Vista aérea de Santiago de Chile el 12 de junio de 2021, durante un nuevo bloqueo impuesto como medida contra la propagación del coronavirus COVID-19. (Foto de MARTIN BERNETTI / AFP).
Vista aérea de Santiago de Chile el 12 de junio de 2021, durante un nuevo bloqueo impuesto como medida contra la propagación del coronavirus COVID-19. (Foto de MARTIN BERNETTI / AFP).
/ MARTIN BERNETTI
Agencia EFE

La batalla por gobernar en la Región Metropolitana de Santiago, donde vive más de un tercio de la población de , tiene en vilo al país este domingo y es la gran lucha de la segunda vuelta de las elecciones regionales en la que se enfrentarán dos izquierdas, una centrista y otra más radical.

El candidato de la Democracia Cristiana (DC) al gobierno de la capital, Claudio Orrego, representa a un ala más tradicional dentro de la oposición chilena, mientras que Karina Oliva pertenece al Frente Amplio (FA), una coalición que nació en 2017 como una izquierda renovada y más moderna.

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“Somos proyectos distintos. Nosotros tenemos propuestas concretas y, lo más importante, vamos a trabajar con todos los alcaldes para levantar nuestra región”, aseveró Orrego tras emitir su voto, popular por haber sido ministro, alcalde e intendente -un puesto similar al que opta ahora-.

En tanto, vestida de morado (haciendo alusión al movimiento feminista), Oliva acudió a votar escoltada por rostros conocidos del ala más radical.

“Queremos recuperar la Región Metropolitana para la ciudadanía y hacer que el crecimiento no les llegue a los mismos de siempre, si no a todos”, aseveró.

El triunfo de Oliva constataría la consolidación del Frente Amplio, grupo integrado por líderes estudiantiles y activistas sociales, e iría en la línea de las elecciones del pasado mayo, donde predominó un voto contra los partidos tradicionales que se repartieron el poder desde el retorno a la democracia en 1990.

Para la politóloga de la Universidad de Chile Claudia Heiss, Oliva tiene un discurso lleno de alusiones al feminismo o al movimiento LGTBI pero, “tiene menos propuestas sólidas” que Orrego, a quien se le achaca más experiencia pese a que es percibido como un “símbolo de la oligarquía” y un “mal menor” de la derecha.

Son trece millones de personas las que están convocadas a votar en 13 de las 16 regiones del país -otras tres ya aseguraron a su candidato en primera vuelta- y la lectura de los resultados se hará con un ojo puesto en las elecciones presidenciales del próximo 21 de noviembre, especialmente sobre el candidato que salga en la capital.

El gobernador de la Región Metropolitana opta a ser al cargo más votado tras el del jefe de Estado y será la autoridad regional más de 7 millones de habitantes, pudiendo convertirse en el bastión de algún precandidato a la presidencia.

Oliva inclinaría el eje de la oposición hacia la izquierda radical, pudiendo impulsar al frenteamplista Gabriel Boric, o incluso al del Partido Comunista, Daniel Jadue, que lidera las encuestas. Por contra, Orrego podría ser la figura que mueva a un aspirante moderado.

Estas elecciones son vistas por gran parte de la sociedad como un paso histórico hacia la descentralización del país, ya que se elegirá por primera vez en las urnas a los gobernadores, un cargo que antes era designado por el Ejecutivo.

Los elegidos tomarán posesión el 14 de julio para un periodo de cuatro años y se convertirán en autoridades con alta visibilidad y, en muchos casos, en contrapoderes territoriales al centralizado Santiago.

La participación se prevé más baja que la de los comicios del pasado mayo, donde participó un 43 % del padrón debido a un brote de covid-19 que obligó a poner en cuarentena a toda la capital desde el sábado.

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