Miguel Tito Turpo, 11 (iz.) y su hermano Isaac Esteban Turpo, 12, juegan al ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
Miguel Tito Turpo, 11 (iz.) y su hermano Isaac Esteban Turpo, 12, juegan al ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
/ AIZAR RALDES / AFP
Agencia AFP

Los hermanos Isaac y Miguel Turpo hacen sus primeros ensayos en el ajedrez en una calle de El Alto, en , bajo la atenta mirada de un comerciante que les enseña este centenario juego de estrategia para alejarlos de los celulares.

La idea es “hacer jaque rápido, encerrar al rey”, dice Isaac mientras observa el tablero cuadriculado sobre una mesa en plena calle de un modesto vecindario de la ciudad andina, a 4.000 metros sobre el nivel del mar y vecina de La Paz.

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El ajedrez “nos enseña a cambiar la mente para ser más genios”, agrega este pequeño de 11 años sentado en una precaria butaca de madera.

Concentrado, piensa cómo mover sus peones, alfiles y caballos para ganarle a su rival, su hermano Miguel, un año mayor.

Su mentor en el ajedrez es Juan Copa, dueño de una pequeña tienda de artículos de escritorio vecina a la Escuela Tejada Triangular, donde estudian los hermanos Turpo.

Don Juan Copa, el dueño de una librería, se sienta junto a un tablero de ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
Don Juan Copa, el dueño de una librería, se sienta junto a un tablero de ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
/ AIZAR RALDES / AFP

Este comerciante de 61 años, que fabricó él mismo los tableros, busca que niños y adolescentes “se habitúen a pensar y no sean precipitados, (porque) el ajedrez es un juego donde se piensa”.

“Veía que los niños se iban al internet. Pienso que el celular los va arruinando”, dice a la AFP. “Es una pena”.

Copa no lleva la cuenta de cuantos niños y adolescentes han aprendido a jugar con él en este barrio de clase trabajadora de El Alto, cuya población mayoritariamente aymara supera el millón de habitantes.

Isaac cree que los demás niños también deberían aprender ajedrez.

“Yo les digo que dejen de jugar (con el celular), porque el juego de mesa es más divertido”, dice bajo el inclemente sol del mediodía.

“Entrenar la mente”

Hernan Ballon, 20 (iz.) Maximo Roja, 19, (C) y Javier Valero, 19 juegan al ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
Hernan Ballon, 20 (iz.) Maximo Roja, 19, (C) y Javier Valero, 19 juegan al ajedrez en una calle de Villa Tejada Triangular, en El Alto, Bolivia.
/ AIZAR RALDES / AFP

En el lugar también juegan en un tablero Hernán Ballón y Máximo Rojas Cori, estudiantes de ingeniería de sistemas del Instituto Tecnológico de El Alto.

“Lo veo como si fuera la guerra, porque en sí ahorita tenemos el rey, que puede ser el capitán de todos que está ordenando a sus comandantes y cada comandante va al frente a luchar para gobernar un país”, dice Rojas, de 19 años.

El presidente de la Federación Boliviana de Ajedrez, Osvaldo Zambrana, elogia la iniciativa de Copa, pues “ayuda a entrenar la mente” de los niños.

La Federación estima que unos 12.000 bolivianos juegan ajedrez, aunque Zambrana es el único maestro internacional del país.

La presidenta del Colegio de Psicólogos de La Paz, Verónica Alfaro, también elogia la labor de Copa y advierte de los efectos negativos para los niños de pasar demasiado tiempo ante las pantallas.

Comerciante boliviano enseña ajedrez a niños de su barrio para alejarlos del celular
En un modesto vecindario de El Alto, en Bolivia, un comerciante enseña a los niños del barrio a jugar ajedrez, con la esperanza de que "se habitúen a pensar" y se alejen de los celulares e internet.

Uno de estos efectos, explica, es el “copycat”, la imitación de conductas violentas, indica la psicóloga a la AFP.

Ella recomienda “que el niño tenga una supervisión y horarios de acceso” a internet.

En Bolivia, con casi 12 millones de habitantes, hay casi 11 millones de conexiones a internet, según la Autoridad de Telecomunicaciones. El 91% de ellas son a través de teléfonos celulares.

Aunque ignora cuanto tiempo más enseñará ajedrez en la calle, Juan Copa confía en que cuando él ya no esté alguno de sus discípulos continúe su cruzada.

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