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Redacción EC

La pandemia del nuevo cambió radicalmente las costumbres. Desde el gesto más simple hasta incluso el último adiós a los seres queridos dejaron de lado la calidez humana. Ante ello, un hospital de encontró un protocolo que permite la despedida entre familiares y pacientes terminales con sin poner en riesgo la salud grupal.

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El sanatorio Mater Dei, ubicado en el barrio porteño de Palermo, fue uno de los primeros en permitir las visitas de familiares en ciertos casos, cumpliendo un protocolo de seguridad por el que el visitante debe portar un equipo de protección idéntico al del personal sanitario, el encuentro no puede exceder la media hora, salvo excepciones, y el contacto físico está limitado.

Entrevistamos al familiar, le instruimos perfectamente de lo que va a ver, cómo va a encontrar la terapia, cómo va a encontrar a su ser querido, con cuántos tubos... para que no se impresione en el inicio, y luego lo acompañamos a cambiarse con el equipo de protección personal, igual al que usamos nosotros, dándole el instructivo preciso porque la clave es eso, la colocación y el retiro del equipo de protección personal”, señaló el titular de Terapia Intensiva del centro, Bernardo de Diego.

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Sin necesidad de cuarentena

El único requisito que debe cumplir el familiar que quiere realizar la visita es no pertenecer a ningún grupo de riesgo y cumplir con las normas, que permiten también “que acaricie al paciente de forma directa, con sus guantes, y que preferentemente con cierta distancia le hable suavemente al oído”.

Tras la visita, el familiar puede regresar a su casa “instruido sobre síntomas potenciales de COVID-19 que pudieran aparecer” y sin la obligación de realizar cuarentena ni someterse a un hisopado, ya que el protocolo parte de la base de que el visitante está sujeto a los mismos riesgos que el personal sanitario.

Mi razonamiento lógico fue: si un médico o un enfermero no se contagia tomando todas las precauciones y con todos los elementos de protección personal, ¿por qué no se podría permitir unos minutos de visita a un paciente de un familiar tomando todas estas precauciones también?”, afirmó la hermana Teresa Buffa, impulsora del protocolo y directora de las Hermanas de María de Schoenstatt, la orden religiosa que regenta el sanatorio.

Un vendedor de café es fotografiado en una calle del barrio de La Boca en Buenos Aires (Argentina). (AFP / Ronaldo SCHEMIDT).
Un vendedor de café es fotografiado en una calle del barrio de La Boca en Buenos Aires (Argentina). (AFP / Ronaldo SCHEMIDT).
/ RONALDO SCHEMIDT
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Internación conjunta

El personal médico evalúa cada caso de forma individual y el protocolo se activa principalmente para pacientes que se encuentran en terapia intensiva, aunque también se puede aplicar para personas en planta en un estado menos grave, si bien la intención del centro es que no se visite a “un paciente que puede comunicarse con su familia por una ‘tablet’ o por teléfono y que es joven y autoválido”.

La comunicación telefónica o por cualquier dispositivo es otra de las posibilidades que ofrece el centro, al igual que la internación conjunta, por la que un familiar se puede internar de forma voluntaria junto al paciente si este requiere compañía permanente, bien sea porque es un niño o porque presenta algún tipo de discapacidad.

La internación conjunta es otro tema, y complejo, porque el familiar tiene que internarse con su ser querido, que tienen ciertas características, que no puede estar solo, y ahí si tienen que quedarse todo el tiempo que requiera, bañarse ahí, comer ahí, con mucho instructivo respecto a lo que pueden y no pueden hacer, y cuando salen sí tienen que tener una cuarentena acorde al comienzo del contacto”, agregó el doctor De Diego.

Archivo. Una enfermera realiza un control a pacientes de COVID-19 en el Hospital del Bicentenario de Esteban Echeverria el 30 de julio de 2020, en Buenos Aires (Argentina). (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni).
Archivo. Una enfermera realiza un control a pacientes de COVID-19 en el Hospital del Bicentenario de Esteban Echeverria el 30 de julio de 2020, en Buenos Aires (Argentina). (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni).
/ Juan Ignacio Roncoroni

Inspirado en Europa y pionero en el país

El doctor Cristian Héctor García Roig, jefe de Terapia Intensiva de Pediatría, fue otro de los que impulsaron desde un principio las visitas, y afirma que la idea se gestó en marzo, cuando vieron “que en Europa la situación era realmente acuciante y estaban colapsando con miles de muertos y viendo que empezaba a haber testimonios de personas que se morían solas”.

En ese sentido se inspiraron en un protocolo que elaboró el hospital español Virgen de la Arrixaca, ubicado en Murcia, que a través de su Comité de Bioética comenzó a buscar prácticas para permitir las visitas a pacientes, un tema que también trató el secretario de Salud británico, Matt Hancock, a raíz del fallecimiento de un niño de 13 años sin acompañamiento.

En el continente sudamericano encontraron el ejemplo del Hospital Albert Einstein, en la ciudad brasileña de Sao Paulo, que emplea un protocolo similar, y con todos estos antecedentes decidieron llevarlo a Argentina, donde por ahora ningún otro hospital lo ha usado aunque muchos les han consultado e incluso un grupo de legisladores llevó al parlamento local de Buenos Aires el “derecho a decir adiós” para estudiar su implementación en la ciudad.

A partir de que esto tomó estado público nos han llamado de muchos hospitales, inclusive de la legislatura porteña para que les acerquemos el protocolo y ver si tenían alguna chance de implementarlo”, declaró el doctor Roberto Dupui de Lome, director Médico del Mater Dei.

El hospital en Argentina que permite dar el último adiós a enfermos de COVID-19. [Fuente: AFP].
El hospital en Argentina que permite dar el último adiós a enfermos de COVID-19. [Fuente: AFP].

Gratitud de paz

Hasta la fecha se permitió que 14 pacientes en terapia intensiva recibieran visitas de familiares cercanos, como hizo Augusto Bresenio, un pediatra de 59 años que pudo visitar a su madre, de 87 años, dos veces y despedirse de ella en los días previos a su fallecimiento.

Esas visitas, afirma, le trajeron una condición de “gratitud de paz” ya que le permitieron dedicarle unas últimas palabras a su madre.

Yo ahí estoy mucho más en paz conmigo mismo, le hablo, le digo todo lo que había significado ella para mí y que siempre íbamos a estar juntos, toda la vida. (...) A través de un guante le agarré la mano y sentí su piel tibia, caliente, su ser vivo en mi mano. Yo llegaba al corazón espiritual de mi mamá y mi mamá llegaba a mi corazón espiritual a través de esa mano. Le agarré la mano, le toqué la cara, le toqué la frente y le toqué el pelo”, recordó.

Una experiencia parecida vivió Adriana Morvalevich, quien pudo visitar a su marido en varias ocasiones durante su internamiento en el Mater Dei, ante lo que afirmó sentirse “muy agradecida” con el personal médico que posibilitó los encuentros, que en su caso sirvieron también para llevar tranquilidad a su esposo, que se encontraba preocupado porque pensaba que unas pesadillas que había tenido eran reales.

El poder comunicarnos nosotros con él, poder hablar, y el que nos pueda decir todo lo que había pasado y enterarse de que todo lo que pensaba eran mentiras, eran fantasías dentro de sus sueños, se alegró. (...) Fue una experiencia inolvidable y única porque nos permitió estar en contacto con él, que él nos cuente cosas, que nos vea”, señaló.

Tras recibir visitas durante varias semanas, su marido, de 62 años, se mejoró y fue trasladado a un centro de rehabilitación para iniciar tratamiento y fortalecer sus músculos, debilitados por la enfermedad y el tratamiento, aunque a los cuatro días de su traslado falleció por un paro cardíaco.

Fuente: EFE

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