en su contra son de larga data. En 2008 fue denunciado por abuso sexual, pero la causa no había prosperado hasta las nuevas acusaciones.

Hoy, la fiscal Ana Medina pidió la detención del cura. La jueza Marcela Garmendia hizo lugar al pedido y rechazó el pedido de eximición de prisión que presentó el abogado del acusado. El sacerdote seguía libre y se esperaba la decisión de la Cámara de Apelaciones. Para la fiscal, la pericia psicológica que se le hizo a Lorenzo fue determinante.

Yo no soy un pedófilo”, se defendió Lorenzo ante una consulta de La Nación la última vez que habló a los medios.

La primera causa en su contra la inició un ex policía llamado Julio César Frutos. El 20 de agosto de 2008, la víctima, su ahijado León, era menor de edad. En ese momento León declaró que había sufrido abusos sexuales por parte del cura Lorenzo. La causa estuvo casi parada durante diez años. Hasta que el abogado Juan Pablo Gallego tomó el caso y le pidió al fiscal general de La Plata, Héctor Vogliolo, su reapertura. Gallego patrocinó a las víctimas del Padre Julio César Grassi, condenado en 2009 a 15 años de prisión por violar a un menor en la Fundación Felices los Niños.

El 9 de mayo de 2019, a las 14.30, Gallego acompañó a León, que volvió a declarar. Desde ese día, León ya no se quiso esconder detrás de un nombre ficticio. Diego Pérez, así se llama, habló y así se lee en la causa: “Él me decía ‘sos un negro’ (sic) así que tenés que hacerlo. Me empujaba, me llevaba a su habitación para ultrajarme y tener relaciones conmigo. Al finalizar las misas me alcoholizaba y me volvía a someter sexualmente”.

Más víctimas

Bartoli tenía 13 años cuando iba al grupo scout que dirigía el cura Lorenzo. “Todos los viernes, durante dos años, había cenas en su departamento. Estaban los líderes scout y yo, de 13 años. Se generaban reuniones con la excusa de planificar las actividades de los sábados. Cuando terminaban yo me quedaba ahí y él hacía su ritual: bañarse, afeitarse, perfumarse y ponerse el pijama. Luego me decía que lo ayudara a dormir. Que le diera besos, que lo abrazara”, contó Julián con lágrimas en los ojos en esa conferencia de prensa de julio de 2019 después de haber declarado ante la fiscal.

Gustavo (nombre ficticio) leyó en el diario lo que había dicho Bartoli y quedó en shock. Había ido a una estación de servicio, como todos los días, después de trabajar. Cuando habían pasado cuatro horas sin tocar el jugo, los mozos, que lo conocían, se preocuparon. Le preguntaron si estaba bien. Gustavo tiene 44 años y vive en La Plata. Conoció a Lorenzo cuando estaba en el grupo scout que pertenecía a la iglesia Rosa Mística, de la capital bonaerense. Tenía 16 años.

En la causa, Gustavo contó cómo fue el último día que vio a Lorenzo: “Un día me llama por teléfono a mi casa y me invita a cenar afuera. [...] Esa noche en Almendra tomamos mucho whisky. Volvimos a la parroquia de Olmos, otra vez me pidió los masajes, y yo no me sentía muy bien. Pero le hice masajes y él siempre buscaba la misma posición, y esta vez empezó a hacer los movimientos de una manera muy exagerados. Entonces me bajé, y él se levantó y me volvió a repetir que estaba todo bien, que él se sentía muy contento con la amistad que teníamos, que no había nada de malo. Pero yo insistí con irme, y ahí me dio un abrazo e intentó besarme en la boca. Le dije que era un hijo de puta”.

La defensa de Lorenzo

Yo soy inocente. Yo no soy un pedófilo, yo no cometí ningún acto que sea indigno de mi ser cura. Tengo defectos como cualquiera, pero no estas perversiones, que siempre condeno y condené. Estoy demolido, estoy en un momento de mi vida espantoso”, dijo Lorenzo ante la consulta de La Nación una semana atrás, antes de saber que lo iban a detener.

Su vida, explicó, era “ir a cien todos los días” pero ahora, sin ser más capellán del Servicio Penitenciario, sin ser párroco de ninguna iglesia, sin estar a cargo de ningún grupo de jóvenes, “se convirtió en un calvario”.

Estoy abatido, despojado. Estoy más solo que un perro”, aseguró Lorenzo.

El sacerdote estuvo a cargo de la capilla que hay en la República de los Niños desde el año 2007 hasta el 16 de noviembre de 2019. Cuando Bartoli habló en la causa que lo acusa a Lorenzo de abuso sexual agravado, el cura seguía al frente.

A mediados de julio, el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor “Tucho” Fernández, le prohibió estar a solas con menores, por “precaución”. Tres meses después, Lorenzo le mandó una carta al arzobispo solicitando licencia como párroco en la Inmaculada Madre de Dios, de Gonnet, por “razones de salud”. El pedido fue aceptado. El arzobispo se negó a hablar con La Nación del tema.

El 11 de diciembre se conocieron los resultados de la pericia psicológica que le realizó la Oficina Pericial Forense de la provincia de Buenos Aires. Allí se explicó que tenía una “personalidad con características de manipulación, elevado autocentramiento y egocentrismo”, además de una “organización psíquica compleja, presentación obsesiva de imagen grandilocuente de sí, que encubre una estructura psicopática perversa”. “Necesita que otros lo idolatren y enaltezcan la autoestima”, indicó el informe.

Hasta hoy, Lorenzo vivía en una habitación de Cáritas en La Plata, donde decidió quitarse la vida tras conocer la decisión de la jueza de hacer lugar al pedido de detención.

La Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico publicó un comunicado donde expresaban su preocupación por la dilación de la Justicia, y responsabilizan al Poder Judicial por “la seguridad física y emocional de los sobrevivientes”.

Hace un par de semanas la Justicia argentina impuso las condenas más elevadas de su historia a curas abusadores. En Mendoza, Horacio Corbacho fue sentenciado a 45 años de cárcel. Nicolás Corradi recibió una pena de 42 años. Estaban a cargo del Instituto Antonio Próvolo, que se ocupaba de educar a niños hipoacúsicos.

La Iglesia le inició dos causas canónicas a Eduardo Lorenzo. La primera fue a partir de la denuncia del 11 de mayo de 2008 que radicó Julio César Frutos, padrino de Diego Pérez -que en ese momento era menor-, en el Arzobispado. El 20 de agosto del mismo año, Frutos decidió denunciar a Lorenzo también en la fiscalía.

En el primer interrogatorio, en 2008, cuando aún era el arzobispo Héctor Aguer, a Lorenzo le preguntaron, entre otras cosas: “Diga usted si es cierto que un joven se queda habitualmente a pernoctar en la casa parroquial, y que lo hace junto a usted en la cama matrimonial que posee”. Esa causa terminó en una “reprensión”.

En la resolución, firmada por Aguer, dice: “Ha quedado claro un proceder imprudente del Pbro. Lorenzo en lo atinente al trato dispensado a algunos integrantes de la comunidad parroquial en la que él se desempeña; (y) que por ese motivo he decidido proceder según derecho y reprender al Pbro. Lorenzo por haberse desempeñado de ese modo”.

La información obtenida por la investigación eclesiástica nunca había llegado a manos de la Justicia ordinaria. Recién en 2019 la fiscal Ana Medina envió un escrito al Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de La Plata y logró que se la remitieran.

En 2019, después de que se reactivó la causa que se había archivado, el arzobispo Fernández generó una Investigación Complementaria Canónica, es decir, una actualización del estado de la primera causa penal, para saber cómo estaba la situación de Lorenzo. El Tribunal Canónico envió a la Justicia un escrito firmado el 1° de diciembre que indica, entre otras cosas, que “dado que el Pbro. Lorenzo no tiene hasta el momento ninguna condena, las medidas tomadas [licencia en su desempeño como párroco y la prohibición de realizar actividades con menores de edad] son las que corresponden en estas instancias de la investigación. El Arzobispado ha informado y consultado a la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede, que es la responsable de resolver en casos de abusos de menores e indica los pasos a seguir”.

Hasta ahora, la decisión había quedado en manos de la Santa Sede.

Fuente: La Nación, de Argentina / GDA


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