(Foto: Reuters)
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Rodrigo Cruz

El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa sugirió, en un artículo de febrero del 2017, que habría que levantar un monumento en homenaje a la constructora brasileña Odebrecht –protagonista del Caso Lava Jato–, pues nadie había hecho tanto por revelar la corrupción en América Latina como sus directivos, y a la vez nadie había trabajado tanto, y por tanto tiempo, para fomentarla.

Vargas Llosa escribió ello cuando apenas habían pasado tres meses desde que comenzó el escándalo. Hoy las revelaciones de Lava Jato son cada vez más impactantes, y la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la presidencia y el ingreso a prisión del ex mandatario Lula da Silva por corrupción (sus vínculos con la constructora OAS) son quizá los dos momentos cumbre que han dejado estas revelaciones en la región.

“Una corrupción sistémica”, en palabras del juez Sérgio Moro, ícono de la investigación Lava Jato, pues lo descubierto no solo abarcaba un sistema de pago de coimas a cambio de obras públicas, sino el de una corrupción institucionalizada formada por un cartel de poderosas empresas que financiaba a los principales líderes políticos, quienes, una vez en el poder, los beneficiaban con sus decisiones. Haciendo de ello un círculo.

“Nuestra democracia ha sido contaminada por el poder económico”, escribió a inicios de abril el fiscal brasileño Carlos Fernando dos Santos, miembro del equipo Lava Jato, en “O Globo”. “No se trata de una criminalización de la política, sino de revelar que el crimen desde hace mucho tiempo ha contaminado el sistema político-partidista”, añadió el fiscal.

Odebrecht
Odebrecht

—Financiamiento ilegal—

Campañas políticas cada vez más caras, aportes opacos y vínculos con grupos criminales forman el diagnóstico general en el continente. Según Rodrigo Janot, ex fiscal general de Brasil, el financiamiento ilegal en los procesos electorales es una de las principales causas que hacen de América Latina un terreno fértil para la corrupción [ver entrevista aparte].

Así llegamos a la VIII Cumbre de las Américas, en la que al menos seis de los jefes de Estado presentes han sido señalados de recibir dinero de Odebrecht en sus campañas. Además, la constructora brasileña ha reconocido que entregó –entre el 2001 y el 2016– sobornos por US$788 millones a funcionarios de diez de los países miembros del bloque.

Y se trata solo de una de las empresas que forman parte del cartel de constructoras involucradas en Brasil. Faltan otras que reconozcan que operaron de la misma manera. América Latina ya había sido testigo de casos de multinacionales que pagaron coimas (Siemens en Argentina y Wal-Mart en México), pero no de la magnitud de Odebrecht.

—Corrupción latente—

Pero no se trata solo de transnacionales. El dinero del narcotráfico, la minería ilegal u otros grupos criminales también amenazan la democracia en América Latina, penetrando los partidos políticos y colocando candidatos.

Venezuela, uno de los países más corruptos del mundo según Transparencia Internacional (TI) y donde Odebrecht pagó la mayor cantidad de sobornos en el continente después de Brasil, es el caso más representativo: el vicepresidente Tareck El Aissami es acusado por Estados Unidos de lazos con el narcotráfico.

Lo ocurrido con el ex presidente hondureño Porfirio Lobo (2010-2014) también es un ejemplo: su hijo fue condenado en setiembre del año pasado por tráfico de drogas. Además, se sospecha que su campaña y la del actual jefe de Estado de Honduras, Juan Orlando Hernández, se beneficiaron con dinero ilícito, según un informe de “The New York Times”.

—Problema profundo—

En Paraguay, el presidente Horacio Cartes es acusado de liderar una red de contrabando de cigarrillos. Y hace siete meses renunció el vicepresidente de Uruguay, Raúl Sendic, en medio de denuncias por un mal uso de fondos públicos. En tanto, Guatemala no sale de su indignación luego de saber que su presidente, Jimmy Morales, gastó más de US$40 mil del erario nacional en “regalos y lujos”.

También ha habido casos, como los Panamá Papers, que han golpeado la región y han demostrado, igual que en Lava Jato, que los mecanismos para ocultar el dinero espurio son cada vez más sofisticados y difíciles de detectar para las autoridades.

Según una encuesta de TI de setiembre último, que se hizo a 20 mil personas de 20 países de la región, el 62% considera que la corrupción se ha incrementado y que 1 de cada 3 reconoce que ha pagado sobornos.

En este contexto se desarrolla la cumbre en Lima. Como nunca antes, la penetración de la corrupción se encuentra tan expuesta en el continente, al igual que sus gobernantes.

DATO

Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción es el tema central en la VIII Cumbre de las Américas, que se desarrolla hasta hoy (sábado 14 de abril).

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