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El histórico recorrido en kayak a unas remotas islas antárticas - 11
Redacción EC

Un equipo de tres destacados kayakistas culminó la primera expedición de largo aliento en el archipiélago de la  que conforman las islas Shetland del Sur tras navegar más de cien millas sin ningún tipo de apoyo externo.

Los chilenos Cristián Donoso, Exequiel Lira y el español Roger Rovira regresaron a Chile continental esta semana tras once días de navegación bajo unas condiciones climáticas extremas.

El deseo de convertirse en los primeros en lograr unir las distintas islas del archipiélago con kayak y el anhelo por contemplar la belleza de esos remotos parajes motivaron al grupo de deportistas a emprender la aventura el pasado 26 de enero.

"Se trata de una zona poco visitada, con muchos islotes y de difícil acceso para las embarcaciones grandes por lo que todo tenía un aura de inexplorado", dijo a Efe Donoso, jefe de la expedición y el deportista que más millas náuticas ha remado en la Antártida.

Durante once días, los tres kayakistas recorrieron entre 20 y 30 kilómetros diarios y unieron la Isla Livingston, Isla Greenwich, Isla Barrientos, Isla Robert, Isla Nelson e Isla Rey Jorge.

Donoso, Lira y Rovira tuvieron que enfrentarse a vientos de más de 20 nudos y olas largas de cinco metros en uno de los lugares más inhóspitos y desolados del planeta.

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La expedición no contaba con ningún tipo de apoyo exterior, lo que forzaba a los deportistas a ser autosuficientes y a resolver cualquier tipo de dificultad que se presentara durante la navegación.

Cada uno cargaba con dos bengalas, dos teléfonos satelitales, además de salvavidas con radio, cuchillo, pito y todos los utensilios que iban a necesitar durante su expedición como la tienda, la cocinilla o los sacos.

"Debíamos tener todos los recursos necesarios dentro del espacio limitado de los kayaks. No obstante, nunca se puede estar ciento por ciento seguro, por lo que es importante ser muy flexible y tener mucha imaginación para improvisar soluciones con medios limitados", recalcó Donoso.

La hipotermia constituía el mayor riesgo de la expedición por lo que los deportistas estaban equipados con trajes impermeables, aislantes térmicos, termos con agua caliente y mantos de supervivencia por si alguno de ellos caía al agua.

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A pesar de que las temperaturas no bajaron de los cero grados celsius, las fuertes rachas de viento hacían que la sensación térmica fuera de menos quince. Sin embargo, no era el frío sino el viento el principal problema de la navegación.

"Los vientos constituían una de las principales dificultades de la expedición. En la Antártida las predicciones meteorológicas son poco exactas y la costa es muy accidentada, por lo que el viento puede dificultar aún más el desembarco de los kayaks", explicó Donoso.

Tras navegar entre cinco y seis horas diarias, los deportistas buscaban una playa para desembarcar, plantar su tienda y fundir hielo para hacer agua. El resto del día lo pasaban recorriendo las cercanías del lugar y observando la fauna de la zona.

"En la Antártida la fauna evolucionó sin presencia del ser humano y, por tanto, no le tienen miedo. Esto no pasa en ninguna otra parte del mundo, es como pisar otro planeta", asevera Donoso, para quien esta era la tercera travesía en kayak por las gélidas aguas del continente blanco.

A lo largo de su vida, Donoso ha realizado más de 40 expediciones en territorios inhóspitos como Alaska o la Patagonia, y ha navegado 1.500 kilómetros en kayak por la Antártida.

Esta es una de las mejores embarcaciones para disfrutar de la naturaleza, pues permite que el tripulante se conecte "profundamente con lo que le rodea", explica el aguerrido aventurero.

"El kayak es silencioso y discreto y permite conectarte con la fluctuación del agua y con todo lo que sucede a tu alrededor. Uno tienen un contacto brutal con la naturaleza y eso hace que emerjan aspectos desconocidos de uno mismo", destaca.

Es precisamente esta conexión íntima y directa con el entorno lo que empuja a Donoso a seguir realizando expediciones en lugares tan remotos como la Antártida.

"No busco sentir adrenalina, el riesgo no me resulta atractivo. Busco conectarme con esa naturaleza salvaje y fluir con ella. Para mucha gente hacer algo parecido a esto es espantoso pero a mí me hace inmensamente feliz", concluye.

Fuente: EFE

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